Juan José Omella, Arzobispo de Barcelona

«Cáritas ha podido estar al pie del cañón por la solidaridad de los españoles»

/ ESTHER ARMORA / LAURA DANIELE / BarcelonaIr al artículo
Monseñor Juan José Omella, arzobispo de Barcelona
Monseñor Juan José Omella, arzobispo de Barcelona
AragónEntre 61 y 70 años

Juan José Omella (Cretas, Teruel, 1946) ha cumplido su primer año como arzobispo de Barcelona. Pero antes de recalar en una de las diócesis más complejas de España este obispo afable, sencillo y alegre fue misionero en Zaire y se formó con los Padres Blancos en Lovaina y Jerusalén. Desde marzo de 2014 es el presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social, un cargo que ya ocupó entre 2002 y 2008.

En los peores años de la crisis, monseñor Omella se convirtió en el impulsor de la instrucción pastoral «Iglesia, servidora de la pobres», un documento clave en el que los obispos ya alertaban de que no habría salida real de la crisis mientras la mejoría de los indicadores macroeconómicos «no se hiciera efectiva en la vida de los más necesitados». En noviembre de 2014, el Papa le nombró miembro de la Congregación para los Obispos y desde entonces algunos le consideran «el hombre de Francisco» en España.

-¿Qué le pide a Dios para 2017?

-Por un lado, le pido que nos conceda una mayor solidaridad entre todos, dentro de la sociedad en la que vivimos, dentro del Estado español y dentro de la Unión Europea. Esa solidaridad que necesitamos en todo el mundo. No hay derecho a que haya guerras con tanta gente que tiene que huir de sus países, y no hay derecho a que se muera la gente de hambre cuando hemos dicho tantas veces que si el uno por ciento de lo que se emplea en armamento militar se diese para paliar el hambre estaría evitada ya. Le pido también una mayor paz. Que cesen los odios, la violencia; que caigan los muros a nivel familiar, social, político. Que cesen las guerras y que haya paz. Necesitamos la paz, la libertad y la justicia. Por último, le pediría al Señor también que apoyemos lo más posible a la familia. Y si puedo añadir un deseo más -por pedir que no quede-, también le pediría por los jóvenes. Que encuentren trabajo y puedan integrarse pronto en la sociedad, porque también tienen muchas dificultades para poder formar una familia. Me paro aquí porque el Señor va a decir que soy muy pedigüeño.

«No hay derecho a que haya tantas guerras con tanta gente que quiere huir de sus países»

-Usted fue el obispo responsable de presentar ante la Asamblea Plenaria el documento «Iglesia, servidora de los pobres» que fue aprobado en abril de 2015. Tal como están las cosas hoy, ¿cree que corremos el riesgo que la recuperación económica deje atrás a una parte de la población?

-En el documento decíamos que nosotros como Iglesia no podemos y no debemos estar tranquilos mientras se recupere la macroeconomía que gracias a Dios parece que va por buen camino si no que nosotros siempre estaremos preocupados y cercanos al dolor de tanta gente que se queda en el camino y que esa recuperación económica no les llega a todos. Y decíamos en el documento y lo constatamos que la separación entre los más ricos y los más pobres cada vez se ha hecho más grande y es más difícil recuperarse. Debemos velar porque esta gente que se ha quedado en el camino pueda seguir el ritmo de los otros y allí todos, la iglesia y la sociedad, tenemos que hacer un plus de sensibilizar en crear una sociedad más solidaria. Aunque quizás avancemos a menor velocidad pero avancemos conjuntamente para que nadie se quede en el camino desprotegido y que esa gente sea muy numerosa. Por eso nuestro objetivo es estar atentos. Por eso nosotros hablamos tanto de una economía social de mercado. La economía de mercado es buena porque permite crear y generar mucho progreso y riqueza pero tiene que ser una economía social porque si no avanzan unos pocos y otros se quedan en el camino.

«La separación entre los más ricos y los más pobres cada vez se ha hecho más grande»

-¿Qué enseñanzas debería dejarnos esta recesión económica? ¿Qué errores no deberíamos volver a cometer?

-Tenemos que hacer una reconversión de los valores, porque al final la crisis económica no es solo una crisis económica. Es una crisis de valores y en esos valores está sobre todo la persona, que es la que debemos cuidar y proteger.

-¿Cree que la crisis ha sido también un revulsivo para hacer aflorar el lado más solidario de la sociedad española?

-Creo que ciertamente ha aflorado esa solidaridad que hay en el pueblo español, un pueblo muy humanitario. Eso lo constatamos en los momentos más difíciles. Y en esta crisis doy siempre el ejemplo de Cáritas, que triplicó los ingresos en los primeros años de la crisis y ha seguido ese ritmo porque también aumentaron las necesidades. Mucha gente pidió ayuda a Cáritas por primera vez durante esta crisis, y pudo estar allí al pie del cañón porque la gran solidaridad de los españoles le ayudó a poder ejercer esa acción caritativa, social y de acompañamiento de las personas pobres. Esto dice mucho de nuestro pueblo. Y ese valor de humanidad no lo podemos perder. Otro elemento son los familias. Llegar a un 25% de paro en otro momento de la historia de España hubiera sido una revolución. Y no lo ha sido por la solidaridad y porque la familia es la que más ha servido de colchón a esta crisis económica.

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