CAFÉ CON NEUROSIS
Una lenta agonía
El PSOE de González no existe. Lo malo es que, cuando quieran reaccionar, es probable que la agonía se transforme en un cadáver
Bancos... ¿patriotas?
Avanza el maniqueísmo
En la presentación del último libro de Fermín Bocos ('Cuando viajar era descubrir'), observé de lejos la blanca y abundante cabellera de Felipe González. El libro me provocó nostalgia por la época en que cualquier viaje me entusiasmaba. La nostalgia es muy contagiosa y, con ... mi tendencia a poner apodos, pensé en «Felipe González, El Añorado». Aquel Felipe que, de la mano de Alfonso Guerra y Nicolás Redondo Urbieta, condujo al socialismo del Frente Popular, que concluyó en la II República, a un PSOE que se inspiró en el socialismo alemán, llevó a cabo una reconversión industrial ejemplar, se distanció de las malas compañías del siempre fracasado comunismo, y se modernizó desde «OTAN de entrada NO» hasta una equiparación con el socialismo europeo y la moderación de los partidos democráticos de Occidente.
Posteriormente, llegó José Luis Rodríguez Zapatero, tan nostálgico como yo, y comenzó a construir un socialismo que tendía a parecerse más al PSOE de Largo Caballero, el que intentó el golpe de Estado de 1934, o al PSOE que falseó y cometió un rastrero fraude electoral en 1936. La crisis económica, que no fue culpa del actual asesor de tiranos, frustró el trabajo iniciado, pero llegó Pedro I, El Mentiroso, y, con una eficacia deslumbrante, ha formado el Frente Popular del siglo XXI, con los mismos socios que componían el Frente Popular que robó las elecciones de 1936: comunistas, socialistas, nacionalistas y anarquistas. Bueno, aquí el papel del rancio anarquismo lo juegan, de manera suave, los de Podemos y los terroristas arrepentidos, que han dejado de secuestrar y matar.
Si fuera un cambio por motivos ideológicos, sería algo normal en cualquier partido, pero es que el sesgo que ha tomado el PSOE de Pedro I, El Mentiroso, es sólo un medio para conseguir un fin: mantenerse en el poder. Ese fin justifica todos los medios, y le da lo mismo convertir en ciudadanos de segunda a los españoles que no sean secesionistas, que intentar derribar una de las garantías del Estado de derecho, que es la independencia judicial. Y sus cómplices le secundan con alegría, como la Fiscalía General del Estado, o con interés agradecido, como el presidente del Tribunal Constitucional, que está muy satisfecho porque su hijo ha sido nombrado para un alto cargo en Telefónica –por sus méritos, claro– y la cosa no fue fácil, que antes hubo que ordenar al anterior presidente de Telefónica que acudiera a Moncloa para informarle de su cese y sustituirlo por dirigentes perspicaces, de confianza, que saben descubrir las enormes cualidades de algunos hijos, que suelen pasar inadvertidas para la gente del montón, como usted y como yo.
El PSOE de González no existe. Ha entrado en una lenta agonía que, por ahora, nadie desde dentro va a intentar paliar. Lo malo es que, cuando quieran reaccionar, es probable que la agonía se transforme en un cadáver.
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