TIEMPO RECOBRADO
Memoria selectiva
Teniendo en cuenta su hoja de servicios a la nación, ha llegado la hora del perdón o de la reconciliación, como él dice. Que vuelva
La vida en un hospital
Nicea, Dios y León XIV
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Iniciar sesiónLas memorias son un género tramposo porque en la abrumadora mayoría de los casos estás escritas con el objetivo de embellecer el pasado y justificar los errores del autor. Soy muy aficionado al género. Guardo en mi biblioteca más de un centenar de autobiografías que ... van desde Chateaubriand a Clinton. Siempre es interesante conocer la visión que cada personaje tiene de sí mismo y las anécdotas de su vida.
He estado en los últimos días leyendo con avidez 'Reconciliación', las memorias de Juan Carlos I, un libro muy bien escrito y que me parece de obligada de lectura por lo que dice, cómo lo dice y lo que omite. No es un trabajo que sirva para ilustrar a los historiadores, pero sí aporta elementos esclarecedores sobre la personalidad del Rey emérito.
Al llegar a la última página, queda claro que el propósito del libro es reivindicar el legado político de su autor y poner en valor su decisivo papel en la Transición, lo cual es una verdad indiscutible. Si no fuera por su apuesta por una democracia parlamentaria, es muy posible que el franquismo se hubiera mantenido en el poder durante un tiempo indefinido.
'Reconciliación' rezuma nostalgia y tristeza por su forzado exilio. De forma reiterada, Juan Carlos I se lamenta de la forma por la que ha sido tratado por el Gobierno de Sánchez, su hijo Felipe y los partidos políticos. Y lanza pullas a Leticia, que obviamente no es santo de su devoción. El Rey Emérito ensalza a la Reina Sofía, pero reconoce haber tenido algunos deslices sentimentales.
A mi juicio, estas memorias contienen dos aspectos en los que su autor oculta o no dice la verdad. El primero es que obvia que, a lo largo de sus casi cuatro décadas como jefe de Estado, cobró importantes sumas, fueran regalos o comisiones, que no declaró a Hacienda y que fueron a cuentas opacas. Esto es inadmisible en quien estaba más obligado que nadie a dar ejemplo.
La segunda distorsión es que su versión sobre su papel en el 23-F es tan inverosímil como increíble. Resulta imposible que el Monarca no supiera lo que tramaban su amigo Armada y el general Milans del Bosch. No dudo de que aquella noche el Rey paró el golpe, pero sus acerbas críticas a Suárez alentaron el descontento militar. El 23-F es un capítulo sin esclarecer.
Hay algunos otros asuntos menores en los que Juan Carlos I dulcifica la verdad, pero es cierto que casi nadie escribe unas memorias para reconocer sus errores. Pese a ello, el libro desprende un aire de frustración y de dolor que, sin duda, son auténticos.
El Rey emérito es responsable de lo que le ha sucedido. No puede echar la culpa a nadie. Pero me parece que, teniendo en cuenta su hoja de servicios a la nación, ha llegado la hora del perdón o de la reconciliación, como él dice. Ya ha pagado por sus pecados. La historia le juzgará. Que vuelva.
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