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La dorada tribu

Carolina, el chic con morbo

Fue imbatible en la juerga, y lo ha sido en la tragedia. Resultó la estampa mayor del funeral de un marido, Stéfano Casiraghi, y la estampa mayor de la discoteca de la juventud

Chenoa, la musa de los concursos

Las inolvidables musas del 'Un, dos, tres'

Ángel Antonio Herrera

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Más que viuda de algún marido veo yo a Carolina de Mónaco viuda de sí misma, porque la edad no perdona ni siquiera a mujeres como ella, que fue el esplendor con bronceado de Saint Tropez. Quiero decir que en la baraja de la ... belleza fue Carolina un naipe principalísimo, y ahora es una señora donde se cruza la elegancia y el esqueleto. Va camino de los setenta, pero hay que cantarla. Si miramos los cromos de juventud de Carolina de Mónaco nos sale una hermosura soleada e insuperable. Un cruce de chic y morbo, un sirena de elegancia, más el bikini. Carolina de Mónaco fue la diosa primera de los ochenta, a bordo de su matrimonio con Stéfano Casiraghi, y luego enviudó, buscando retiro en pueblos de sosiego, entre la musa del luto y la gogó del grunge.

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