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Los amores de Carolina de Mónaco: del «play-boy» Junot al polémico Ernesto de Hannover

La princesa es una estrella de la prensa del corazón desde mediados de los años 70. Su hija acapara menos atención

Los amores de Carolina de Mónaco: del «play-boy» Junot al polémico Ernesto de Hannover abc

i. g. rico

Carolina Luisa Margarita Grimaldi tenía 16 años cuando la revista «Time» le dedicó una portada bajo el título de «Carolina, la novia de Europa». Había nacido entre algodones y creció frente a los objetivos más amables de la prensa de sociedad de los 60 y ... primeros 70: era una niña guapa, graciosa y sonriente, cuyo altísimo destino soñaban sus padres en alguna de las cortes europeas. En su adolescencia, retratada en bañador en el Beach de Monte Carlo, aparecía como una joven simpática y algo oronda, muy diferente a su madre, la divina Gracia de Mónaco (más tarde confesaría que, al lado de su progenitora, ella se sentía como un «patito feo»). Pero Carolina se hizo mayor. En 1975, a los 18 años, se fue a París a estudiar psicología en la Sorbona. Y se convirtió en una estrella. Por aquel entonces, sus padres habían propiciado un encuentro entre su primogénita y el Príncipe Carlos de Inglaterra. Quién sabe lo que podría ocurrir. Y nada ocurrió. No había química. Acaso Carlos ya pensaba en Camilla y Carolina, en entregarse al máximo a la dolce vita. Lo tenía todo para triunfar en la vida galante de la Europa de finales de los 70: era bellísima y tenía glamour. ¿Cómo evitar, pues, que una legión de pretendientes (no todos formales) zumbara en torno a ella como auténticos moscardones?

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