Consejos de una nutricionista para superar la fobia alimentaria de los niños (grandes y pequeños)
Desde que el niño cumple un año hasta los cuatro años, los más pequeños se vuelven más selectivos
«Las familias suelen tener un caos monumental de comidas, horarios y hábitos de alimentación»
Madrid
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Iniciar sesión«Mi niño no come bien» es el tema en torno al cual giran muchas de las conversaciones de las familias en parques, centros infantiles, consultas pediátricas… De hecho, uno de los motivos de mayor preocupación en estos años es la aparición de una fobia alimentaria ... .
Porque, desde que el niño cumple un año hasta los cuatro años, los más pequeños se vuelven más selectivos, empiezan a rechazar alimentos que antes les gustaban y no aceptan otros sabores que son totalmente nuevos para ellos.
La experta nutricionista de Smileat, Elena Toledano, especialista en acompañamiento a los padres y madres en esta etapa, comparte cinco consejos para dejar la frustración a un lado y superar las repentinas fobias alimentarias con experiencias positivas para toda la familia.
Tener esta percepción, cuando antes tu niño comía de todo, es completamente normal ya que, tal y como explica esta experta, «inconscientemente tenemos una expectativa de cuánta cantidad debería comer o no y un deseo de que todo lo que pruebe le guste. Pero hay que tener en cuenta que el volumen de comida que su estómago admite al principio es pequeño: ¡el tamaño de su estómago a los seis meses es como el de un huevo!».
De esta forma, prosigue, «estaremos seguros de que come suficiente si dejamos que sea el bebé quien decida cuánta cantidad come. La expectativa de que tenga que comer una cantidad concreta puede frustrarnos mucho. En lugar de medir cuánto, mejor fijarnos en cómo se relaciona con la comida y si lo hace de forma segura. Esto también nos ayuda a rebajar las expectativas y disfrutar del momento».
Es importante tener en cuenta que los mil primeros días (conocidos como el periodo que engloba desde el momento de la concepción hasta los dos años de vida del bebé) el crecimiento y desarrollo son rápidos,, por lo que constituyen una ventana de oportunidad única. Debemos aprovechar este momento para fomentar una buena relación con los alimentos, ofrecer alimentos de diferentes formatos, texturas y colores y, en definitiva, tener una alimentación saludable de base en casa.
Todo va bien, generalmente, hasta los dos o tres años, que un buen día deciden que no comen más brocoli. Lo que ocurre, explica esta experta, es que «a esa edad empiezan a decidir lo que quieren comer y lo que no. Es muy probable que se trate de la que llamamos fobia alimentaria, un comportamiento innato, fisiológico y habitual alrededor de los 2 años de edad que supone un miedo a probar nuevos alimentos o un rechazo a alimentos que previamente habían comido«.
«No es que lo hagamos mal desde casa -tranquiliza Toledano-, ni siquiera la comida que le preparamos, es algo que les pasa a todos y que, con paciencia y conocimiento, se puede superar. Esto puede ser algo repentino o responder a una experiencia negativa en el pasado. Por ejemplo, pueden tener miedo a probar pescado si previamente se pincharon con una espina o les sentó mal y ni nos dimos cuenta, es normal».
Hay que saber, continúa estas nutricionista, que «esta es una etapa de selectividad alimentaria, en la que los peques empiezan a ser más conscientes de sus elecciones alimentarias, están en la etapa de poder decir 'sí o no' a todo lo que les rodea y por lo tanto, es habitual que los alimentos no sean una excepción. Tienen la capacidad de poder elegir, y eso les da autonomía e independencia, aunque a veces pueda llegar a ser frustrante para las familias«.
Y como cualquier etapa, prosigue la experta, «con mucha probabilidad pasarán todos en algún momento. Unos antes, otros más tarde, pero lo que podemos hacer es guiarles de forma amable y consciente hasta que encuentren esa estabilidad de nuevo con la alimentación lo antes posible. Es verdad que es una fase crítica pero también ideal para ayudarles a encontrar sus propios gustos. A veces pensamos que tiene que gustarles todo, pero esto no es así. ¿Quién de nosotros, como adultos, no tiene un alimento que no le gusta o que prefiere evitar? Están creando su identidad alimentaria, y es bueno que descubran qué les gusta y qué no«.
Fobias en la predolescencia
Más preocupante es cuando cuesta introducir la verdura después, en los 8, 9, 11, 12 años. «Este problema puede tener múltiples causas. En parte, podemos llamarle neofobia pero no es la misma que pasan a los 2-3 años. Es una fobia tardía y puede surgir por otros motivos. En esta edad el crecimiento sigue siendo rápido y alto, y a nivel biológico tiene sentido que las verduras no les gusten: tienen un sabor, por lo general, ligeramente amargo y aportan muy pocas calorías. Su cerebro identifica esto como un alimento poco energético que no ayudará a su crecimiento, provocando un rechazo inconsciente. Por eso recomendamos combinarlas con alimentos energéticos y proteicos, como cereales, legumbres, carnes, pescados o huevos«. También puede ocurrir porque de pequeños, señala, »no las mostramos y se las 'camuflamos o escondemos'. Lo más probable es que las rechacen en su formato natural porque no han tenido la oportunidad de relacionarse anteriormente de forma correcta«.
Aunque esta fobia en la pubertad no siempre indica que hayamos hecho algo de forma incorrecta. «A veces responde a motivos que no dependen de la familia y tienen más que ver con su relación individual con la comida, genéticos u hormonales». Aún así, algunos consejos para intentar recuperar esa buena relación con la comida serían que la «alimentación sana y diversión sean uno solo: cocinar una pizza juntos en casa puede ser un ejemplo ideal de acercarles a esa alimentación saludable». También el hecho de dar ejemplo de forma natural: «Es más probable que quieran comer fruta si nos ven comiéndola en casa. Puede ser más efectivo que darles una charla sobre lo bueno que es comer fruta. Con naturalidad y normalizando buenos hábitos en casa».
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En esta línea, «forzar, al igual que prohibir, no es la solución. La lucha de poder en la mesa altera al pequeño que es exigente al comer, e incluso puede llevar a problemas de alimentación en el futuro. Y por último, paciencia. «Tienen toda la vida para volver a relacionarse con ese calabacín que se le resiste, pueden llegar a necesitar muchas exposiciones a ese alimento hasta que lo acepten», concluye.
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