Padres que duelen: «Todos hemos sufrido alguna herida en el ámbito familiar»
«En muchos hogares no hay agresión física, pero sí un daño emocional profundo», advierte la psicóloga Beatriz Ortega
«Es crucial para un progenitor gestionar primero sus propias emociones antes de intervenir en las del niño»
Rafa Guerrero: «El trauma infantil apaga el wifi cerebral del niño y causa falta de concentración, hiperactividad…»
Madrid
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Iniciar sesión'Padres que duelen' (Desclée de Brouwer) es un viaje hacia las profundas cicatrices que deja el maltrato infantil y su impacto en la salud mental en la edad adulta. Con esta obra la terapeuta Beatriz Ortega quería «una psicología digerible, que enganche desde ... la emoción y permita empatizar. Está contado a través de historias reales con las que cualquiera puede identificarse y poner nombre a una vivencia que quizá nunca reconoció«.
Al final de cada capítulo hay unas páginas de intervención orientadas a profesionales pero el libro, asegura esta experta en trauma, «está pensado tanto para cualquiera, porque todos, de una manera u otra, hemos sufrido alguna herida en el ámbito familiar».
A menudo ocurre que la sociedad, advierte usted en estas páginas, reconoce el maltrato físico, el abuso sexual… pero no el psicológico.
Sí, el maltrato psicológico es el más silencioso y también el más negado. Entendemos por maltrato psicológico la humillación, las comparaciones, la indiferencia afectiva, la sobreprotección, el desprecio, las burlas hacia el físico o la personalidad… Incluso ese silencio frío que deja al niño solo frente a su angustia. De hecho, en muchos hogares no hay agresión física ni heridas visibles, pero sí un daño emocional profundo. De eso va el libro: de esas huellas y heridas silenciosas.
¿Por qué cree que queda por reconocer la existencia del trauma infantil cuando no hay violencia explícita?
Pensamos que es algo que está muy hablado, pero no es así. Tenemos totalmente normalizadas las burlas, las humillaciones, las comparaciones entre hermanos, primos.... Creo que por eso hay tanto bullying: porque incluso dentro de casa eso ya está normalizado. Y, aun así, el dolor queda. En terapia lo vemos constantemente. Todavía queda mucho por hacer en salud emocional (que no solo salud mental): porque se menosprecia. Por fortuna, las generaciones nuevas están mucho más conectadas con su mundo emocional y eso es una buena noticia.
«Todos tenemos heridas y las transmitimos de alguna manera»
En el libro usted explica que las experiencias tempranas pueden traducirse después en síntomas de ansiedad, depresión o dificultades relacionales. ¿Cómo se pasa de lo psicológico a lo físico?
Esa separación entre psicológico y físico la hacemos mucho en Occidente. En realidad, el cuerpo guarda todos los recuerdos traumáticos, incluso los que no se pudieron procesar porque el hipocampo no logró actuar en ese momento. El cuerpo revela el trauma a través de síntomas físicos, pero también en la forma en que nos regulamos emocionalmente. Si he crecido en un entorno caótico, por ejemplo, puedo desarrollar una enorme necesidad de control. Y esa necesidad se expresa en conductas: adicciones, comida compulsiva… Son reguladores emocionales. La base es emocional, pero se manifiesta en el plano físico y conductual.
¿Todos tenemos traumas? ¿Hay algún padre que no «duela»?
Siempre digo a los padres en terapia: «No os preocupéis, lo habéis hecho mal seguro». Es imposible hacerlo perfecto. Todos tenemos heridas y las transmitimos de alguna manera. Ahora bien, hay grados. No todo el mundo tiene grandes traumas. Hay «heriditas» que solo duelen si las rozan, pero no marcan la vida. Una herida real es la que dirige tu vida, la que ha moldeado tu personalidad.
¿Cuáles serían los 'síntomas' más frecuentes en adultos con heridas de la infancia?
Llamamos «síntoma» a cualquier conducta dañina cuya función es positiva: sobrevivir emocionalmente. Por ejemplo: Si un niño ha tenido que cuidar de padres enfermos, alcohólicos o inmaduros—una inversión de roles—ese mecanismo de adaptación puede derivar en la edad adulta en codependencia, que es que la persona necesita a alguien a quien cuidar para sentir identidad. El TOC es otro ejemplo: en hogares muy rígidos, con altas exigencias o mucha comparación, el niño desarrolla compulsiones para sentir control, ordena por colores, coloca objetos… Y eso se refuerza hasta llegar a la compulsión adulta. La ansiedad generalizada, la dependencia emocional… Muchos síntomas tienen su origen en estas heridas tempranas. No siempre, pero sí en muchos casos.
«Ningún padre quiere reconocer que hace daño»
¿Y cómo influyen los estilos de crianza y el apego en la construcción del mundo interno del niño?
Muchísimo. El apego es como una radiografía emocional de la infancia. No es diagnóstico, pero sí una pista muy potente.
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Si un padre lee su libro y reconoce que algo no lo está haciendo bien, ¿qué debería hacer?
Un narcisista nunca va a reconocer que hace daño, pero que alguien tome conciencia supone un paso enorme porque desde ese punto el paso al cambio de conducta es más sencillo. A los padres que son conscientes pero se sienten abrumados por la culpa o están bloqueados la terapia les puede ayudar a adquirir herramientas y trabajar a nivel interno.
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