Perfil
Alberto Núñez Feijóo, el político contra los tópicos
El dirigente gallego oficializa el salto a Madrid que la oposición en Galicia lleva pronosticando desde el día que ganó sus primeras elecciones en 2009. Que si las segundas oportunidades no existen en política o que ya no son tiempos de mayorías absolutas son algunos de los clichés que han saltado por los aires con el barón gallego. Esta es su historia
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl primero, y más manido, es que los trenes en la vida no pasan dos veces. Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, 1961) ha necesitado que un terremoto sacuda hasta los cimientos al Partido Popular para que a su puerta llamara una segunda oportunidad. Una crisis ... existencial en el principal partido del centro-derecha español y una unanimidad interna en reclamarlo a él como solución. «Siempre que tuve la oportunidad de elegir, elegí Galicia», proclamaba en 2016 , cuando anunció que concurría a sus terceras elecciones autonómicas. Seis años después se intuye que poco margen de elección ha tenido en esta crisis . El peso de la responsabilidad, reconocen sus próximos. No se ha ocultado en ningún momento de este trance, dando la cara y marcando el guión del resto de barones, los mismos que ahora le van a entregar por aclamación el mando del partido, para que lo salve de sí mismo.
La historia vital de Feijóo empieza en un pueblo que no es uno sino cuatro al mismo tiempo, sobre la confluencia de tres ríos y a caballo entre dos provincias. La aldea de Os Peares se reparte entre los concellos Carballedo, Ferreira de Pantón, A Peroxa, Nogueira de Ramuín. Y o se es de la orilla norte o de la sur, divididas por el Miño en su tranquila travesía hacia la ciudad de Orense. En una tenía el colmado doña Eladia, la abuela materna de Feijóo y una de las figuras familiares más decisivas en su vida. Su padre Saturnino Núñez acudió a Os Peares a participar en la construcción de los embalses en la década de los 50, y allí conoció a Sira Feijóo. Alberto fue el primero de los hijos del matrimonio. Él recuerda ayudar a su abuela a vender pan en el colmado, a vivir en las apreturas de una casa , a que no siempre hubiera zapatos, a ir a la escuela en bicicleta. Sus padres lo mandaron a los Maristas de León con apenas diez años, y bajo su techo aprendió rigor y disciplina, una conducta cartesiana que sigue aplicando aún hoy. Cursó Derecho en Santiago del 79 al 84 –entre medias votó a Felipe— y al año siguiente aprueba la oposición para acceder a la Xunta. Para prepararse se encerró en su casa de Os Peares, con maratonianas jornadas de estudio del amanecer al crepúsculo. En tres meses sacó la plaza.
Un año clave en su trayectoria es 1990. Va a conocer a José Manuel Romay Beccaría, consejero entonces de Agricultura del primer gobierno autonómico de Manuel Fraga. El veterano político coruñés se fija en Feijóo y apuesta por él cuando es recolocado como titular de Sanidad en la Xunta. Romay lo nombra secretario general técnico del departamento, y cuando Aznar lo reclama en Madrid para que ocupe el Ministerio, este tira de Feijóo para que dirija el Insalud en un momento clave para el organismo, el de la transferencia de sus competencias a las Comunidades. La relación de Núñez Feijóo con la gestión sanitaria será una de sus credenciales cuando, treinta años más tarde, una pandemia ponga en jaque a los sistemas públicos de salud de toda España. En su viaje a Madrid lo acompañará una colaboradora fiel, Mar Sánchez, que a día de hoy sigue a su lado gestionando la comunicación de la Xunta. Es de las pocas personas a la que no le tiembla el pulso para llevarle la contraria al presidente cuando ve algo mal. En 2000 Romay cesa como ministro y Feijóo considera acabada su etapa. Pero quien lo llama en esa ocasión es Francisco Álvarez Cascos, titular de Fomento, que lo sitúa al frente de Correos. Es en estas fechas en las que se afilia al Partido Popular por su provincia natal, Orense.
Un petrolero y una sucesión
A Feijóo lo va a remover de Galicia un imprevisto como es el incendio que ha consumido el PP. En 2003 lo hizo abandonar Madrid otro acontecimiento que no estaba en agenda, como fue el accidente del Prestige. El petrolero que tiñó de negro las costas gallegas le costó el puesto al entonces delfín de Fraga, Xosé Cuiña , salpicado no por el chapapote sino por las filtraciones: sus empresas familiares habían vendido a las administraciones públicas material para la limpieza de las playas. La música suena conocida. Génova sacaba de la ecuación a un político incómodo y al que no controlaba. Dejaba a Fraga sin sucesor natural. Rajoy maniobró para hacerle hueco a Feijóo en Galicia. El viejo patrón acometió una crisis de gobierno y situó dos vicepresidentes a su estela, Núñez Feijóo llevando las obras públicas y el lucense José Manuel Barreiro en medio ambiente. De su etapa de conselleiro, el nieto de Eladia conservará a su equipo más estrecho: Mar Sánchez, el jurista Álvaro Pérez y un joven periodista orensano, Lucas Martinón, el cerebro detrás de sus discursos .
La historia podría haber sido distinta si Fraga hubiera accedido a la pretensión de Esperanza Aguirre, que quería recuperar a Feijóo para la cartera de sanidad en el gobierno madrileño. Don Manuel se negó. No fue una época fácil en las entrañas del PP gallego, dividido entre boinas y birretes , las almas rural y urbana de un partido hegemónico y capilarizado en el territorio pero que mostraba visibles señales de agotamiento tras 16 años de gobiernos de un político octogenario y que, sin embargo, se empeñó en posponer su sucesión desde el poder y concurrir a las gallegas de 2005. Pese a todo, se quedó a un escaño de la absoluta, apenas 7.000 votos en la provincia de Pontevedra.
La sucesión de Fraga se cuece en unas primarias con cuatro candidatos , pero en las que la disputa real estaba entre Feijóo y Cuiña, quien dio la pelea tras su defenestración. La mano de Romay se notó con la victoria del primero en La Coruña; la de Rajoy y Rafael Louzán, presidente de la Diputación, en Pontevedra. Además, Rajoy había pactado en Orense con José Luis Baltar, afín a Cuiña, que diera su apoyo al que venciera en Pontevedra, y este accedió. Barreiro ganó en su feudo lucense. Ante el congreso de enero de 2006 , Feijóo y Barreiro pactaron una candidatura de unidad que daba al primero la presidencia y al segundo una vicepresidencia más honorífica que ejecutiva, dado que la secretaría general recaía en Alfonso Rueda, un cargo intermedio de los gobierno de Fraga, vinculado al ámbito local, y al que muy pocos conocían en el partido. Ni siquiera Feijóo, que contó con él por recomendación de terceros. Para trabajar no se necesitan amigos, sino gente capaz. Pablo Casado aprendió esto demasiado tarde .
El partido recibió a Feijóo con incertidumbre. El viejo PP gallego se entregaba a un tipo que apenas llevaba tres años en la política autonómica, sin territorio, engominado, de zapatos castellanos y perfil bajo. Un ‘paracaidista’ de Madrid, recelaban . Incluso, cuando fue conformando su equipo de colaboradores, los ‘pata negra’ del partido se referían a ellos con sorna como ‘los chicos de Alberto’. Huelga decir que esa guardia pretoriana sigue hoy a su lado, a la que se han ido incorporando con cuenta gotas un par de personas más. Esos ‘chicos’ lo acabaron llevando a la Presidencia de la Xunta en 2009. Allí el equipo se agrandó, con la llegada de los periodistas Marta Varela y Luis de la Matta, ella en el gabinete del presidente, él en la sala de máquinas del partido, a la que se había incorporado un par de años antes.
Aquí se desmonta otro tópico, según el cual nadie recupera un gobierno a los cuatro años de haberlo perdido, porque las travesías por el desierto suelen ser largas. La del PP de Feijóo no fue extensa pero sí dura, dado que por el camino fue perdiendo poder municipal. La prédica en entornos urbanos no cuajaba. En la campaña de 2009, con una crisis económica devastadora en ciernes y un Zapatero negándola, Feijóo y Rueda aprovecharon la sensibilidad social para atacar al bipartito de PSOE y BNG por el despilfarro en su gestión . La izquierda política y mediática se revolvió contra esa estrategia tachándola de ‘fake news’, pataleta que quedó desmontada conforme ABC iba publicando contratos y detalles de controvertidos gastos en obras de despachos y coches oficiales. Ninguna encuesta, salvo la de ABC, pronosticaba una derrota del gobierno de Touriño. El 1 de marzo de 2009, Feijóo ganaba las elecciones. El PP gallego se pellizcaba para creérselo. Victoria doble: ganaba Feijóo y sobrevivía Rajoy.
El tecnócrata regionalista
El primer mandato de Feijóo es el del aterrizaje en la crisis económica, con un presupuesto que sufría mordiscos milmillonarios de un año al siguiente. ‘Feijóo I, el austero’, lo llegó a llamar la oposición . Lejos de molestarle, definía una forma de entender la gestión pública. Había que recortar tras perder Galicia 3.500 millones de euros de financiación en cuatro años. Cuando adelanta unos meses las elecciones a octubre de 2012, el gobierno gallego no había tenido una buena noticia que dar en todo el mandato. En España, el Ejecutivo de Rajoy vive hostigado por la prima de riesgo y los hombres de negro. Ya ha saltado el ‘caso Gürtel’ y la carcoma de la corrupción consume al charrán. En un gesto audaz (y que ha acabado siendo una fórmula empleada en las siguientes citas y en otros territorios), Feijóo se convierte en el reclamo electoral, minimizando las siglas del PP. No es extraño a la vista de cómo ha sido su modelo presidencial: un hiperliderazgo centrado en su figura, sobreexpuesto, para lo bueno y para lo malo . Pide el voto para él, no para su partido. Los gallegos compran su propuesta y le conceden otra victoria sobre los tópicos, en esta ocasión ese que reza que en la política actual ya no hay mayorías absolutas. Pasa de 38 a 41 escaños .
Aún en la espuma de la victoria, en marzo de 2013 Feijóo atraviesa su momento más delicado. ‘El País’ publica una serie de fotos del presidente gallego con el contrabandista Marcial Dorado, condenado años más tarde por narcotráfico. Salía a relucir así una amistad que ambos mantuvieron en los noventa, y que incluyó viajes dentro de un grupo de amigos. Las fotos habían sido localizadas en un registro judicial de la vivienda de Dorado, y el PSOE andaba detrás de ellas desde hacía tiempo . Era la kryptonita de Feijóo, se conjuraban. En su publicación se quiso ver la larga mano del fuego amigo tan habitual en el PP, de un CNI controlado por la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, que buscaba así cerrarle a Feijóo cualquier aspiración en Madrid. Feijóo compareció ante los medios ese mismo día y dio cuantas explicaciones se le pidieron . La oposición quiso incluso investigar si hubo trato de favor del entonces alto cargo de sanidad al narco. Jamás se probó tal cosa, ni siquiera indiciariamente. En 2016, la ciudadanía le concedió su tercera mayoría absoluta , después de que Feijóo quebrara su palabra de mantenerse solo dos mandatos. Se necesitaba una buena excusa. Creía tenerla: no iba a cederle la época de crecimiento económico a una oposición tras haber asumido él el desgaste de los recortes y las vacas flacas.
Del tecnócrata de 2009 va quedando poco a estas alturas. Abandonada la gomina en la campaña de las primeras elecciones, ya se descorbata más a menudo. El político de power point empieza a empatizar con el paisanaje. El gélido gestor se humaniza, aprende a pisar la calle. Las elecciones de 2016, que se tenían perdidas a comienzos de año, se ganan con una campaña de encuentros por los pueblos sin cámaras . Tan solo un banco azul para escuchar a los gallegos, principalmente de interior. El niño que vendía pan junto a su abuela en el colmado ahora despacha estabilidad y ‘sentidiño’ frente a populismos de distinto signo. Su perfil urbano se ha compatibilizado con el reclamo de sus orígenes rurales. La mezcla perfecta en la Galicia dual de campo y ciudad. Su discurso, además, ha abrazado sin complejos un regionalismo moderado , en el que es compatible ser español y gallego y defender una y otra lengua por igual. Los nacionalistas lo sitúan en la derecha española más ultra; los ultras lo consideran un nacionalista gallego.
Sus negacionistas, que los tiene y con una tenacidad rayana en lo obsesivo, atribuyen sus éxitos electorales a marejadas de propaganda y manipulación informativa en medios públicos y privados y a la ausencia de crítica real a su gestión. Apelan a privatizaciones en la sanidad, la educación y recortes en los servicios públicos, además de un fracaso en las políticas económicas. La sanidad gallega, dañada gravemente como el resto por la pandemia, registra el mayor presupuesto de su historia; en educación, Galicia presume del menor fracaso escolar de la serie autonómica y las tasas universitarias más bajas de España. Y en servicios sociales, la Comunidad se adelantó en la gratuidad de las escuelas infantiles de 0 a 3 años. Los informativos de la TVG, acusados de estar teledirigidos desde la Xunta, registran en la última década datos de audiencia superiores a los de las cadenas nacionales. En febrero fueron la autonómica más vista junto a la TV3. Al parecer los gallegos gustan del opio.
La moción de censura y la sucesión de Rajoy llenaron de razón a una oposición que desde 2009 vaticinaba la marcha de Feijóo a la capital. Lo cierto es que declinó ser ministro de España en el verano de 2015 , alegando que «desde Galicia también se puede hacer política nacional». Va a intentar hacerla ahora, estos primeros meses, compaginando Génova con la Xunta , en un difícil ejercicio de equilibrismo. En 2018 entendió que su candidatura al PP nacional no era saludada por la dirección saliente, y sin rubor se mantuvo en su esquina , viendo crecer al pequeño Alberto, acumulando capital político con su victoria en unas cuartas elecciones , las de verano de 2020, en plena pandemia y tras convertirse en referente de muchos presidentes autonómicos a la hora de gestionar la crisis sanitaria. La profecía de la oposición se cumple, década y pico más tarde . Y de paso finiquita otro tópico, ese de los gallegos en la escalera que no se sabe si vienen o van.
Ya se sabe: Feijóo va a Madrid.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete