El fenómeno de la luz equinoccial en San Juan de Ortega: magia en el Camino de Santiago
Escondida entre montañas, en tierras burgalesas, se encuentra una iglesia en la que cada mes de septiembre tiene lugar el fenómeno el 'milagro de la luz'
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FRAN CONTRERAS
En los Montes de Oca, al oeste de la provincia de Burgos, el viajero encontrará, escondido entre bosques de pinos y robles, al pie del Camino de Santiago, la decena de casas que forman el pueblo de San Juan de Ortega. Aquí ... se alza el monasterio de San Juan de Ortega, en el que cada mes de septiembre, en el equinoccio de otoño (así como en marzo, en el equinoccio de primavera) podremos contemplar el espectacular fenómeno de la luz equinoccial, el burgalés 'milagro de la luz.
Los orígenes del monasterio, su iglesia así como de la población, están ligados a Juan de Velázquez, hijo del caballero Vela Velázquez y Eufemia, nacido en la villa de Quintanaortuño en el siglo XI y más conocido como san Juan de Ortega. Como nos cuenta la historia, siendo muy joven conoció a santo Domingo de la Calzada, uno de los grandes constructores de la ruta jacobea, convirtiéndose en su discípulo.
Tras la muerte de su maestro, y debido a las disputas que se vivían en Castilla, decidió peregrinar a Roma y Tierra Santa. A su regreso, el barco en el que viajaba se enfrentó a un gran temporal y, temeroso por su vida, san Juan de Ortega se encomendó a san Nicolás, patrón de los viajeros, a quien prometió edificar un templo si no moría.
Ya en España continuó con su labor constructora del Camino de Santiago en tierras burgalesas y en unos terrenos donados por el monarca Alfonso VII, de quien era confesor, y en reconocimiento a su trabajo en favor de los caminantes, construyó una capilla dedicada a San Nicolás de Bari así como un hospital de peregrinos en uno de los tramos más peligrosos en tiempos medievales del Camino. Tras su fallecimiento, que tuvo lugar en el siglo XII, aquel pequeño santuario y hospital empezó a crecer, alcanzando su tumba e iglesia fama de milagrosa y convirtiéndose en un importante centro de peregrinación que pasó a ser llamado desde el siglo XIII como San Juan de Ortega, quedando bajo protección del papa Inocencio II y regido por monjes de la regla de San Agustín, posteriormente desde el siglo XIV, bajo dominio de monjes jerónimos hasta el siglo XIX.
La tumba milagrosa y mensajes secretos
Hoy, cuando el viajero recorra el templo, declarado Bien de Interés Cultural, de estilo románico, planta semicircular, tres naves y tres ábsides, con portada de arquivoltas ojivales, descubrirá que guarda un diseño diferente a cualquier otro, marcado por una belleza monumentalidad y sobriedad.
En su interior, en el centro, está el mausoleo marmóreo de san Juan de Ortega. Fue erigido en el siglo XV por Juan de Colonia sobre la cripta en la que se encontraba su sepulcro, que tuvo que ser ubicado, y puede contemplarse en una de las naves laterales, debido a las filtraciones de agua. Un templete de estilo gótico isabelino, tallado en alabastro, formado por cuatro columnas, con la imagen yacente del santo, y en cuyos laterales se narra la obra y milagros de quien es patrón de los aparejadores.
Una tumba, como comentábamos anteriormente, que fue tomada como milagrosa ya que los peregrinos extendieron la creencia de que sus reliquias curaban diferentes enfermedades, entre ellas la esterilidad, lo que hizo que la propia reina Isabel la Católica peregrinara hasta el templo rogando un hijo varón. Esto es algo que hoy siguen haciendo muchas personas.
Este santuario, además, guarda diferentes secretos, desconocidos por muchos, que dejaron los canteros medievales tallados en sus muros. Por ejemplo, los ventanales, separados por gruesas columnas, albergan diez arquivoltas cuyos cristales de alabastro crean un singular juego de luces y sombras al amanecer y atardecer proyectando el símbolo de la 'tetraktys', figura triangular con diez puntos ordenados en cuatro filas, vinculado a la música y a los pitagóricos, el mensaje de la totalidad absoluta. O un triple capitel, de los setenta y seis que posee, ubicado en el arco triunfal del ábside del Evangelio que reproduce el ciclo de la Natividad completo y que es protagonista del conocido como 'milagro de la luz'.
Un fenómeno misterioso
Y es que en la iglesia de San Juan de Ortega, cada 22 de septiembre, en el equinoccio de otoño, se produce un suceso que mezcla y aúna arte, arquitectura, astronomía, religiosidad y espiritualidad; el fenómeno de la luz equinoccial.
A diferencia del que ocurre en la iglesia Santa Marta de Tera en Zamora, que se produce por las mañanas, el burgalés prodigio arquitectónico-luminoso comienza a las 19:00 horas, cuando los últimos rayos solares del día entran por una ventana ojival situada en la fachada izquierda y atraviesan el templo. Durante cinco minutos iluminan el capitel donde aparece la Virgen, que a diferencia de otras representaciones no mira a san Gabriel, con los brazos extendidos y mostrando sus manos abiertas, dando la bienvenida al sol. Un portento que hoy sabemos fue creado por Simón de Colonia cuando en el siglo XV, por encargo de la reina Isabel la Católica, realizó las obras de restauración y ampliación del santuario. Fue descubierto en los años setenta del pasado siglo XX por Miguel Alonso mientras se realizaban unos trabajos de acondicionamiento.
Un fenómeno que invita al espectador a reflexionar que, además de su función didáctica -calendario que marcaba estaciones y tareas agrícolas-, está estrechamente relacionado con antiguos cultos solares paganos, y en este templo, más concretamente, con los 'milagros' vinculados a la fertilidad.
Hoy como ayer, el viajero tiene la posibilidad de viajar a los Montes de Oca para asistir a un acontecimiento sin igual en la iglesia de San Juan Ortega. A partir de las 18:00 horas, cuando se abren las puertas del templo, se reúnen decenas de personas para vivir una experiencia que sobrecoge y fascina: contemplar cómo la mágica luz equinoccial da vida y color a la fría piedra que guarda un secreto que seguimos sin desvelar.
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