Palencia
Villalcázar de Sirga: la tumba y secretos templarios de Santa María la Blanca
Fue la única encomienda de la Orden del Temple en Castilla. Hoy es la iglesia templaria más grande de España
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FRAN CONTRERAS
Situada en el centro geográfico de la provincia de Palencia, entre las localidades de Frómista y Carrión de los Condes, al pie del Camino de Santiago y del ramal jacobeo de la Vía Aquitania, se halla la localidad de Villalcázar de Sirga. ... Conocida como Villasirga, sus orígenes se remontan a época romana cuando fue eje del itinerario de Antonio y alcanzó esplendor en tiempos medievales gracias a su templo. Nuestro destino, ubicado en el corazón del pueblo, elevándose sobre las casas de adobe, es la iglesia de Santa María la Blanca, el santuario templario más grande de nuestro país y la única encomienda de la Orden del Temple en Castilla.
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Este lugar está repleto de historia e historias, de secretos y leyendas, que pasan desapercibidos para el viajero, empezando por el de su construcción. Según la tradición, fue posible gracias a un pacto con el diablo que brindó los conocimientos de la arquitectura sagrada a un maestro templario. Su nombre era Juan Pérez y, tras aceptar el trato con el maligno, obtuvo el saber a cambio de su alma. Tiempo después, enfermo y anciano, el caballero y maestro templario temeroso por su final encomendó su alma a la Virgen, prometiendo levantar una iglesia en su nombre si salvaba su alma. Fue así como, según la leyenda, el maestro constructor y comendador templario erigió la iglesia de Santa María la Banca, de la que no se sabe la fecha en la que fue construida.
Conocida como Santa María de Lito, aparece referenciada en un documento del siglo XIV -concretamente de 1307, un año antes de la desaparición de la Orden del Temple-, cuando es entregada a la población murciana de Cehegín por el maestre Rodrigo Yañez, siendo testigo el comendador fray Gómez Patiño. Una encomienda que estaba formada por un convento o monasterio, con claustro y sala capitular, dependencias para monjes y miembros de la orden, hospital de peregrinos y una iglesia, en la que trabajaban como vasallos los vecinos de las localidades de Villanueva del Río y Riberos de la Cueza.
Santa María la Blanca, la portada y el tesoro templario.
Una iglesia-fortaleza que sabemos fue construida a finales del siglo XII, terminada en el siglo XIII, bajo los estilos románico y gótico, que posee planta de cruz latina, tres naves, la central más alta que las laterales, columnas cilíndricas pareadas, arcos apuntados y bóvedas de crucería, crucero y cabecera con tres ábsides.
El templo tiene dimensiones y medidas catedralicias, con una grandiosidad que sobrecoge a pesar de que el terremoto de Lisboa en el siglo XIX derribó un parte, concretamente la Portada del Angel, por la que salían los peregrinos. Una magna construcción que, tras la disolución de la Orden del Temple, pasó a mano de la Orden de Santiago, envuelta por secretos y leyendas.
La primera de ellas la hallará el viajero en su portada. Ubicada en la parte meridional, es una rareza arquitectónica, formada por dos pórticos en forma de escuadra. El principal, el mayor, alcanza los quince metros de altura y está cubierto por una ojiva. En la parte inferior posee cinco arquivoltas, sin tímpano, con arquerías lobuladas apoyadas en capiteles sin decoración y jambas lisas. En ellas hay talladas cincuenta figuras de santos, clérigos, músicos y, escondido, un personaje ataviado con un gorro frigio, vinculado a los canteros medievales, en la mitología relacionado con los cultos al dios Atis -protector de la tierra y la fecundidad-.
En la parte superior, sobre las arquivoltas, un doble friso con la representación de la Anunciación y la Epifanía -con la imagen de la Virgen pisando a una serpiente-dragón-, así como la Jerusalén Celeste y un Pantocrátor rodeado por un misterioso Tetramorfos, en el que los evangelistas son representados por animales con una diferencia: no es un Toro el que personifica a San Lucas, sino un cerdo. Un pórtico marcado por la leyenda que afirma que el último rayo del sol en las fechas del equinoccio ilumina una figura que mostrará dónde se encuentra el tesoro que aquí escondieron los templarios. Adivine amigo lector cuál puede ser. Haré 'spoiler': el cerdo.
El templo, y milagros, de la Virgen Blanca de las Cantigas
Ya en el interior, el visitante quedará fascinado. A pesar del tiempo transcurrido y de las vicisitudes que ha sufrido el templo, deslumbra y embruja la belleza arquitectónica y escultórica y la energía se respira y siente. La misma que hizo que los caballeros templarios eligieron este lugar como encomienda para la Orden o que los reyes Alfonso el Sabio y su hijo Sancho IV lo convirtieran en uno de los principales santuario marianos reales.
Paso a paso, contemplará los más de cuatrocientos capiteles que poseen sus columnas -con motivos religiosos y paganos, animales fantásticos y legendarios-, así como las esculturas existentes en sus muros -desde rostros humanos hasta caballeros que nos hablan del amor cortés-, todos ellos relacionados con los templarios. Y al llegar al altar mayor, un nuevo misterio: el que rodea a la titular del templo, la imagen gótica del siglo XIII de la Virgen Blanca, la Virgen de Villasirga aparecida de forma milagrosa.
Está ubicada entre las tablas del retablo hispano flamenco que realizó en el siglo XVI el maestro Alejo cuya fama en la Edad Media llegó a ser de tal magnitud entre los peregrinos que compitió en popularidad milagrosa con la del apóstol Santiago en la Catedral de Compostela. No en vano, el dicho medieval que todavía se escucha hoy entre los caminantes lo deja claro: «Que lo que Santiago no te de, Villasirga te lo conceda»
Capilla de Santiago
Nuestros pasos se dirigirán después a la nave de la Epístola y a la Capilla de Santiago. Bajo la luz que deja pasar el gran rosetón, contemplaremos otra imagen sedente de la Virgen con el niño Jesús en brazos -no confundir con la Virgen Blanca-, y tres sarcógafos de los siglos XIII y XIV que encierran nuevos misterios por desvelar. Sepulcros policromados que se asientan sobre leones, mostrando el carácter real de los mismos, colocados en fila, en donde aparecen grabados caballeros templarios con sus armaduras y escudos con la cruz paté.
Un sarcógafo pertenece al infante Felipe de Castilla, hermano de Alfonso X el Sabio, vinculado a la Orden del Temple. Otro pertenece a una dama, a una de las esposas que tuvo el infante Felipe de Castilla. Según unas teorías se trataría de doña Inés Rodríguez Girón, otras afirman que es de doña Leonor Ruiz de Castro. Se trata de un sepulcro del siglo XIII que atesora en su decoración algo que no debería existir y que es difícil de explicar. Y es que las manos de la mujer sujetan un pimiento, representado dos siglos antes de que llegaran a España por Cristóbal Colón desde América. Un pimiento o como afirman algunos estudiosos, una panela, símbolo heráldico que representa una hoja en forma de corazón y el peciolo hacia arriba.
Y por último, el tercer sarcófago, para muchos la única tumba templaria que existe en nuestro país: la del legendario Juan Pereira, comendador de la Orden del Templo y maestro contructor de Santa María la Blanca
Villasirga, un templo de secretos para iniciados
Ocho siglos después de la desaparición de los templarios, Villalcázar de Sirga y su iglesia de Santa María la Blanca no solo siguen proyectando su fuerza y luz, su esplendor, sobre los campos palentinos así como a peregrinos y viajeros, sino albergando misterios y secretos, los mismos que rodearon y rodean a la Orden del Temple. Como descubrirá el viajero cuando visite y recorra el templo, no es solo un hito de la arquitectura medieval repleta de incógnitas, sino también un templo vivo que atesora la energía de las fuerzas telúricas y la geometría sagrada, en el que cada sillar tenía un por qué y para qué, cuyos muros susurran secretos y dan respuestas a todo aquel que sepa ver más allá de la fría piedra, en el que los canteros templarios legaron conocimientos ocultos a ojos de profanos.
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