Roncesvalles, mucho más que Camino de Santiago
Dólmenes, seres mitológicos, aquelarres y brujas, apariciones, criptas secretas, tumbas de caballeros y reyes legendarios son algunas de las prodigiosas reliquias del pueblo donde comienza la ruta peregrina
Santuario de San Miguel de Excelsis: el caballero, el dragón y la reliquia de San Miguel
FRAN CONTRERAS
Nuestro destino es el último pueblo de la comarca navarra de Auñamendi, a escasos kilómetros de la frontera con Francia. Está escondido entre los bosques de hayas y robles de las montañas del Pirineo, solo tiene veinte vecinos y no posee ... un edifico que haga las veces de ayuntamiento. Es conocido mundialmente por ser la localidad desde la que miles de peregrinos comienzan cada año el Camino de Santiago, donde se emprenden los ochocientos kilómetros que forman la ruta jacobea, lo que le ha valido el sobrenombre de 'La Puerta del Camino en España'. Pero no hace falta ser peregrino para poner rumbo a Roncesvalles y descubrir la historia, arte y leyendas; el encanto y la magia que atesora esta villa donde parece que se ha detenido el tiempo.
El laberinto de estelas de la Selva de Irati
FRAN CONTRERASFormado por decenas de estelas discoidales medievales, es el único que existe en el mundo en un cementerio
Asentamiento para el ser humano desde época prehistórica, estas montañas fueron tomadas como lugar sagrado, tal y como muestran los pocos conocidos dólmenes Artizlo y Epersaro, la huella de la cultura megalítica más importante en tierras navarras. Montañas creadas, según la mitología griega, por Hércules para el descanso eterno de su amada Pyrenne -de donde deriva su nombre-, que fueron el paso natural a la Península para celtas, romanos vándalos y visigodos.
Estas montañas fueron, además, el escenario de un hecho que marcó la historia medieval: la emboscada y derrota que sufrió el ejército de Carlomagno cuando abandonaba nuestro país -supuestamente a manos de musulmanes, aunque la realidad fueron vascones- y que conllevó la muerte de su ilustre caballero Roldán así como de los conocidos 'Doce Pares de Francia', sección del ejército de Carlomagno.
Orígenes
La popularidad del lugar, donde fueron enterrados los caballeros, se extendió velozmente por toda Europa gracias al medieval cantar de gestas. A lo que habría que sumar otro hecho clave: el hallazgo de la tumba del apóstol Santiago en Compostela. Comenzaron las peregrinaciones y el rey Sancho III el Mayor, impulsor de la ruta jacobea, creó en el siglo XI en las cimas montañosas un núcleo monacal llamado San Salvador de Ibañeta, que más tarde fue trasladado a las laderas por el rey Alfonso I el Batallador y el obispo Sancho Larrosa de Pamplona. Ambos fundaron en el siglo XII un nuevo monasterio y hospital de peregrinos para dar culto a la aparecida milagrosamente talla de la Virgen de Santa María de Orreaga.
Así nació Roncesvalles, que alcanzó esplendor a partir del siglo XIII cuando el rey Sancho VII el Fuerte lo tomó bajo su protección, eligiendo como panteón real, y apareció en el 'Codex Calixtinus' de Aymeric Picaud, considerada como la primera guía del Camino de Santiago. Uno de los monasterio más ricos y poderosos de toda Europa en cuya iglesia se veneraban como reliquias el olifante de Roldán, con el que pidió auxilio antes de morir, y el estribo y mazas de Carlomagno.
Sus dominios y posesiones llegaron a ser de tal magnitud que se afirmaba que cualquiera de sus monjes podía atravesar Italia, Francia y España, alojándose en sus propiedades. Y las viejas crónicas dejaron constancia que daba más de veinticinco mil raciones de comida porque siempre estaba abierto «no solo para católicos, sino a profanos, judíos, herejes o vagabundos». Las disputas entre reinos europeos, la desamortización de Mendizábal, la invasión de las tropas francesas, las guerras mundiales la guerra civil española consiguieron que Roncesvalles desapareciera. Estos son los lugares clave que lo forman y el viajero no debe perderse.
La colegiata de Santa María y la secreta Cripta de Sancho
Erigida a finales del siglo XII y principios del siglo XIII sobre un santuario anterior, por el rey Sancho VII el Fuerte, es apodada la 'Notre Dame' española por tener el mismo diseño que la gótica catedral francesa.
Tras cruzar el pórtico apuntado de tres arquivoltas y gran rosetón, accederemos a la Real Colegiata de Santa María (Roncesvalles) -que consta de tres naves, bóvedas de crucería, arcos formeros, pilares cruciformes y triforio-, de cuyos muros cuelgan grandes palios de tela con los símbolos de la concha peregrina, del reino navarro y la singular cruz abacial de Roncesvalles, con forma de báculo, que rememora la legendaria 'Cruz Caroli' dejada por Carlomagno en el lugar tras la derrota.
Al final de la nave lateral izquierda, encontraremos una pequeña puerta que, a través de unas escaleras, conduce a una enigmática estancia subterránea: la Cripta de Sancho. Se desconoce quién la construyó y qué función tuvo. Situada justo debajo de la cabecera, del altar mayor, es de planta rectangular y está cubierta con bóvedas de medio cañón. Tiene tres ventanales de alabastro que dan luz a la estancia, cuyos muros conservan excepcionales pinturas geométricas góticas con esvásticas.
La Virgen de Roncesvalles, la leyenda de la «Reina del Pirineo»
Ubicada en el altar mayor, rodeada por modernas vidrieras, encontraremos un templete en el que se guarda y venera a la conocida como 'Reina del Pirineo', la Virgen de Santa María de Roncesvalles. Según la leyenda, fue escondida durante la invasión musulmana y redescubierta de forma prodigiosa por un pastor tras contemplar unas extrañas luces en los bosques. La tradición afirma que cuando los lugareños avisaron al obispo de Pamplona del hallazgo, este ya estaba al tanto del prodigio porque en sueños un ángel le había contado lo sucedido. Una talla andariega, ya que como sigue narrando la leyenda, cuando los vecinos la llevaron a la cercana localidad de Burguete, de forma inexplicable regresó al lugar donde había aparecido.
La imagen original desapareció y hoy contemplamos una talla de la Virgen gótica, de madera y policromada, que fue forrada en plata en el siglo XIV por orfebres de Toulouse.
La tumba de Sancho VII el Fuerte y las Cadenas de las Navas de Tolosa
Tras descubrir los secretos de la colegiata, accederemos al claustro -originariamente gótico, reconstruido en el siglo XVI, de cuatro tramos irregulares y arcos ojivales-, y más concretamente a la antigua Sala Capitular, hoy conocida como Capilla de San Agustín. Un bloque cúbico, con aspecto de torre fortaleza, con bóvedas de terceletes, claves decoradas con ángeles y cubierta piramidal, en cuyo centro se encuentra el sepulcro del rey Sancho VII, apodado el Fuerte por su gran estatura.
Su tumba atesora la originaria losa gótica, del siglo XIII, con la figura del monarca yacente. Y un detalle que pasa desapercibido: el rey tiene una pierna cruzada sobre la otra, lo que para algunos expertos representa que además de caballero cruzado era caballero templario. Frente a la misma, hallaremos a los pies de un pequeño altar, una reliquia: se trata de las Cadenas de Las Navas de Tolosa. Según la tradición, pertenecían al campamento de Miramamolín y fueron arrebatadas por Sancho VII el Fuerte tras la batalla que dio origen a la Reconquista. Cadenas que son hoy uno de los símbolos que aparecen en el escudo de Navarra.
El ajedrez de Carlomagno y esmeralda de Miramamolín
Nuestro recorrido por el complejo religioso continúa rumbo a la antigua casa prioral y biblioteca, hoy museo catedralicio. Son numerosas las joyas artísticas que guarda pero entre todas destacan dos que son historia y leyenda.
La primera es el ajedrez de Carlomagno. Se trata de un damero gótico, del siglo XIV, de madera forrada con láminas de plata y doradas, decorado con esmaltes de Limoges, que durante siglos fue venerado como reliquia, pues ha sido tomado como el ajedrez con el que estaba jugando Carlomagno cuando escuchó la llamada de auxilio de Roldán. En realidad, se trata de un altar portátil que guarda en cada casilla pequeñas reliquias, entre ellas una sorprendente: una pequeña ampolla que supuestamente contiene sangre de Jesús de Nazaret.
La segunda joya es la esmeralda de Miramamolín. Según la tradición, Sancho VII el Fuerte se la arrebató del turbante al rey musulmán tras la batalla de Las Navas de Tolosa y, al igual que las cadenas citadas anteriormente, se las trajo como botín. Hoy aparece representada en el escudo de Navarra.
El silo de Carlomagno, la tumba de Roldán y los Doce Pares
Ya fuera del recinto religioso, nuestra siguiente parada es un edificio único -no hay otro igual en el Camino de Santiago, ni en el resto de España-, que se asoma a orillas del arroyo Oiarburu. Es la capilla del Espíritu Santo , también llamada silo de Carlomagno.
Se trata de un recinto de planta rectangular, protegido por un claustrillo, con bóvedas de cañón y techumbre a dos aguas. En su interior, en los pasillos laterales, aparecen decenas de estelas funerarias, ya que se trata del cementerio de los vecinos y monjes de Roncesvalles. En el centro del mismo se alza un altar y sobre el mismo una gran lámpara con forma de corona visigoda.
Es la construcción más antigua y misteriosa de Roncesvalles ya que, como cuenta la tradición, fue erigido por el propio Carlomagno en el lugar donde murió y se enterró a Roldán, junto con su legendaria espada Durindana, y a sus caballeros ilustres, los Doce Pares.
Un templo funerario, como avalan las excavaciones arqueológicas que se realizan cada año, que se levantó sobre un antiguo lugar de culto pagano y gran osario que alberga los restos de cientos y cientos de peregrinos de diferentes épocas.
Los bosques del Basajaun y las Brujas
La visita a Roncesvalles no puede terminar sin que el viajero recorra los mágicos bosques de robles y hayas, habitados por seres ancestrales y de leyenda, que rodean a la villa. En el bosque de Basajuanberro reside el Basajaun, el Señor de los Bosques, uno de los grandes personajes de la mitología navarra descrito como un gigante peludo que enseñó oficios como la agricultura o la forja a los primeros seres humanos.
También destaca el bosque de Sorginaritzaga o el Robledal de las Brujas, en el que se reunían las hechiceras navarras para celebrar aquelarres. Brujas que en el siglo XVI fueron protagonistas de un proceso inquisitorial que realizó el licenciado Balanza -conocido como el Torquemada Navarro- que terminó con cinco de ellas en la hoguera, y donde se levantó una cruz, hoy llamada de Roldán, para exorcizar el bosque.
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