Los olvidados del volcán de La Palma: la tragedia que no acaba
Trescientas familias aún no tienen casa. La lección de Cumbre Vieja es que todas las desgracias del 'prime time' terminan cayendo en el olvido, «que es la tristeza». De las ayudas del Estado, cuatro años después ha llegado solamente un tercio
Los afectados, a los Reyes: «La reconstrucción no va bien y es caótica»
La Palma asume una importante carga económica a la espera de los cien millones prometidos por el Estado
Texto: Chapu Apaolaza | Fotos y vídeo: Pablo Ortega
Enviados especiales a La Palma
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónA los muertos de Todoque los enterraron dos veces. La primera, en su día cuando murieron y, la otra, en septiembre de 2021, hace cuatro años, cuando la lava del Cumbre Vieja se coló por entre los huesos, los nichos y las ... lápidas, y quedaron sepultados bajo cuatro metros de piedra negra. Muchas de las tumbas quedaron allí abajo retorcidas por el calor, llevados algunos restos por la colada quién sabe adonde, y por entre las galerías del camposanto Virgen de los Ángeles se extendió una capa oscura, metáfora perfecta de cómo el volcán que entró en erupción el 19 de septiembre a las tres de la tarde, lo borró todo: la orografía, las casas, las historias y hasta la memoria de lo sagrado.
Los afectados del volcán de La Palma a los reyes: «La reconstrucción no va bien: es caótica y sin rumbo»
Laura BautistaTras casi 3 años y medio de la catástrofe volcánica, lamentan que «no hay fondo económico que garantice la ejecución de proyectos para rehacer la vida»
Por este lado llega hasta el nicho de Ángel Brito Brito cuya lápida cuarteada por el magma deja al descubierto no sé qué oscuridad de ataúdes. Quedó allí abajo el abuelo de Toño León, uno de los trabajadores que se afanan en retirar la lava que queda y adecentar aquello para el día de difuntos. «Se han borrado los últimos ochenta años del valle», dice bajo un sombrero de paja.
Los familiares que no pueden rezar a los suyos prenden pequeños ramos de claveles entre las grietas de la piedra y han montado un minúsculo altar con un escudo de la Virgen de las Nieves y la base de una botella de agua mineral para las flores.
Si todo va bien, el primero de noviembre procesionarán la Virgen por la carretera que cruza las coladas, que reúna las dos partes de una isla partida y que venza, tal vez, al diablo que un día emergió de las entrañas de la tierra y durante 85 días fue ocupándolo todo en un directo de cien mil millones de telediarios que un día se esfumó.
Quedaron en un olvido «que está hecho de tristeza», según Fátima Ramos, de la Asociación de Afectados por el volcán de La Palma. Trescientas familias siguen sin una casa definitiva, la tierra sigue ardiendo, las ayudas del Estado no terminan de llegar. Esto no se ha terminado.
Todo esto era Todoque. En las aplicaciones de mapas, aún aparece la zona como era antes, como está debajo. A España se le quedó en la memoria la Iglesia de San Pío viniéndose abajo consumida por la lava y el polvo. Ahora, decenas de metros encima de la Iglesia funciona una máquina que pica roca.
«¿Qué estamos pisando?»
El calor se eleva todavía desde el suelo. Han medido 300 grados en la superficie bajo la que discurren, como las venas de la Tierra, tubos volcánicos que siguen bombeando sangre incandescente. De pronto, a los reporteros empiezan a humearles las suelas de los zapatos. ¿Qué demonios estamos pisando? Alán González, trabajador de la obra, vuelca una garrafa sobre el piso y se evapora el agua hirviendo, como en una cazuela. «Yo lo he perdido todo: vivía un poco más allá», recalca.
En Casa Kiko, entre el trajín de costillas y papas con mojo verde, chatos del vino de la tierra y ropavieja, camisetas de tirantes y confianza de venta de barrio, anuncian por la tele una serie documental que se llama 'Catástrofes', y el reportero, mientras almuerza, piensa que mandan muchas narices. A las cuatro, Silvia cierra la puerta. «Antes abríamos todo el día, pero de aquí se ha ido mucha gente y tenemos menos clientela. Seguimos tirando, pero cuesta. Nos hizo daño, claro», explica en alusión al rugido del volcán.
Por entre la colada se aparecen, en una desconcertante cotidianeidad, tejados, ventanas y algunas casas que se salvaron en un milagro extraño. En uno de los caminos, apaña una planta José Barreto, camiseta comida por el sol, sombrero, cuerpo enjuto y seco. A sus 56 –parecen diez más–, ha vivido dos volcanes y sabe «que vendrá otro». «Hay que acostumbrarse a esto, no queda más remedio», dice, lánguido. Su vivienda se salvó por cien metros. Sabe que algunas de las casas siguen intactas, pero no se puede llegar a ellas. Él mismo trabaja en la piedra y sabe que en llegar a todas ellas se pueden tardar ocho o nueve años, la mitad si llegara el Gobierno del Estado que no termina de llegar.
Esta es una tragedia usada, desgastada y descolorida, deshilachada por la parte de la motivación primera del impulso de la ayuda y la solidaridad. La catástrofe ajada por los días que se amontonan en el rincón de una pesadumbre, no por aceptada, menos evidente. El ser humano es elástico, tanto que puede hacer rutina de las situaciones más locas. Pino López Carmona, que tiene 78 años, ya no quiere irse de las viviendas hechas de contenedores en las que pusieron a su familia y otros cientos cuando estalló el volcán. Otros fueron a casas de protección oficial, otros se realojaron en viviendas de madera en El Paso. Su barrio, que parece un muelle de carga, lleva por apodo 'los modulares'. Es lo que los modernos llamarían un barrio 'pop-up' que ha ido haciendo cada vez más definitivo, un poco más solitario, un poco más inseguro.
Esta mañana ha habido lío porque esta noche han entrado los okupas. Pino no quiere salir en cámara porque no lleva los dientes, ni se ha peinado, pero arranca su relato con una fuerza sobrehumana que después se va viniendo a menos, como una reproducción unipersonal de lo que le pasó a esta isla. «Yo cuido de mi marido que está en la cama. Vivo por él, cocino, voy a comprar, riego las plantas: esa es mi vida. Estoy muy agradecida de que me dieran un techo y de lo bien que se han portado conmigo».
Durante años estuvo separada de su Ramón que fue a una residencia, y por fin pudieron juntarse aquí, en el módulo siete, rodeada de todas sus plantas que cuida en el minúsculo jardín del Edén del callejón, una vecina que mira la tele sin mirarla y un loro verde y enorme que no tiene nombre, que coge cada berrinche y asusta con sus gritos «a los acreedores», y a los reporteros, también.
«Recen por mí a Dios, que me aprieta»
Vivía en una casa con un campito, tenía gallinas, cabritas, mangos, aguacates, hacía queso, lo vendía, trabajaba codo con codo con su marido una finca de plátanos que se llevó la lava. Cuenta todo eso y súbitamente cambia el gesto y toca suelo, duramente y de golpe, como esos ancianos que se caen por la calle. «Todo el que venía a casa se llevaba algo y de pronto, me vi pidiendo comida. Eso para mí fue muy duro. Me vi sin mi marido que es mi vida. Sin los ahorros para que a Ramón y a mí no nos tuvieran que llevar a un asilo y alguien pudiera cuidarnos. Ahora tengo ansiedad. Me levanto llorando y me acuesto llorando. Me quedé sin padre con 4 años de edad, perdí a un hijo con 2,5. Ya no sé si creo en Dios porque Dios me ha apretado tanto… '¿Por qué me ha apretado tanto a mí?', me pregunto, pero no tengo la respuesta. Porque soy sufridora, supongo, –concluye, y se rehace un poco en esa sonrisa que de pronto es la de todas las abuelas del mundo–. Ay, hijo, pídanle a la gente que recen por nosotros. Rezadle a Dios por mí».
Cumbre Vieja es una cumbre nueva
No todos en la isla miran a la cumbre. Muchos no quieren ni pasar por la carretera que cruza las coladas y prefieren dar un enorme rodeo
Foto: Una carretera permanece cortada a causa de las coladas de lava que dejó el volcán en 2021
Desde todos los lugares de esta parte de la isla se puede ver la Cumbre Vieja que, paradójicamente, es una cumbre nueva, una montaña intrusa. No todos en la isla quieren o pueden verla. «Muchos no quieren ni pasar por la carretera que cruza las coladas» y prefieren quedarse a un lado o a otro o dar un enorme rodeo.
«Es la segunda vez que vengo aquí en cuatro años», confiesa Fátima Ramos. En su relato salen las historias de las 300 familias que quedan por tener un techo definitivo, las quejas de la precipitación y de la especulación por la que los terrenos rústicos en los que ahora pueden construir los afectados multiplicaron su precio por diez. Y la cochina inflación que hace que cuando llega la ayuda, si es que llega, todo está ya por las nubes y el dinero no llega.
A los que no han vivido una catástrofe les aconseja «que aseguren sus cosas» y a los que la han vivido, como los de la dana de Valencia o los incendios del pasado verano, «que se unan, que no dejen de luchar y que no permitan que les separen. Ojalá los políticos del Gobierno se pongan las pilas» con todas las emergencias, añade.
Un tercio de las ayudas
En esta queja, Fátima coincide plenamente con el presidente del Cabildo Insular de La Palma, Sergio Rodríguez (Coalición Canaria), que en aquellos días era alcalde del municipio de El Paso, responsable de los afectados y afectado él mismo. En Puerto de Naos, junto a la colada, las casas quedaron intactas, pero no pudieron entrar durante tres años por la presencia de monóxido de carbono, el gas venenoso que sale de la tierra, incoloro e inodoro que ahora monitorizan con miles de sensores por todo el pueblo.
Empezar de nuevo
Cuando llegan ayudas desciende la tasa de problemas de salud mental porque dan esperanza a la gente
Fátima Ramos mira el volcán
Según Rodríguez, de los 150 millones que debía entregar el Gobierno de España, solo ha entregado un tercio. «Durante la erupción, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez,visitó la isla once veces y en la última legislatura solamente ha habido dos comisiones mixtas», contrapone. El dinero es fundamental en la 'curación' de esta isla canaria.
Cuando llegan ayudas, desciende la tasa de problemas de salud mental. «Da a la gente esperanza, algo por donde empezar». «La gente de aquí es muy resiliente, es fuerte, ha enfrentado muchos problemas, no lo ha tenido nunca fácil. Es una cuestión de dinero». Desgraciadamente, aún queda mucho por llegar.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete