EN OBSERVACIÓN
La máquina que nos gobierna
El PP lucha por lo analógico contra la inteligencia artificial del sanchismo
Siempre os quedará Benidorm
Sánchez, del 'lawfare' al 'apreteu'
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Iniciar sesiónLa que le puso el mote fue María Jesús, nada más verla. «¿IA? IAdeputa, pero qué gracia tiene la condená». Y se quedó con lo de IAdeputa. Así la conocen en Moncloa, donde desde entonces cientos de asesores alicaídos arrastran los pies, almas en ... pena y de pago, mientras de una máquina de café a otra recuerdan los buenos tiempos en que sus ocurrencias llegaron a tener sentido.
—Me estoy acordando ahora, tú fíjate, de lo bien que nos quedó lo de 'Salimos más fuertes'.
—Menuda inventada.
Ya ni siquiera eso. «No os preocupéis, que cobrar vais a seguir cobrando», no tardó en decirles Bolaños, que fue el que salió al patio a dar explicaciones. El ministro se quedó con unos cuantos, tres o cuatro, los justos, para adiestrar documentalmente a la máquina, condicionar sus respuestas y actualizar sus reacciones, de un sanchismo ya tan subido que incluso el jefe del Ejecutivo ha tenido alguna que otra vez que pararle los pies. «Ay, si te pillo con quince años menos, ladrona». «Por lo de la tesis lo dices, ¿no?». «Calla, que me tienes loco perdido».
Que nos gobierne una máquina no es peor que lo haga un sinvergüenza. Total, por hache o por be, pelele chulesco del quiero y no puedo, Sánchez no hace absolutamente nada y se limita a librar de boquilla una batalla imaginaria contra la operación de demolición moral (sic) de la que desde hace año y medio asegura ser víctima. El presidente del Gobierno no pasa de decir cosas y para eso están los ordenadores. Cuando le da por improvisar es un verdadero desastre –«Yo estoy bien», «Son las cinco y no he comido», «Si necesitan ayuda que la pidan», «He estado toda la tarde liado», «La noche va a ser larga»–, pero con la IAdeputa tiene cubiertas las espaldas y garantizado un discurso coherente con su delirio.
Hay que hilar y digitalizar muy fino para mantener el nivel –estamos más o menos a la altura del suelo pélvico del coño de la Bernarda– y proponer argumentos que pasados por el filtro de la inteligencia artificial resultan ya impepinables para una oposición analógica y obsoleta, víctima de unas rutinas dialécticas que resultan inoperativas ante semejante caudal de fantasía informática y distorsión tecnológica. No hay forma humana de confrontar con un Deep Blue de estos, capaz de elaborar en apenas un nanosegundo respuestas como la que Yolanda dio la semana pasada para tratar de zanjar el escándalo de las pulseras –«Todo puede fallar, ya está arreglado»–, paradigma de la impunidad que el periódico global popularizó con la gracia didáctica que lo distingue. «Las grietas del sistema», puso en portada. El 'sistema', las 'grietas'... Ea. IA.
Como un columnismo agotado de reformular la caída de Sánchez, más que nada por darse vidilla –esto va camino de los ocho años y no hay ya quien lo aguante y lo cuente–, la oposición aplica modelos cartesianos y analógicos al análisis de la situación y a su terapia de choque, sobra aclarar que contra la pared y el muro, como se puede apreciar en las sesiones de control de los miércoles. Que nos gobierne una máquina no es peor que lo haga un sinvergüenza, pero ponerse a jugar al ajedrez con la biznieta de Deep Blue –«Todo puede fallar», sugiere la IAdeputa– exige tanta concentración como excentricidad, contradiós que es al PP lo que el delirio coherente al sanchismo.
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