Guardianas del campo: ocho mujeres que son ejemplo para el sector primario
8-M Día Internacional de la Mujer
Ellas lideran proyectos clave para el futuro de la agricultura y la ganadería en España, desde la veteranía y el talento joven
La tostadora: el invento inglés que patentó EE.UU. para un desayuno español que ya se tomaba en 1765

Los últimos datos disponibles del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Pesca siguen sosteniendo la imagen de un sector primario masculinizado. En el campo, si bien las productoras ya no pueden ser consideradas una excepción, el empresariado continúa estando mayoritariamente en manos de hombres. ... Así, solo el 32 % de las personas titulares de explotaciones agrarias en España son mujeres. Pero la brecha es aún mayor, ya que solo el 25,7% de ellas son jefas de los proyectos.
De fondo, el problema del envejecimiento de la sociedad rural también tiene un matiz de género. Las edades laboralmente activas son preeminentemente masculinas. Los estudios de desarrollo rural del último lustro apuntan a una realidad muy cruda: los hombres se están quedando solos en esa llamada 'España vaciada' en la que la pérdida de natalidad pone en peligro la sostenibilidad demográfica.
Algunas de esas mujeres que no se han marchado, que han decidido volver o que nunca estuvieron en un ambiente rural pero vieron una oportunidad en el campo, conversan con ABC con motivo del 8-M, Día Internacional de la Mujer.
Dehesa Monteros (ibéricos)
Chelo Gámez

Chelo Gámez tuvo un «sueño ibérico» a los 60 años. Hoy, con veinte más, esta catedrática de Macroeconomía –la primera mujer que dio clase en la Universidad de Málaga–cuenta con su propia marca de ibéricos: Dehesa Monteros. De forma casual acabó comprando en 2004 la finca que un alumno le invitó a conocer para poner en práctica sus teorías ecónomicas. El terreno, que había heredado otro estudiante, concita toda esa riqueza del Valle del Genal, en la serranía de Ronda, de la que se enamoró Gámez. «La compré con la oposición de mi marido, con la intención de hacer una casa bonita y encontrar un retiro», explica.
Jubilada, el inesperado fallecimiento de su esposo en 2005 y la entrada en contacto directo con aquel entorno le llevó a poner su finca en explotación. Su vocación académica la empujó a estudiar todo cuanto tenía que ver con los cerdos ibéricos que allí criaban otras grandes casas jamoneras. «¿Por qué no aportar valor a los jamones de la Serranía de Ronda compitiendo en igualdad?, me pregunté», explica quien hoy se define como una mujer de campo «atípica».
No lo tuvo fácil. «Colisioné frontalmente con la realidad masculina del campo. Por ser mujer y por no formar parte de su mundo. Yo no había visto un cerdo antes en mi vida», cuenta ahora, con 14 fincas en explotación para los productos que elabora –tiene secadero en Jabugo, en El Repilado (Huelva).
Aún así, defendió una nueva forma de alimentar al cerdo, con una 'premontanera' de las castañas que allí se dan y que marca el dulzor y la grasa infiltrada de sus lomos y jamones. «Los criadores me trataban de loca. Si iba con mi hijo, le hablaban a él como si yo no existiera», relata. «Cuando vieron que yo pagaba bien y antes que otros empezaron a respetarme», recuerda sobre el camino que abrió para sus hijos José e Ignacio Simón y, sobre todo, para su hija Chelo Simón.
Ca Climent (cacahuetes)
Ana Climent

Esta periodista setabense de 34 años, experta en comunicación de marca, sintió desde niña el arraigo con lo rural que le inoculó su padre Eduardo en el pueblo familiar, Granja de la Costera (Valencia). Sin embargo, no imaginó liderar el proyecto ganador, con el cacahuete como protagonista, del programa Empowering Women in Agrifood con el que la Unión Europea quiere romper la brecha de género en el campo.
Esa localidad está vinculada históricamente al cultivo de las variedades autóctonas del collaret y cacaua –ambas en peligro de desaparecer por su baja rentabilidad–. Los Climent han conservado durante cuatro generaciones las semillas de esta leguminosa que no falta en el 'esmorzaret' –el popular almuerzo valenciano–. «En la pandemia, confinada, tuve que comprar por primera vez cacahuetes ya que siempre había comido los que cultivábamos en casa para autoconsumo. Los que encontré en todos los supermercados de Valencia eran importados. Sentí que tenía que hacer algo», apunta sobre Ca Climent, un proyecto que empezó con vocación divulgativa y que, en 2022, dio la primera cosecha.
«Montamos el obrador para tostarlos en la casa de mis bisabuelos». Su padre, que años antes se vio obligado a dejar el campo por falta de rentabilidad, ha seguido esta ilusionante empresa. «Ya no quedan productores. Los agricultores más mayores me decían que no sabía dónde me estaba metiendo y ahora siento su admiración y cariño por lo que hemos logrado», cuenta sobre un sus 'cacaus' que vende de forma online, en comercios de Valencia y Cataluña y con los que, además, cocinan los estrella Michelin Begoña Rodrigo –La Salita–, Carito Lourenço –Fierro–, o Lluis Valls –El Poblet–, entre otros chefs.
Quesería Roca de Cabra (queso camerano)
Alicia Fernández

Es una de las guardianas del queso camerano. Una joya riojana de la Sierra de Cameros, en la que Alicia Fernández y su pareja Matías Mogilner crearon un proyecto de vida de la nada. «Mi padre nació en Ortigosa de Cameros y nos vinimos a vivir aquí en 2018. Entonces estábamos buscando un piso en Barcelona, que es donde nací», explica esta quesera de 47 años que hasta entonces no había hecho queso. «Pili y Francisca, dos mujeres del pueblo, me enseñaron a hacerlo», cuenta ahora que tiene una ganadería propia con 180 cabras serranas cruzadas con raza malagueña.
Aunque contraria a idealizar el campo, asegura que «hay oportunidades para mujeres emprendedoras» –ahora mismo acoge a otra quesera, Verónica Sierra– sin negar que sigue estando «muy masculinizado». «Los problemas que he tenido han sido más por ser foránea que por ser mujer. De todas formas, por mi carácter, no creo que se atrevan», dice.
La Calabacera (frutas subtropicales)
Dulce Acevedo

En Guía de Isora –y casi en toda Canarias–, hay pocos que no sepan quién es Dulce Acevedo. En los 90 heredó una porción de tierra de su abuelo materno que hoy alcanza las 1,5 hectáreas. La Calabacera, que así se llama, es una de las fincas pioneras del cultivo ecológico con el plátano canario como protagonista. Un cambio por el que apostó contra viento y marea y aunque muchos consideraran que «era una loca».
A pesar de que las dudas y el miedo la «asolaron hace veinte años», hoy con 68 años nadie cuestiona la calidad que ha logrado en frutas subtropicales como las papayas, guanábanas o guayabas que cultiva junto con el café, la caña de azúcar, el cacao, los cítricos, las verduras y hortalizas que planta entre las plataneras y sus viñedos. Un trabajo que reconocen desde hace años chefs y publicaciones como la Guía Repsol.
Ajos Agus Ramírez (artesanía del ajo)
Agus Ramírez

Agus Ramírez nació en el campo hace 49 años y de él quiere vivir. Presume de ser la única empresaria mujer que lo hace en Las Pedroñeras (Cuenca) del cultivo y del trenzado de su ajo, con Indicación Geográfica Protegida. «Quiero pensar en que soy un ejemplo para otras mujeres. Me ha costado mucho llegar hasta aquí», cuenta. Sin el apoyo de su entorno, estudió Administración y montó su empresa –en la que solo trabajan mujeres– para poner el valor un producto que exporta a países como Alemania e Italia. «En realidad lo que yo quiero es que se quede en España, porque el ajo morado es una maravilla», dice.
No duda en reiterar que en el entorno rural «sigue habiendo machismo». Y destaca: «Noto más avance en los hombres que en mi género. A veces ellas tienen más prejuicios con quienes hemos llegado a posiciones de liderazgo». En abril abrirá un museo y tienda gourmet de artesanía del ajo y productos manchegos.
Pastora
Susana de Benito

Susana de Benito, madrileña de 34 años y pastora desde hace cinco, busca aún el lugar y el proyecto con el que dedicarse a lo que le gusta: «Me he tenido que marchar de mi entorno para hacer lo que quiero», cuenta de regreso de su último trabajo en plena época de partos en los rebaños. Estudió Educación Social, pero su pasión por los animales y la naturaleza han podido más.
Todo ello pese a que «lo masculino y lo femenino está superdescompensado» en su sector. «Aún se ejercen algunas violencias que me generan rabia e incomodidad. A veces no tengo voz ni soy escuchada y tengo que demostrar el doble. También porque no hay gente joven», opina. Aún así intenta ser práctica: «Me gusta esta vida sencilla. No hay que dramatizar», dice.
Clos Martinet y Venus La Universal (vino)
Sara Pérez

A veces el legado pesa tanto como una losa. El agradecimiento a la herencia recibida fue un lastre hasta que Sara Pérez encontró una nueva forma de expresión. «Me entrené para predecir lo que se esperaba de mí y de los vinos cuando me hice cargo de la bodega que fundó mi padre –Clos Martinet, en El Priorato–. Pero yo no me bebía mis vinos y necesité hacer lo que sentía», explica con 53 años sobre el cambio que lideró hace 25 en una zona vitícola tensionada por realidades enfrentadas: «el origen de estos vinos «nada tiene que ver con el esnobismo y el prestigio que se les dio».
Apostó por la incomodidad y se enfrentó al rechazo del sector. Se enamoró de la cariñena frente a la garnacha e introdujo nuevos materiales disruptivos como ánforas de cerámica o damajuanas de cristal. En ese camino propio que abrió ventanas al atrevimiento se ha encontrado con su «ira» al comprobar «la decepción» de que esa teórica educación en igualdad aún está lejos de materializarse: «No me sirve la idea de que hemos avanzado mucho. No es verdad. No tenemos ni las mismas oportunidades ni nos miden igual». Y aboga por más hechos: «Yo a mis trabajadoras les doy, a mi costa, un año de lactancia frente a los tres meses que me obliga la ley».
Las Hermanas (pimentón)
Alicia López

Esta licenciada en Económicas revolucionó un producto único como el pimentón de La Vera. Alicia López también es legataria de una casa –la que fundó su abuelo en los años 40 en Cuacos de Yuste (Extremadura)– a la que se atrevió a cambiar el nombre y a modernizar pese a estar en un negocio anclado en la costumbre.
Su empeño, junto al de su hermana Raquel –por eso y porque tiene dos hijas llamó a su empresa Las Hermanas–, abrió un camino en un mundo hasta entonces en manos de hombres. «No ha sido fácil. No lo es aún. Soy la primera mujer que entró en el consejo regulador y también en tener un laboratorio de I+D para explorar las posibilidades del pimentón de la vera con productos derivados como sazonadores», explica quien hoy con 48 años ha conseguido posicionar su marca en EE.UU., Japón, Australia, Alemania o México.
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