Claves para fomentar la lectura desde edades tempranas y conseguir que los niños lean

Según la investigadora Maryanne Wolf, «no nacimos para leer». Es decir, el cerebro humano no puede hacerlo por sí mismo porque no es un hecho natural. Toca, por tanto, enseñarle hasta que se convierte en un proceso automático.

«Es entre los 5 y los 8 años cuando se aprende, se refuerza y se consolida la lectura», explica García. «Y todo ello -prosigue- es posible gracias a la plasticidad neuronal por lo que tiene que ser enseñada de forma explícita y sistemática y ha de ser practicada con ahínco hasta que se convierta en un hábito».

«Es una tarea costosa para el cerebro, al cual tenemos que enseñar y luego practicar», insiste la experta. «Y, aunque puede haber grandes diferencias entre la velocidad de aprendizaje de la lectura entre los niños, todos ellos, también los que aprenden fácilmente, van a tener que practicar. Podríamos hablar del músculo de la lectura. Si no lo ejercitamos, no va a estar a la altura de las exigencias académicas y esto acarrea un montón de problemas escolares, pero también de autoestima y de confianza en las propias posibilidades», cuenta.

Ante este panorama, «lo primero que tienen que saber las familias es que la lectura sigue siendo el principal apoyo que tendrán sus hijos para desenvolverse satisfactoriamente en el mundo académico», explica a ABC García. «La lectura es la herramienta de aprendizaje más importante del ser humano -continua-. Que hoy en día tengamos acceso a otras fuentes de conocimiento no le quita ningún valor a la lectura, es más, la hace todavía más importante y poderosa, porque la lectura nos va a dotar de poder de discernimiento».

Así, el Grupo de Prevención en la Infancia y Adolescencia (PrevInfad) de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPap) y del Programa de Actividades Preventivas y Promoción de la Salud (PAPPS), aconseja a las familias apostar por la lectura compartida desde etapas precoces porque promueve el contacto humano y la relación afectiva de los menores con sus padres y madres.

«La lectura en voz alta por parte de progenitores como estímulo cognitivo y afectivo temprano, tiene numerosos beneficios para la infancia», explica la doctora Ana Garach del Grupo PrevInfad. Entre ellos, favorece la adquisición del lenguaje y repercute de manera directa en el desempeño escolar. Asimismo, influye en el desarrollo «al dar la oportunidad de escuchar, pensar, sentir, preguntar», y permite trabajar las emociones. Conseguir estos beneficios de la lectura es más factible si se realiza desde edades muy tempranas, «incluso desde los primeros días de vida».

Sentar una base es vital de cara al futuro. No hay que olvidar que el último informe PIRLS reveló que los alumnos españoles de 4º de Primaria han sufrido un retroceso de siete puntos en comprensión lectora respecto a la de 2016.

«No debemos generalizar en este tema», comenta Gloria Muñoz, Jefa de Departamento de Secundaria y Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales del Colegio Europeo de Madrid, «pero lo que sí es cierto -continua- es que cada vez es más habitual que los jóvenes pasen demasiado tiempo conectados a las redes sociales e inmersos en el uso de la tecnología y esto tiende a alejarlos del mundo de la lectura si la familia y el colegio no lo fomentan en el día a día».

Por esta razón, el colegio internacional cuenta con Proyecto Ítaca, una iniciativa pionera que puso en marcha hace unos cursos para fomentar la lectura y escritura creativa entre sus alumnos, integrando talleres de lectura y escritura en el currículo escolar.

«La inmediatez a la que están acostumbrados al ver una historia que dura segundos en las redes les hace perder capacidad de concentración y leer un libro de 200 o 300 páginas que les exige más tiempo y esfuerzo es todo un reto», explica la profesora. «Por eso es necesario que hagamos que las generaciones de jóvenes sepan aunar tecnología y lectura porque no son dos mundos opuestos sino complementarios. Los jóvenes necesitan ser buenos usuarios tecnológicos y buenos lectores».

Leer de forma habitual, comenta Muñoz, es vital para la comprensión. «Un alumno que no lee de manera rutinaria le cuesta mucho más estudiar para un examen, hacer ejercicios en clase o preparar un trabajo, porque le falta agilidad en la comprensión de textos y la redacción de cualquier proyecto le resultará más complicada. Esto se debe a que la lectura es el pilar para el resto de los aprendizajes y es lo que les permite adquirir con mayor soltura los nuevos conceptos y así entender, expresar y tener ideas con una mejor habilidad y fluidez. Además, la comprensión lectora es necesaria para todos los ámbitos de la vida, nos ayuda a entender un artículo de periódico o la explicación de un tema de ciencias, abarca todos los campos y nos permite hacer un pensamiento crítico de aquello que leemos», recuerda la docente.

Por ello, el Proyecto Ítaca del Colegio Europeo de Madrid «está implementado en la asignatura de lengua y en las de idiomas, en las que se utiliza parte de los módulos para dedicarlos a lectura y reflexión sobre lo leído. Los alumnos leen habitualmente en clase, en la biblioteca o en la terraza al aire libre cuando hace buen tiempo, organizando momentos que sean placenteros y que les resulten motivantes».

Ésta es precisamente una característica vital de la lectura. «Debemos asociar la tarea con algo lúdico, divertido, que relaje y les haga disfrutar», añade Muñoz, cuyos alumnos leen libros tanto actuales como clásicos con el fin de «crear el hábito y les guste».

«Cuando hablamos de cerebro y recompensa, estamos hablando de motivación», añade la responsable de Glifing. «La motivación -prosigue- no es algo espontáneo y casual. Surge cuando obtenemos un beneficio directo asociado a una conducta. Cuando la lectura es fluida y comprensiva, la recompensa está servida en forma de placer por la historia que se comparte o por aquello que se aprende».

Que los menores se enganchen a la lectura no es fácil. Los adultos son los primeros que han de dar ejemplo pero también han de estar atentos a los signos que puede presentar el menor.

Especialmente cuando empiezan el colegio, las diferencias entre los menores son notables y más entre aquellos que se llevan casi un año natural pero son del mismo año escolar. En el último curso de Infantil, antes de empezar Primaria, ya leen, pero no todos por igual.

Es aquí cuando los temores de los padres aparecen, pues es difícil evitar las comparaciones con otros compañeros de clase. «A los 4 años hay un 5% de niños que ya pueden aprender a leer y a los 5 hay un 40%- 50%», explica la creadora y directora de Glifing. «Hasta ahí, si un niño lee y otro no, no hay que preocuparse, pero en 1º de Primaria los niños tienen que aprender a leer. Si allí se nos complica el proceso de lectura, hay que intervenir, no hay que esperar», aconseja. «Cuando nos cuesta mucho una tarea -continua-, suele no gustarnos hacerla, por lo que cuando a un niño no le gusta nada leer, probablemente es porque le cuesta demasiado esfuerzo».

Pero, ¿cómo saber si un menor tiene un problema con la lectura?. «Hay dos variables principales a tener en cuenta», afirma la experta. La primera es la velocidad a la hora de leer, pues «una velocidad demasiado lenta entorpece no sólo la comprensión, si no también los procesos de memoria y atención, así que hay que conseguir una cierta velocidad porque nos indica que estamos automatizando la mecánica lectora. Sin esta automatización, tendremos problemas en la segunda variable: la comprensión. Ésta depende principalmente de que la mecánica esté siendo debidamente automatizada y del conocimiento del vocabulario, así como del poder dar sentido a los nexos entre las palabras, las frases y los párrafos».

Para adquirir todo ello, «necesitamos practicar, practicar y practicar», dice Montserrat García. «Es decir -prosigue-, leer cada día, aunque nos cueste, aunque no nos guste. Hay que buscar ese material adecuado y leer con los hijos, leerles en voz alta, que nos lean en voz alta, hablar sobre lo que hemos leído, recordar lo que hemos leído…».

Y es que leer bien es «poder decodificar las palabras y extraer el significado de las mismas y de su relación entre ellas. Además, cuanto más conocimiento general del mundo tengamos, mayor comprensión podremos alcanzar, dado que tendremos mayor facilidad para realizar una comprensión profunda. Es decir, comprender no sólo aquello que el texto explicita, sino también todo aquello que se relaciona con lo que leemos, aunque el texto no lo diga de forma directa. Estoy hablando de la comprensión no literal, del reconocer las metáforas, de entender las figuras literarias, de poder relacionar todo lo que leemos con todo lo que sabemos y así, ser capaces de incorporar nuevo conocimiento o de corregir el que teníamos. Y, lo más bonito, poder disfrutar de los libros que son literalmente el mayor tesoro de la humanidad», concluye la experta.