LAPISABIEN
Historietas de 'mi' Lavapiés
Vuelvo al barrio y sé qué quiere decirme algo
A todo lo que Madrid da
Madrid
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Iniciar sesiónEse cartel anda en la casa materna con el lema 'Lavapiés'. Aún. Cuando andaba pillado por la misma rubia que Baleno (así se llamará de aquí a la eternidad quien fue mi mejor amigo). El cartel era un intento de fotoplano, una fotocopia alargada ... de Lavapiés en cuesta, como debe de ser en aquellos desiderativos en que llevaba un 'trescuartos' como Paco Umbral: los años en que conocí al maestro Ángel Antonio Herrera en el Gijón. Había un sueño en las chinchetas de mi casa del sur. Ahora vuelvo a Lavapiés a cada poco, y las casas en cuesta, y todo, han vuelto a decirme algo. Sé que es precipitado, siguiendo al poeta, volver al sitio al que has sido feliz. Cuando he ido por trabajo iba como los niños, con los ojos cegados por los laterales.
Veo, claro, la decadencia, y las salas que abren. Y los vecinos que se quejan de un atraco o un robo que fue ayer, o antes de ayer.
El otro Rastro
A.J. UssíaEl barrio de las Injurias renace cada noche de sábado, escondiéndose de la Policía para sacarle euros al trapicheo, monetizando el crimen del tirón y «del dame lo que llevas»
Lavapiés lo quieren hacer suyo cuatro, madrileños que se dicen plurales, pero Lavapiés es nuestro. Nuestro Barrio Latino y no un muestrario de cuestas donde caen las purinas y las heces hacia los atochales de más abajo. La roña no es bohemia, y la gentrificación debería ser delito de lesa humanidad: como hablar con Puigdemont.
En Lavapiés hay escalones que no llevan a ningún sitio, pero se huele la cúrcuma y en esto que uno vuelve a la vida. Lavapiés, ahora es un mercado que revive, vecinos que se quejan, siempre se quejan; y 'cuando al santo tanto se lo bendice' es que algo hay.
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Yo me sé, de nacimiento, de ciudades turísticas. Y Lavapiés no da al mar, sino a 'la puente', y para eso faltan aún torrenteras. Por eso, esta carta de amor, de desamparo. De amigos que te invitan a su casa que es, en puridad, un zulo con bicicleta, lavadora, y un gato que se cuelga de las macetas de la terracita. Y habrá algún rentista que a esto le haga gracia. Y sé que me lee. Ay.
Si los que fueron de Lavapiés y se fueron (sic) a mejorar y a perder su identidad hablasen, no quedarían conejos en la Casa de Campo. Ni casa. Ni campo.
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