La «ópera gastronómica» de Ramon Cabau
Marc Casanovas publica la biografía del hombre del Agut de Avignon, «dandi visionario que revolucionó la cocina catalana»
El Caelis de Romain Fornell celebra 20 años
Barcelona
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEl último acto de la «ópera gastronómica» de Ramon Cabau tiene como escenario la Boqueria. Allí durante veintidós años iba con elegante aliño indumentario y flores en mano, a comprar la materia prima para aquel Agut de Avignon que mereció la estrella Michelin.
El ... 31 de marzo de 1987 Cabau ya no regía su restaurante: su esposa, Paquita Agut lo había vendido para vengarse de los líos de faldas de su marido. Cabau se dedicaba ahora a la agricultura en su finca de Canet de Mar y vendía sus frutas y verduras en el mercado. El hombre del Agut de Avignon concurre como solía: traje de dandi, corbatín, blanco canotier y bastón.
Sigue siendo muy popular, pero la pérdida del restaurante le empuja a una depresión que en diversas etapas de su vida ya se manifestó. Cabau pasa por el bar Pinotxo y hace la ronda según acostumbra repartiendo saludos y abrazos. Pero hay algo en su expresión que inquieta a quienes le conocen bien, como Llorenç Petràs. Cabau saca un vaso de plástico del bolsillo. Parece que va a ingerir un medicamento, pero lo que va a tomar es cianuro, después de dejar un saco con un sobre en la parada de Petràs. Cuando Petràs abre el sobre y lee «que no busquemos culpables, que perdonemos las molestias» sale despavorido a evitar la consumación: «Cabau lo ve y grita, apurando el contenido del vaso. El cianuro de potasio se diluye entre el óxido de hidrógeno y se mezcla con la glucosa gástrica intestinal. Petràs quita el vaso a Cabau de un fuerte manotazo antes del último sorbo. El resto de líquido mortal salpica el suelo de la Boqueria. Es demasiado tarde». Olor a almendra amarga.
Así describe Marc Casanovas el suicidio de Ramon Cabau en 'Una òpera gastronònica' (Arapausa), la biografía del gastrónomo con carrera de farmacéutico: hizo de la cocina catalana una fórmula magistral en el Agut de Avignon que fundó en 1962: «La premisa era aplicar al dedillo las fórmulas clásicas del paladar burgués de los sesenta. Cabau aprovecha el fondo de armario de un recetario catalán riquísimo, adapta ciertos tics culinarios del País Vasco y la Provenza, selecciona materias primas según criterios de estacionalidad y calidad en mercados de payés y añade un punto de imaginación adoctrinada», explica Casanovas.
Leyendo y viajando, Cabau copiaba y mejoraba los recetarios para llenar de fieles los cinco comedores de su restaurante. Mediático e influencer avant la lettre, quienes le conocieron, como el publicista Toni Segarra, admiran «la conjugación de disciplinas en una sola persona» y lo califican de Leonardo de la gastronomía catalana. Porque además de restaurador Cabau «también fue farmacéutico, perito agrónomo, licenciado en Derecho y miembro de la tuna universitaria», señala Manuel Vázquez Montalbán. A juicio de Ferran Adrià, «Cabau no hacía cocina catalana; elaboraba platos de cocina catalana y de otras cocinas con productos de su huerto y del mercado. Y a esto se le llama cocina moderna».
La canción de Rosa, la Nena del Leopoldo
Sergi DoriaRosa Gil, alma mater de Casa Leopoldo, comparte sus recuerdos de la Barcelona que pasó por el histórico restaurante
Nueva cocina que no alcanzó la resonancia de la vasca porque la restauración catalana no hizo piña como ahora: «Y es una lástima, porque tenía las personas -Josep Mercader, Ramon Cabau, Lluís Cruañas, Joan Duran, Josep Lladonosa, las hermanas Paquita y Lolita Rexach- y el conocimiento para hacerlo», lamenta Casanovas. El Agut d'Avignon era un éxito, pero la relación de Ramon Cabau y Paquita Agut, propietaria del restaurante hacía aguas: «En los últimos años, Cabau era como un alquilado. Hacía tiempo que Paquita no quería saber nada de él y cobraba doscientas mil pesetas mensuales por permitir que el restaurante continuara abierto», apunta Antonio Colea, mano derecha del restaurador. El Agut de Avignon se vendió en 1984: «Creo que el mundo no morirá de hambre. Quizás morirá de envidia, pero de hambre, no» fue la frase lapidaria de Cabau. Tres años después puso el trágico fin a su «ópera gastronómica». Una placa en la Boqueria lo recuerda.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete