PRETÉRITO IMPERFECTO

Pleno desconsuelo

La política local y su oposición se dilucidan en los despachos y se disimula en los plenos. Pura magia que estira lo irrelevante

FRANCISCO J. - / FRANCISCO J. - - Actualizado: Guardado en: Actualidad

El cronómetro instalado en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Córdoba parece una greguería de don Ramón Gómez de la Serna. Una pérdida de tiempo. Un arabesco de agudeza mental e ingenio que al trasluz del libreoyente cordobés o el politólogo teleadicto se eleva como el súmmun de la pamplina. Permitan el localismo: una chuminada de La Carlota. A no ser, claro, que se trate de una competición para ver quién dice la tontería más grande en el menor tiempo posible. Todo es plausible en un plenario acostumbrado ya a su traje mutante —sin apoyo de Invercaria, al menos que sepamos— de Asamblea General de las Naciones Unidas a ratos, o de Cámara Baja legislativa por largos momentos. Una especie de politic reality donde Andy Warhol es elevado a la enésima potencia con sus quince minutos de gloria eterna. El escaparate de las peores sensaciones que puedan estar transmitiéndose a una ciudadanía que hace tiempo que desconectó el oído y el seso y que apenas si repara en los bocinazos de Sandokán. La guinda de un bodegón envenenado por fantasmas del pasado y advenedizos.

De no ser porque estamos ante un tema realmente serio, muy serio, el listado de desagravios y caricaturas daría para más de un artículo. Un elenco de varietés de aspirantes a Cánovas y Maura atrapados en el mismo juego que aquella película de Jim Carrey que terminaba por vivir sin saberlo en un inmenso plató de una realidad ficticia.

El episodio de la moción sobre la ley del aborto del último Pleno municipal ha logrado alcanzar el mejor exponente de este desconsuelo que provoca echar una mirada a ese salón de la Alemania del Este, frío y revestido de madera, que nos legó Julio Anguita como una prolongación de su particular sentido del poder. En los últimos cuatro meses se ha debatido en el insigne habitáculo donde está representada la soberanía cordobesa sobre recorte de pensiones, becas, copago farmacéutico, voluntariado, la ley Cortés sobre los desahucios, el IVA cultural o la tarjeta sanitaria para los que se van a trabajar al extranjero, entre otros... Nos ha faltado Mandela, la dimisión de Sandro Rosell, el Balón de Oro de CR7, la cuestión siria o la extinción del pájaro chogüí en los Andes.

La política local y su oposición se dilucidan en los despachos y se disimula en los plenos. Los temas que de verdad importan apenas se trajinan en cinco minutos, los que tarda el secretario en leer el orden del día. Los irrelevantes, se estiran hasta la eternidad. Sólo brotan efímeras chispas lúcidas en los ruegos y preguntas, siete horas después del truco ilusionista. Los problemas que le afectan a usted y a mí apenas si tienen debate de fondo con ciudad en primer plano. Provienen de unas comisiones informativas que debieran abrirse al público, vetado todo absurdo debate de cuestiones que tienen su hemiciclo natural a muchos kilómetros. El señuelo de esa ley llamada de Grandes Ciudades tiene mucha culpa. Una norma convertida en autoengaño vanidoso de ayuntamientos que juegan al Monopoly político. Un día se creyeron parlamentos y señorías de alta copa, y ahí empezó lo peor. Ahora, con IU y PSOE en el estrambote de jugar a sus mayores —en su día, con el PP—, y con UCOR cogiendo moscas. Pleno desconsuelo. ¿Tan poco glamuroso es debatir ya sobre una plaza, sobre el tráfico, sobre el Zoológico, sobre solares vacíos, farolas, bicicletas, heces perrunas, bonobús electrónico, enganches a parcelas o veladores hasta las orejas...? En un alarde de coherencia, al cronómetro habría que añadirle un sistema instantáneo de bajada de micrófonos.

Toda la actualidad en portada

comentarios