todo irá bien
Me costó pero lo hice
Felipe y Guerra se sienten ajenos al esfuerzo político, intelectual y vital de no votar a Sánchez
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Iniciar sesiónFelipe González ha dicho que le costó votar a Pedro Sánchez, pero que lo votó. Alfonso Guerra ha explicado más o menos lo mismo. Son los dos que más presumen de estadistas, los que más lecciones dan por minuto de sentido común y democracia; ... pero en realidad no se hacen cargo ni de su voto y la culpa es de los demás. Ni muestran arrepentimiento ni piden perdón: vagamente se justifican con el pobre argumento de que es el partido de su vida y empiezan entonces a exigir a la política española en general una serie de responsabilidades que ellos no son capaces de acreditar ni con el acto elemental de comprometerse con su sufragio. Del mismo modo, no me extraña que Nicolás Redondo Terreros haya sido expulsado del PSOE. Lo que me extraña es que no se fuera él, que no tuviera el valor cívico de marcharse si tan a disgusto estaba con la evolución de su partido.
Partiendo del cinismo fundamental de que sus discursos económicos nada tienen que ver con sus vidas, los líderes de la izquierda están acostumbrados a no tener que responder de lo que dicen con sus actos. Y entonces Felipe y Guerra se sienten ajenos al esfuerzo político, intelectual y vital de no votar a Sánchez, sabiendo perfectamente los socios que tiene y las alianzas que establece para gobernar; y sin solución de continuidad se hacen sin ningún reparo los escandalizados cuando estas políticas y estas alianzas se empiezan a materializar.
Felipe González fue un magnífico presidente. Escuchar sus conferencias de los últimos años, tanto sobre política internacional como doméstica, es constatar cómo ha decaído el nivel de nuestros políticos en activo. Pero siempre hay un momento en que se hace la víctima en lugar de asumir que no puede votar a un presidente como Pedro Sánchez. Si no nos hacemos responsables ni de nuestro voto, ¿a qué ética de la responsabilidad podemos apelar? Igualmente, el discurso de Alfonso Guerra contrasta con su modo asombroso de desentenderse de su deber de coherencia electoral. Es el tipo de izquierda que el exvicepresidente siempre ha encarnado: antes, la de la retórica del albañil mientras vivía entre toda clase de comodidades gracias a un sistema económico contrario al que él predicaba; y ahora, la de la exaltación constitucional mientras en la urna alienta y patrocina al candidato que de sobra sabíamos con quién no iba a pactar jamás y cuáles iban a ser sus socios para los próximos cuatro años.
Es una dejadez culpar a Puigdemont y a Sánchez. Ya sabíamos que estaban, y que lo harían, como sabemos que existe el quinqui de la navaja o el tirón de bolso. Pero los ciudadanos libres, las explicaciones las pedimos a las fuerzas del orden. Y las fuerzas del orden de nuestra política, ¿dónde estaban? Si el PP no fuera tan ciego en Cataluña y si Felipe y Guerra fueran tan valientes en su vida como en sus alocuciones, este drama del que tanto se quejan, y ante el que tanto van a sucumbir, no lo habríamos conocido.
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