TODO IRÁ BIEN
Pedir perdón
Releyendo el artículo que hace unas semanas escribí sobre el Papa, siento ahora la necesidad de disculparme
Laporta y Xavi, entre la necesidad y el desafecto (07/09/2023)
El destino de España (06/09/2023)
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónUna de las ideas más absurdas que tuve poco antes de que naciera mi hija fue que debía ser un padre perfecto. Una persona inmaculada que hiciera siempre lo correcto. Tanta exigencia se me fue a los pocos días de la cabeza y he de ... reconocer que no fue tanto porque me diera cuenta de que no tenía ningún sentido sino porque mi abrumadora imperfección me puso ante el espejo. Luego como todos los padres de niña tengo de vez en cuando la tentación de jugar a héroe aunque sé que se me ven los hilos y ella muy especialmente.
Educar, como vivir, es incierto, no hay una receta, no hay una fórmula exacta y lo que sirve hoy es inútil la semana que viene. Hay que estar cerca, hay que estar atento, hay que querer mucho y muy verdadero pero ni así tienes el éxito asegurado y a un padre consciente inevitablemente le acompaña en una mezcla permanente de angustia, fascinación, ternura y miedo. Si algo he aprendido en esta incertidumbre, si algo me ha servido para ser y mostrarme fuerte y creíble ante mi hija ha sido pedirle perdón siempre que me he equivocado. Si tienes la sensación de que disculparte te debilita, o que da de ti una imagen de hombre errático o sin personalidad, has de saber que es la sensación menos realista, y que la arrogancia es lo que más daño puede hacerte en una relación tan sensible y a la que tanto se le ven los trucos.
Una hija puede perdonar tu imperfección, tu error y que hayas sido injusto con ella; y no sólo puede perdonarte sino que tiene que saber que volverás a equivocarte en futuras ocasiones por mucho que te esfuerces en evitarlo. Pero la perderás si intentas pasar por lo que no eres, si basas tu autoridad en falsos fundamentos que mucho antes de lo que crees se derrumbarán y tú con ellos como referente.
En todo ello he pensado releyendo el artículo que hace unas semanas escribí sobre el Papa y siento ahora la necesidad de disculparme. No tanto por lo que escribí, que también, como por haberlo escrito. Criticar a un Papa en público no es a lo que yo aspiro. Es un camino que preferiría no haber recorrido. Podría no decir nada y simplemente dejar que el tiempo durmiera aquel texto en el olvido. Pero como con mi hija - y yo soy el padre de Maria y uno que escribe- mi relación con los lectores consiste en darlo todo y por supuesto también el reconocimiento de mi culpa.
Corresponde a mi niña explicar, si algún día quiere, lo que ha aprendido de mí. No sé qué diría si se lo preguntaran y pudiera contestar sin la presión de saber que voy a escucharla. Si sé las muchas cosas que he aprendido de ser su padre y pedir perdón a tiempo ha sido una de las más importantes. Pedir perdón no como un acto vergonzoso sino de profundo amor. Pedir perdón con todas las palabras y explicando por qué lo pido. El amor, la libertad y el perdón son lo mismo. Si falla uno los otros dos no existen. Pedir perdón es dar esperanza, como ser padre y escribir. Estas tres últimas cosas también son lo mismo.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete