VIVIMOS COMO SUIZOS
Un cura guisado
No es cierto que se obligara a trabajador alguno a quedarse junto al cadáver de una teleoperadora
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Muerte en el 'call center'. Parece un documental de crímenes, porque para ser novela de Agatha Christie tendría que ocurrir en el Nilo. También es el enganche de una realidad falseada. Una señora teleoperadora muere un martes en su puesto de trabajo, como diría ... Belén Esteban, de un infarto. Con esa señora podríamos haber hablado si nos hubiéramos quedado sin electricidad. Siempre hay que tirar de Chaves Nogales y de cómo ironizó en una de sus crónicas sobre la revolución de Asturias de 1934: «No es verdad que en Sama los revolucionarios se comieran a un cura guisado con fabes».
No es verdad que se obligara a trabajador alguno a quedarse en su puesto tras la muerte de la señora. Que un sindicato ruidoso lo deje caer es otra cosa. Y que en las redes sociales se propague el embuste es hasta casi normal.
En 1936 Chaplin hizo su último trabajo como Charlot, 'Tiempos modernos'. Un tipo extenuado por el ritmo de la cadena de montaje acaba perdiendo la razón. Tras recuperarse, lo encarcelan por participar sin querer en una manifestación. Ya saben, cuando coge la bandera que se ha caído de un camión, la levanta tratando de llamar la atención del conductor y acaba encabezando una manifestación porque le siguen. En la desinformación del asunto de la teleoperadora sí hay voluntad porculera. Se trata de refutar el capitalismo salvaje, aunque no haya habido nada de eso. Claro que es un trabajo duro (yo no sería capaz), pero no hay empresarios despiadados destripando trabajadores.
Qué casualidad que al principio de 'Las invisibles', esa serie sobre las camareras de piso, de hoteles, una mujer (la narradora) muera de un infarto haciendo una habitación. Como es la suite nupcial preparada para una boda, los responsables del hotel, mientras mandan a otra a que eche pétalos de rosa sobre la cama, trasladan el cuerpo a una habitación cualquiera imaginando lo que iban a tardar los trámites. Volviendo a la realidad, parece como si la lucha obrera hubiera decidido trasladar el foco de las Kellys a las teleoperadoras como víctimas del odioso capitalismo.