PERDIGONES DE PLATA
Mamarrachismo viejuno
Quizá todo responda a que somos una tropa atrapada por el síndrome de Peter Pan
La pasta y los impuestos
Sol naciente
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Iniciar sesiónEstas vacaciones, varios amigos, por separado, marcharon de visita hasta el cementerio de Sad Hill, el famoso decorado donde rodaron el duelo final de 'El bueno, el feo y el malo'. Mediante sinuosos engatusamientos lograron que les acompañasen sus parejas y sus hijos, obligados ... de ese modo a contemplar el histórico lugar plagado de cruces en fase de rigor mortis gracias al esfuerzo de unos audaces tipos que merecen todo mi respeto. Coinciden en lo que me han contado. Llegan allí y les arrastra la emoción, el demonio de la extravagancia. Andan más cerca de los 60 palos que del medio siglo. Pero eso no les impide tocarse con sombreros Stetson y esgrimir réplicas de un Colt. Uno incluso se enfundó un poncho. De esa guisa, sufren un fenómeno imparable; esto es, corretean encalabrinados entre las cruces y fingen disparar contra enemigos invisibles. Sus hijos veinteañeros flipan, sus esposas entienden que esos maridos siempre serán unos niños. «Ah, cómo disfruté, Ramón…», dijo uno. Estas confesiones me resultan chocantes. ¿Gente tan mayor haciendo el mamarracho?
Pero, casualidades de la vida, apalancado en el sofá como una seta, ayer vi la última media hora de esa obra de arte dirigida por Sergio Leone. Qué gozo. Qué placer. Qué alegría. El montaje loco, la música de Morricone, los primeros planos de los actores, el purito de Eastwood viajando de un lado a otro de su boca, los cañones de los revólveres... Y entonces supe que, cuando acuda de peregrinación cuatrera hasta ese sagrado lugar, no lo podré evitar y también brincaré y me revolcaré sobre esas tumbas simulando el «bang-bang» de los disparos mediante ademanes secos. Ignoro si todo esto responde a que somos una tropa atrapada por el síndrome de Peter Pan o que, simplemente, militamos en lo que se podría denominar como «mamarrachismo viejuno». O quizá es que practicar de vez en cuando estos arrebatos favorece la salud mental porque escapas un rato de la vil actualidad, o sea de la angosta paga de jubilación que cobraremos los de mi quinta. «bang-bang».
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