TIRO AL AIRE
Hay otro Bernabéu; éste es su legado
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Iniciar sesiónSe cuenta en el pueblo donde pasó su infancia Santiago Bernabéu que cuando el Real Madrid necesitó dinero para levantar el estadio de Chamartín, el entonces directivo tiró de patrimonio familiar. Vendió un puñado de buenas fincas agrícolas heredadas –a las que llevaba a ... correr a jugadores como Di Stefano– y logró unos tantos millones de pesetas. Me contó el anterior alcalde, con algo de guasa, que los vecinos no presagiaban nada bueno de aquella operación: «Está loco, se va a arruinar», advertían, con muy poca visión de futuro, como se ha podido comprobar después. Corrían los años 40 del siglo pasado y en Montealegre del Castillo (Albacete) confiaban más en el criterio del padre, José Bernabéu, que en el del hijo, ya entonces presidente del Real Madrid. Ambos vecinos ilustres, don José era bastante más querido y admirado.
Puede resultar chocante en una sociedad donde el fútbol es el rey, pero en el pueblo de Santiago Bernabéu se veneraba más a su padre. Basta con echar un vistazo al callejero. Una de las arterias principales de la localidad lleva el nombre de José Bernabéu. No todo es fútbol en la vida en sociedad. Vale, en este pueblo de 2.000 habitantes también hay una calle dedicada al histórico del Madrid, pero nada que ver. Bastante menos caché. Y ahora lo entenderán: don José Bernabéu era administrador y apoderado del marqués de Villafuerte, el noble que libró a este pueblo de un tributo histórico, el onceno. El que cobraban los nobles a los agricultores, una undécima parte de la cosecha. De la abolición de este impuesto señorial y del reparto de las tierras entre los vecinos –incluida su propia familia, que residía allí–, se encargó José Bernabéu. El hombre del marqués trabajó así para el pueblo que se vio liberado de la presión del poder. La histórica decisión, que entró en vigor en 1912, se conoce como 'La redención del onceno' y sus aniversarios se conmemoran con todos los honores.
En mi última mudanza a Madrid, conseguimos piso cerca del Bernabéu. Nuestro aterrizaje coincidió con la etapa en la que los vecinos pegaban carteles en los negocios del paseo de La Habana y convocaban manifestaciones contra las obras del futuro parking del estadio. Pregunté, escuché a mis vecinos, a los comerciantes y sus reivindicaciones. Concluí que no iban a conseguir mucho. No porque el barrio no tuviera bagaje de lucha vecinal, que también. Tampoco porque las concentraciones de los sábados no fueran, precisamente, numerosas, que también. Sobre todo, porque los residentes se enfrentaban a uno de los grandes estamentos de nuestro tiempo: el fútbol. El gran negocio. En mi precipitado juicio pasé por alto la capacidad de lucha de los vecinos y su formación –abogados, arquitectos…–, como luego resaltaron los periódicos. Pero, sobre todo, no tuve en cuenta el otro legado Bernabéu. Ese que hizo que la justicia llegara al pueblo.
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