café con neurosis
La Babel del miedo
¿Qué pensarán en la Unión Europea cuando España presente la propuesta de que lo que en sus países no sucede –por sentido común– sea un esperpento permitido en Estrasburgo?
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Iniciar sesiónAyer, al aplicar con inteligencia el sentido común a la actualidad, Ángel Expósito observaba que, mientras mañana, en el Congreso de los Diputados, comienza la Babel de los pinganillos con traductores simultáneos de catalán, gallego y euskera, durante la reunión que mantuvieron en Waterloo, ... Ortuzar y El Prófugo hablaron en español, que es el idioma común que ambos conocen.
Ningún ciudadano del Reino Unido se imagina que, en la Cámara de los Comunes, los miembros de Escocia se expresasen en escocés, los de Irlanda del Norte, en irlandés, y, claro, los del País de Gales, en galés, mientras los traductores explicaban a los parlamentarios lo que significaba lo que se decía en esos tres idiomas.
En Dinamarca, en el Folketing –o Asamblea del Pueblo– no hay traductores del groenlandés, ni del feroense, porque todos se entienden cómodamente en danés. Y, en Francia, a los tataranietos de la revolución de 1789 les daría risa que, en la Asamblea Nacional, hablaran en catalán y vasco los diputados procedentes de las comarcas del sur francés y, claro, también en occitano, bretón y corso, que están reconocidos como idiomas oficiales. ¿Qué pensarán en la Unión Europea cuando España presente la propuesta de que lo que en sus países no sucede –por comodidad y sentido común– sea un esperpento permitido en Estrasburgo? ¿Cómo es posible que, cuando la vicepresidenta del Gobierno de España, en funciones, acudió a rendirle pleitesía y arrumacos al Prófugo no se hubiera contratado a un traductor para que el huido pudiera hablar en catalán y traducírselo a la enviada? ¿Está flojo?
Lo que sucede, en el fondo, es que hay miedo, un miedo que avecinda con el pavor, porque la amnistía es muy difícil de encajar en el corto plazo, ni siquiera con mazos de buen herrero. Por si fuera poco, a medida que se ha extendido por toda Cataluña, y toda España, que los ciudadanos que no seamos separatistas, cualquiera que sea nuestro domicilio, dejaremos de ser iguales ante la ley, se ha iniciado el fin de esa adormecida resignación que parecían producir las peligrosas negociaciones de Pedro I 'El Mentiroso', y ha surgido el comienzo de una indignación que aumenta de día en día, porque una cosa es que te suban los impuestos y otra, notar el desprecio de un político sobre la inmensa mayoría de los ciudadanos, a los que va a convertir en inferiores, en beneficio de conservar el Gobierno.
Si yo fuera diputado, abandonaría el escaño de la Cámara Baja cuando antirreglamentariamente el orador se expresara desde la tribuna en otro idioma que no fuera el español. Esa imagen de una masa de diputados abandonando el hemiciclo sería noticia en toda la Unión Europea, y vacuna para la propuesta. Porque esa mamarrachada no es amor a las lenguas autóctonas, sino miedo: la Babel del miedo.
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