LA BARBITÚRICA DE LA SEMANA
Heteropesimismo
El fatalismo afectivo no es nuevo, sólo está remozado
Feijóo, un hombre atado a una campaña (29/6/2023)
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Iniciar sesiónQuizá sea tan viejo como el desamor, pero ya tiene una palabra propia. Acuñado en 2019 por la escritora Asa Seresin, el heteropesimismo es una actitud de decepción, vergüenza o desesperación por el estado de las relaciones heterosexuales. Tiene que ver con la sensación ... de permanecer atado a una relación insatisfactoria, frustrante y repleta de concesiones que no serán valoradas y que tienden a la vida de pareja como una embolia en proceso o una nueva solución inmobiliaria –una modalidad de compartir piso–. Entendiendo el heteropesimismo como algo que pertenece al ámbito de lo privado, se ha generado una cultura al respecto. Entre el fatalismo y el 'bovarysmo', a veces, pero con una tendencia individualista. La primera vez que escuché la palabra fue en la redacción. Uno de mis compañeros de sección me explicó, entre risas, que un heteropesimista tiende a pensar que su vida sentimental sería mucho mejor si optara por la homosexualidad. Encontré tanta fuerza en esa idea que me llevó a pensar en los mensajes contradictorios que encerraba. Desconozco la gama de conceptos que podrían explicar esto, incluso es bastante seguro que me reprendan si se me ocurre mezclarlo con el poliamor, que es algo tan antiguo como la perpetua búsqueda y la renuncia al compromiso implícito de cualquier relación. El amor de pareja, decía Borges, necesita frecuencia, la amistad no. «Pero la amistad y sobre todo la amistad de hermanos, no necesita frecuencias. El amor está lleno de ansiedades, un día ausente puede ser terrible, pero yo tengo tres o cuatro amigos a los que veo una o dos veces al año». En un momento cultural de una sobredosis de empatía, de una celebración exagerada del derecho a sentirse víctima, he llegado a preguntarme si puede entenderse el desamor, el no ser querido, como un agravio. Entre McEwan con su 'Chesil Beach', esa novela sobre una joven pareja que se va al traste, y Kureishi con 'Intimidad', la historia de un hombre que ha dejado de amar a su mujer, nace la idea de la traición como única forma de renacimiento. «He estado intentando convencerme de que abandonar a una persona no es lo peor que se puede hacer. Puede resultar doloroso, pero si uno no dejase nunca nada ni a nadie, no tendría espacio para lo nuevo. Sin duda evolucionar constituye una infidelidad, a los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo», escribe Kureishi.
Todo depende, por supuesto, de a quién le toca padecer el abandono. Cervantes ya resolvió el dilema con la Pastora Marcela, que le propinó a Grisóstomo la primera verdad heteropesimista: ella defiende su derecho a no querer, a marcharse, a desairar e incumplir, a la vez que exige en el otro el gesto adulto de hacerse cargo de sus propios deseos insatisfechos. Bien dicho está aquello de que a Grisóstomo antes lo mató su porfía que la crueldad atribuida a Marcela. El fatalismo afectivo no es nuevo, sólo está remozado. El amor, ya ven, está lleno de ansiedades. ¿Y cuándo ha sido de otra forma?
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