Feijóo, un hombre atado a una campaña
Ni Trancas ni Barrancas aligeraron la homilía del popular en El Hormiguero
Feijóo comparte un duro momento cuando murió su pare: «No podíamos verlo así»
El PP acepta un cara a cara de Feijóo con Sánchez en Atresmedia
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Iniciar sesiónSu ropa, cuando procura ser casual, parece prestada. Sus chistes, cuando los intenta, parecen recalentados. Hasta cuando tira de épica, Alberto Núñez Feijóo pincha. Su participación en El Hormiguero empezó con jaleos. «¡Presidente, presidente!», coreó la audiencia para recibirlo. El candidato del PP a las ... generales alzó la ceja y soltó una sonrisa estreñida. Ni siquiera los comentarios sobre su amistad con Julio Iglesias levantaron una entrevista monocorde. Ser un hombre serio no es incompatible con algún tipo de atributo. Sea el que sea.
Para un político atado al mástil de una campaña electoral, que no se decide a hacer una cosa ni otra y que opta por callar hasta que el PSOE se estrelle, la barra libre de la resurrección mediática de Pedro Sánchez le ha venido como un mazazo. Pablo Motos, que parecía haberse dejado todas las energías resistiendo las embestidas de Sánchez la noche anterior, hizo preguntas amables sobre los pactos del PP y Vox. Feijóo contestó falto de imaginación: «Si me votan lo suficiente, les aseguro que el gobierno será solo del Partido Popular». Y sanseacabó.
En su reino gallego, Feijóo era un príncipe. Desde que llegó a Madrid parece más un diácono que un barón regional. Se definió por descarte, como si su liderazgo fuera una patata caliente que él preferiría no sostener. «Yo no soy Pedro Sánchez y no voy a pactar con Bildu». Incluso cuando apeló a su lado personal, por ejemplo, la sedación de su padre al referirse a la eutanasia o el hecho de tener un hijo a los 55 años, se mostró distante. No habló de Educación, mucho menos de Cultura y las líneas rojas se volvieron rosas al enunciarlas. Del Verano Azul ni hablar. Quizá mejor así.
Fue una conversación ortopédica y trufada de mohines. Se quejó de que el PSOE era insolidario, de que Pablo Motos había invitado a su programa más a Miguel Ángel Revilla que a él y ahí cuando pudo explicar, por ejemplo, su posición sobre la Ley Trans o la Ley del Aborto, desechó cualquier emoción —la noche anterior Pedro Sánchez fue puro descaro y adrenalina—. En ocasiones tuvo chispazos a lo Rajoy, pero el humor le duró dos preguntas. Ni la aparición de Trancas y Barrancas aligeró los pies de plomo del invitado, ese hombre atado a una campaña. Feijóo no fue a divertirse y, hay que decirlo, su papel no era entretener. Sin embargo, su rigidez y su falta de pólvora parecían más las de alguien que flota, que resiste, que deja hacer.
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