EN OBSERVACIÓN
Locura de amor
Como todo en la vida, la psiquiatría también admite usos sectarios
De las lonas al buzoneo (31/7/2023)
Veraneo por decreto (25/7/2023)
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónDe noche va refrescando según se acortan los días, pero «el verano es una época especialmente comprometida, en la que hay que estar especialmente alerta ante la violencia de género más extrema». De carácter estacional, si no meteorológica, como un parte del tiempo, la declaración ... con que Victoria Rosell quiso dar hace ahora una semana muestras de actividad y compromiso ante la racha de asesinatos del pasado julio pertenece al campo de una estadística –en la que apenas se cruzan dos variables, calor y violencia– de la que podría hacerse cargo sin mucho coste añadido el INE, de la misma manera que el CGPJ va apuntando en una lista a los agresores sexuales que ven reducida su pena y salen de prisión en aplicación de la Ley Orgánica 10/2022. Contar con un Ministerio de Igualdad da para mucho, y casi nada bueno, pero la proyección cartesiana de las coordenadas del verano y el machismo es tan simple como jugar a los barcos que la mayoría social utiliza como buques de carga de sus obsesiones, en este caso la condena a cadena perpetua de la masculinidad y la consagración del milenarismo del cambio climático. Nada nuevo: la gente del campo sabe de sobra y de siempre lo mala que es la calor, sobre todo para los animales.
Además de derretir el hielo de los polos, de llevar a la extinción a un buen número de especies y de acentuar los ciclos de sequía y de lluvias torrenciales, el cambio climático va a traer más crímenes machistas. No hay que ser un lince para sacar conclusiones de la combinatoria de estos dos fenómenos, agendados por cualquier gobierno verde y feminista. Dada la irreversibilidad de este apocalipsis medioambiental, periódicamente aplazado, y teniendo en cuenta la mala condición y los peores instintos del sexo masculino de la raza humana, apenas quedan opciones: lamentar la violencia de género en la puerta de los ayuntamientos, ponerse a realizar estadísticas con rotuladores fluorescentes, programar más campañas didácticas de demonización o, como último recurso, poner en marcha el plan de inversiones en salud mental que entre groseras descalificaciones de la oposición –«Vete al médico»– pidió Íñigo Errejón en el Congreso de los Diputados. Esto último sería lo más sensato, pero también lo menos rentable a largo plazo para el bochinche feminista y ambientalista.
Reconocer que los asesinos de mujeres son víctimas de un trastorno, indefinido o fijo discontinuo, y que antes que criminales son enfermos mentales, causa y consecuencia, sería una buena forma de empezar a diagnosticar y tratar un mal cuya prevención pasa por aplicar criterios científicos, doctores tiene la psiquiatría, y evitar el simplismo interesado que apunta a unos procesos de aculturación a los que el feminismo de pancarta y subvención achaca estos crímenes para seguir medrando. Conviene prepararse para asistir de forma telemática o presencial a los gabinetes de psicología que nuestras fuerzas de progreso van a montar para hacernos más fuertes y mejores. Hay males –paradójicamente aquellos de los que más se quejan y que más les rentan– que por conveniencia de parte no van a querer tratar.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete