Veraneo por decreto

Así las cosas, de repente se hace el verano en el Estado compuesto, y se abren todas las sombrillas, multicolores, hasta formar un arcoíris de nuevos derechos y libertades que contrasta con el azul uniformado de los paraguas con que Borja Semper señalizó la playa a la que conducía su túnel del tiempo tenebroso, en la que ni siquiera sale el sol. De repente se hace el verano y ponen en TVE 'Grand Prix', sin vaquillas y con bienestar animal, pero con azafatas de toda la vida y sin la presencia escénica de esas nuevas feminidades que a través del clasicismo del apellido Duval han redefinido y actualizado el viejo el oficio de la 'vedette'. Casi todo vuelve a estar en su sitio.

«Jesús, tu ocupación en la vida», pregunta Ramón García a un concursante. «Mi ocupación es beber cerveza», responde su invitado antes de participar en la prueba de los bolos. Por casualidades de la vida –la competencia de 'Grand Prix' fue el martes de otro siglo, con especial mención a la copia de 'La fiera de mi niña' de La 2, más pixelada que las negociaciones del Gobierno en funciones – y por causalidades de las redes, Jesús se convierte en una celebridad, en modelo de esa España que madruga para ponerse ciego de botellines y descansar, que es lo que ordena María Jesús, la de las Azúcar Moreno, «tremendamente eufórica, demasiado animada para un martes», que cantaba Miqui Puig.