Por lo que sea

Hablar de dinero

Se vive mejor en la ignorancia, y a partir de una edad la ignorancia también se compra, como todo

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No es descartable que la infancia termine el día que uno escucha a sus padres hablar de dinero, y lo entiende: no suelen ser buenas noticias. Con el dinero ocurre como la salud, que solo es un tema de peso cuando falta; cuando sobra, ¿a ... quién le importa? ¿No es más interesante el verano, la metafísica, el ciclismo? ¿Y qué hay del mar, de las alpargatas, de Grecia, de los dioses? Los viejos ricos británicos han convertido el dinero en un misterio, como dice Andrew O'Hagan, que no sabe cuánto tiene en el banco su mujer, ni ella lo que tiene él, y se entienden, y tal vez por eso son felices. En 'Caledonian Road', su última novela, escribe sobre un hombre torturado que lucha por no perder su estatus socioeconómico y sufre en silencio mientras su esposa disfruta alegremente de los lujos de siempre, que consisten, en esencia, en no mirar nunca la cuenta, y ocupar el tiempo con otras cosas. Se vive mejor en la ignorancia, y a partir de una edad la ignorancia también se compra, como todo. Y no es barata.

En España, y ya es triste, se habla cada vez más de dinero, y los ricos han empezado a colonizar internet dando lecciones de vida y de inversión, indistintamente. Algunos cobran por sus consejos, en un negocio no muy distinto al de las casas de apuestas, y otros van a la televisión o a Youtube a explicar cómo se debería ordenar el mundo, porque ellos sí saben gestionar, y se han ganado el derecho a dar la turra. Tienen un tono casi mesiánico, entre la autoayuda y Harari, y una audiencia tan joven como desesperada: esto es lo más grave. Yo veo a todos esos jóvenes hablando de dinero y veo a una juventud empobrecida, sin esperanza, agarrada a la ilusión de una criptomoneda, que es la ilusión de un boleto de lotería con ínfulas científicas, y que exige más horas de pantalla. Deberían estar soñando una vida bohemia, planeando una huida mochila al hombro por Latinoamérica, o montando una banda, o escribiendo algo terriblemente malo de lo que arrepentirse después, o imaginando utopías políticas, que viene a ser lo mismo, y sin embargo están preocupadísimos por dónde invertir el sueldo mísero que ganan, o el sobre de la abuela, y no quieren dar la vuelta al mundo: quieren comprar una casa con piscina y tener un lambo en el garaje, porque malviven de alquiler y no tienen coche, y pueden salir de España pero no de la precariedad. Uno anhela lo que no tiene. Y más aún lo que no puede tener.

Los han llamado criptobros, y los miran por encima del hombro, pero son tantos. Y están tan enfadados… Sospecho que muchos acabarán descubriendo que de dinero solo hablan los pobres, y unos pocos tendrán éxito en lo suyo, y entonces se darán cuenta de que el dinero es un tema aburridísimo, que no da para más, pero ya no sabrán hablar de otra cosa, a esas alturas, y tal vez acaben montando un pódcast. Para llenar el silencio.

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