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BALA PERDIDA

Vida de media cama

Empezamos a soportar con decidida naturalidad que en España se alquilen habitaciones

El magisterio de los enfermos

Bruni, viuda con marido

Ángel Antonio Herrera

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He visto por ahí que cuenta Cáritas que en Madrid hay familias que alquilan un colchón para varios usuarios. Quere decirse que tenemos vecinos que tienen una vida de media cama, que es un modo tristemente lírico de expresar que nos cruzamos con criaturas cuyo ... horizonte es una nada abismal. Resulta que empezamos a soportar con decidida naturalidad que en España se alquilen habitaciones, para ir remendando en nueve metros cuadrados una cruda existencia, y ahora vemos que en esas angosturas cabe una cama donde tiene que caber una madre, más un hijo, o dos, según los datos estremecedores de Cáritas. Porque en el censo de las biografías torcidas nos salen siempre muchas madres. Qué jodida es la vida, cuando se pone jodida. El colmo del lujo convivencial, en las familias o matrimonios, es dormir en camas separadas, si hacemos caso a los que saben, o dicen que saben, pero por la otra punta nos sale lo contrario, la desgracia de una cama donde tiene que ovillarse la familia entera. Esto es la desgracia, sí, que tiene un par de sábanas de sobre, y una manta, que no sé yo si sirve para combatir la fija intemperie, que es algo que funciona por dentro, naturalmente. Me gusta la frase que anuncia que hay ciudades a las que podemos echarles la culpa de todo. Antes, estas ciudades eran unas pocas ciudades contadas, para bien, o para mal. Pero ahora todas las ciudades son culpables, sí, porque la vivienda es un derecho que no se cumple y además la cama es media cama de naufragio, donde dormir es una mala postura y el día siguiente otra pesadilla. Ante estas noticias, a las que nadie mira, vemos que pobres somos todos, o debiéramos serlo, porque si un vecino usa sólo una almohada para tres el resto debiéramos perder el sueño. La prosperidad vive a dos esquinas de la miseria. No sé de qué podemos presumir en una sociedad que venera la opulencia del móvil y tiene sólo media cama para dar una cabezada entre dos hijos y luego echarse a la calle, a ver qué pasa, a ver qué no pasa.

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