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CASA DE FIERAS

Ficción, mentiras y feminismo de barra

El problema no es el mentiroso, sino el tonto (in)útil del que se aprovecha el gobernante

¿Y a ti qué te importa dónde estudien sus hijos?

Fite, ¿tú sabías...?

Alfonso J. Ussía

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En este país hemos alcanzado tal grado de refinamiento social que ya no necesitamos verdades para funcionar. Nos basta con mentiras. Y no hablo de mentiras verdaderas, ni siquiera verosímiles: son piezas oratorias que se pronuncian con gesto grave, como si fueran decretos divinos, aunque ... estén tan vacías como la cartera de un yonki. Lo fascinante es que tanto quien las pronuncia como quien las escucha sabe que son un cuento chino. Pero ahí reside la gracia porque nadie se molesta por ello. Se finge que la farsa es seria y, al toque, se nos va la vida como si hubiéramos presenciado un espectáculo circense. El político proclama que defiende a las mujeres, y lo hace con un fervor tan impostado que hasta se podría pensar que es sincero. Algunos partidos incluso se adornan con la palabra feminismo en cada frase, como si el mero uso del término concediera su legítima moral. Y, sin embargo, han aprobado leyes o políticas que han hecho más daño que ayuda, que han reducido a las propias mujeres a eslóganes publicitarios, a pancartas de quita y pon. Es un feminismo de escaparate, útil solo para la foto y para la ovación en el estiércol de sus voceros. ¿Y quién lo denuncia? Nadie, porque todos están ocupados aplaudiendo la mentira.

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