LA ALBERCA
Puente, el as de bastos
Desde la misma orilla de las llamas voy a resumirle al ministro los piropos espontáneos que le dedicó la gente
El incendio ideológico de la Mezquita
Disculpen las mejoras
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Iniciar sesiónTendría que ser un oxímoron canónico. Ministro cafre. Pero Óscar Puente ha convertido el concepto en un pleonasmo. La grosería es una redundancia en el sanchismo, un régimen en el que el insolente parte con más puntos que el sensato para ocupar escaño. Ha causado ... mucho destrozo intelectual el mensaje corto de las redes, la presunta ocurrencia, el ingenio de bisutería. Y a golpe de arrebatos dactilares ha hecho carrera ministerial un alcalde derrotado que vomita invectivas contra sus adversarios políticos hasta que se acaban convirtiendo monótonamente en desprecios a la gente, a la nobleza de la política, a la historia de su partido y a su propio honor. Alguien que le quiera un poco debería quitarle el móvil por las tardes. Terapia de choque. Porque el teléfono de sobremesa es la trinchera de los más excelsos cobardes. Es el templo de la mediocridad. El partenón derruido de los acomplejados.
Es muy probable que el ministro no tenga conciencia, ni moral ni de la otra, de la ruindad de su comentario sobre el incendio de Zahara, pero como yo estaba allí viendo las llamas fagocitar el paraíso y pude escuchar 'in situ' las opiniones espontáneas de los vecinos sobre su gracieta, le haré un resumen amable. Porque me impresionó el amplísimo glosario de dedicatorias que recibió de quienes huían por la playa con las maletas aún medio abiertas, buscaban a sus hijos por las urbanizaciones bajo la lluvia de ceniza, abandonaban los pisos con la comida en la mesa, atascaban la carretera sin un destino cierto o contemplaban llorando los alaridos del fuego en la Sierra de la Plata mientras rezaban para que el levante no disparase piras hasta sus alféizares. Tampoco sabrá este agudo locatario del banco azul que los helicópteros del Infoca cercaron el incendio en apenas unas horas porque, a diferencia de los trenes, este organismo de la Junta de Andalucía sí funciona. Ni que el consejero que dirige las emergencias, Antonio Sanz, estaba coordinando una modélica evacuación sobre el terreno desde que se dio la primera señal de alarma, no poniendo sentencias en las redes sociales bajo la apacible atalaya de un aire acondicionado. A quién puede importarle la verdad, el dolor de los afectados o la decencia si se puede sacar un poco de rédito político. Si el ministro ocurrente escuchara los piropos que recibió en las angustiantes cercanías de las brasas, que oscilaron entre los halagos maternales y las alabanzas cornúpetas, tiraría el móvil al mar. Pero ahí sigue dándole a las teclas de la inquina con la yema del pulgar para mancillar la política, la educación y el sentido común hasta el estercolero final. Óscar Puente es el paradigma del relativismo ético que nos devasta. Porque donde no hay principios, hay ocasos. Y él cree, desde su burbuja de palmeros, que su brocha gorda es un pincel que retrata a quienes piensan distinto. Por eso ha parado el tren de España en la cueva de Atapuerca, cuna de su canibalismo dialéctico y origen prehistórico de la cachiporra. Está tardando la casa Fournier en ponerle su nombre en la baraja al as de bastos.
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