La Última Generación: el grupo de activistas climáticos alemanes acusados de coquetear con el crimen
El movimiento que se enfrenta al 'stablishment' alemán comienza a agotar la paciencia de los berlineses. Varios de estos activistas climáticos están acusados de apoyar a una asociación criminal
¿Tiene ideología la lucha contra el cambio climático?
Corresponsal en Berlín
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Iniciar sesiónDesde hace meses, mantienen Berlín en jaque. Cada mañana, en hora punta, llevan a cabo sentadas en puntos estratégicos del tráfico de entrada a la capital alemana, causando reiterados atascos y retrasos. Llegar tarde al trabajo se ha convertido en el pan nuestro de ... cada día y los colegios acusan la llegada a cuenta gotas de los alumnos a lo largo de la mañana. Una mujer murió debido a que la ambulancia que la trasladaba al hospital se vio atrapada en uno de estos actos de protesta, pero no ha habido lamentaciones por parte de estos jóvenes que sienten que su lucha por el clima es a vida o muerte y que se reconocen a sí mismos por un nombre que difícilmente podría ser más dramático: Última Generación.
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Los activistas se pegan las manos al asfalto, obligando a la Policía a largas operaciones de corte de las vías y asegurando así que sus acciones obtengan una atención mediática y ciudadana con la que esperan presionar al Gobierno para que tome medidas climáticas decisivas. «Me parece una completa locura», ha dicho el canciller Olaf Schoz sobre la campaña emprendida por estos jóvenes. «No solamente no creo que vayan a convencer a nadie, sino que además sólo van a lograr enfadar a todos y que sus objetivos sean más antipáticos para la ciudadanía».
La mañana siguiente a estas declaraciones, la sede del SPD de Berlín, la Casa Willy Brandt, amaneció rociada con pintura naranja y bloqueada por un grupo de activistas que exhibían en sus pancartas la advertencia: «Señor Scholz, destruir los cimientos de la vida no sólo es completamente estúpido, sino también ¡inconstitucional!».
Se les acusa de organizar una campaña de recaudación de 1,4 millones de euros en donaciones para financiar «nuevos» delitos de Última Generación
Si bien las primeras semanas sus acciones eran toleradas e incluso vistas con cierta simpatía por parte de la ciudadanía, la paciencia de los berlineses ha ido alcanzando sus límites y desde hace días circulan por las redes sociales vídeos en los que se ve cómo conductores y camioneros enfurecidos desalojan por su cuenta a los chavales sentados en mitad de la autopista, antes de que llegue la Policía y con actitud más o menos violenta. Las autoridades han tomado finalmente cartas judiciales en el asunto.
La Policía realizó el hace unas semanas registros en quince casas de todo el país contra activistas medioambientales del movimiento Última Generación, siete de los cuales han sido acusados de formar o apoyar una asociación criminal. Según la Oficina Regional de Investigación Criminal de Baviera, los antecedentes son «una investigación preliminar sobre sospecha de comisión delictiva de cargos penales por parte de miembros del grupo de activistas climáticos» iniciada debido a las «numerosas denuncias recibidas por la ciudadanía desde mediados de 2022» y que han llevado a la Fiscalía General de Múnich a abrir una investigación contra siete sospechosos, todos ellos de entre 22 y 38 años.
Se les acusa de organizar una campaña de recaudación de 1,4 millones de euros en donaciones para financiar «nuevos» delitos de Última Generación. Dos de los sospechosos también están acusados de haber intentado sabotear un gasoducto entre Trieste (Italia) e Ingolstadt (Alemania) en abril del año pasado. En la redada, con cuatro registros en Berlín, tres en Baviera y tres en Hesse, además de otras actuaciones en Hamburgo, Sajonia-Anhalt, Sajonia y Schleswig-Holstein, se incautaron cuentas y aseguraron bienes, al mismo tiempo que era cerrada la página web del grupo.
Según ha informado el diario 'Die Welt', el bloqueo de cuentas podría plantear grandes problemas para Última generación, porque últimamente su situación financiera se ha vuelto bastante tensa. La organización habría estado contratando activistas en funciones remuneradas y estaba considerando internamente el paso de algunos empleados a trabajos de jornada reducida. Los activistas habían alquilado numerosos alojamientos para la fase de protesta en Berlín, a precios prohibitivos y había generado un descubierto en sus cuentas de 800.000 euros.
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Estas cifras hablan de un movimiento que va bastante más allá de jóvenes desinteresados y sensibles al destino del clima, aunque cuando hablan con los periodistas, ese es el papel que representan. «¿Qué importa que llegue usted tarde al trabajo en comparación con el problema de que estamos desahuciados en este planeta, que el calentamiento está acabando con nosotros?», respondía Gisela a un conductor que increpaba a los activistas en el puente Rudolf-Wissell, embudo en el que permanecía parado el tráfico de entrada de la autopista A100 noreste de Berlín.
Gisela ha tomado un semestre sabático en sus estudios de Biología para concentrarse en las protestas: «No nos importa que nos griten, ¿no lo entiende? No nos importa que nos acusen ni que nos encarcelen, porque si no ponemos remedio a tiempo la vida en este planeta será tan indeseable que... ¿qué mas da?». Unas horas antes, miembros de Última Generación habían asaltado la Fontana de Trevi en Roma y habían teñido sus aguas de negro, como «presagio del escenario del fin del mundo al que nos dirigimos».
También en Francia
La versión francesa, Extinction Rebellion, activa también en Bélgica, y la británica Insullate Britain, han elevado en los últimos meses el tono de sus protestas: apuñalan las ruedas de lo SUV, rompen ventanas de bancos y dañan obras de arte para denunciar la supuesta inacción de los gobiernos respecto al clima. En Alemania han asaltado refinerías y minas, bancos y cadenas de supermercados, además de museos. Se muestran contrarios a todos los partidos políticos, pero su estrategia se diseña especialmente para las campañas electorales, como la de Baviera, donde el fundador regional de Última Generación, Henning Jeschke, ha publicado el Plan 2023, cuyo objetivo es «plantear un dilema a los partidos en la campaña electoral, de manera que tendrán que ceder o las autoridades se verían obligadas a encerrar a cientos de manifestantes».
«Nos asustan, pero no sucumbiremos a ese miedo», ha dicho después de la redada la portavoz de Última Generación en Berlín, Aimée van Baalen. «¿Tenemos que vivir primero una sequía en Alemania, sufrir escasez de alimentos (...) antes de entender que Última Generación se está responsabilizando por todas nuestras vidas y que esto no es criminal?».
«Detenerlos es peor, ese es su objetivo», avisa la psicóloga social Maria-Christina Nimmerfroh, de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Bonn-Rhein-Sieg, tras infiltrarse en el movimiento. En el proceso de inscripción, se pregunta a los posibles nuevos miembros si están dispuestos a ser arrestados o ir a la cárcel. Si el aspirante marca no, se le pregunta con más precisión: «¿Por qué no? ¿Qué necesitas?» y se proporciona entrenamiento psicológico. La organización recopila mucha información personal sobre miembros potenciales y valora, por ejemplo, su pertenencia previa al movimiento Birth-Strike-Movement (Huelga de nacimientos), cuyos seguidores se esterilizan para no contaminar el planeta con más seres humanos.
Una joven perteneciente a Ultima Generación ha confesado este mismo mes, ante el tribunal de Ratisbona que la juzgaba por el corte de una carretera en junio de 2022, que está «desesperada» por las consecuencias del calentamiento del clima: «Tanto es así, que me he hecho esterilizar para no traer hijos a este planeta que se muere».
«No deseamos hacer estas cosas, pero es la única alternativa que nos queda»
Este movimiento es promovido en el Reino Unido por la cantante Blythe Pepino y en Alemania por la maestra y autora Verena Brunschweiger, que aboga por un pago oficial de 50.000 euros a todo ciudadano que cumpla 50 años sin haber tenido hijos, para premiar su compromiso con el medio ambiente. «El planeta ya está superpoblado», alega Marc Fehn, que pagó 500 euros por una vasectomía en 2020. Para las mujeres el precio es de unos 1.500 euros y la reversibilidad mucho más incierta.
Nimmerfroh apunta que muchos de los jóvenes que forman parte de Última Generación sufren cuadros depresivos, desesperanza y urgencia, y que la presión del grupo los empuja a participar en delitos que perciben como un mal necesario. «No deseamos hacer estas cosas, pero es la única alternativa que nos queda», insiste van Baalen, a lo que el presidente del Sindicato de la Policía, Rainer Wendt, responde que «la población, que sufre miles de veces al día bajo el terror callejero de estos autoproclamados salvadores climáticos, es la verdadera víctima».
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