Nigeria liberará a todas las mujeres sospechosas de delitos de terrorismo

A mediados de mes, Abubakar Shekau, líder del grupo rebelde, anunciaba el inicio de una campaña de secuestros de mujeres y niños, si las fuerzas de seguridad no absolvían a las esposas de los miembros de Boko Haram detenidas en los últimos meses. Solo unos días después, el presidente nigeriano, Goodluck Jonathan, declaró el estado de emergencia en tres regiones del noreste del país ante el avance islamista.

Pese a lo controvertido de la medida, el indulto demuestra la pobre situación de la Justicia nigeriana: De 54.000 reos retenidos en las presidios del Estado a finales del pasado año, 38.000 se encontraban todavía a la espera de juicio. Y en este sentido, no resulta extraño que la furia islamista se haya dirigido de forma primigenia contra los centros de detención.

Ya el 7 de septiembre de 2010, en el considerado por la mayoría de analistas el prólogo de su dilatada carrera terrorista, el grupo armado había liberado a 721 prisioneros que se encontraban retenidos en la cárcel de Bauchi. De igual modo, y de forma paralela al inicio de la campaña de secuestros de Boko Haram, al menos 55 personas perdieron la vida y 105 reos escapaban en un ataque protagonizado por miembros de la milicia islamista contra una prisión de la ciudad de Bama, al noreste del país.

Sin embargo, la mayoría de analistas dudan de que el gesto presidencial logre cambiar la manera de actuar del grupo armado, que ha optado siempre por el victimismo.

«Sorprendentemente, el Gobierno nigeriano habla de otorgarnos una amnistía. ¿Qué mal hemos hecho? Por el contrario, somos nosotros los que deberíamos dar el perdón», aseguraba en abril el enigmático líder de Boko Haram.

En los últimos tiempos, la posibilidad de conceder un indulto al grupo armado había suscitado cierta polémica entre los actores en conflicto. Éste es el caso de la sección juvenil de la Asociación Cristiana de Nigeria, quien ya ha advertido al mandatario nigeriano de que cualquier acuerdo con el grupo islamista «encendería la rabia religiosa».