¿Asesinó Franco a Balmes? Las eternas dudas sobre el amigo del futuro dictador que no se sumó al golpe
El 16 de julio de 1936, dos días antes del comienzo de la Guerra Civil, este general sufrió un extraño accidente con su pistola, durante unas prácticas de tiro, que ha generado todo tipo de teorías sobre una posible conspiración
Israel Viana
Madrid
'Muerte en Canarias de Amado Balmes cuando presenciaba unos ejercicios de tiro', titulaba ABC el 17 de julio de 1936. El golpe de Estado contra la República ya se había puesto en marcha y pronto iba a desembocar en una cruenta Guerra Civil que ... acabó con la vida de medio millón de españoles. Aquellos días previos de tensión y violencia callejera, con los asesinatos del teniente Castillo y José Calvo Sotelo de por medio, esconden este extraño episodio que todavía hoy, ochenta años después, sigue despertando las teorías más variadas sobre si fue asesinado o no por orden de Francisco Franco.
Según la versión oficial, el general pasó revista a las tropas la mañana del 16 de julio y, a continuación, se dirigió al campo de La Isleta, en Las Palmas de Gran Canaria. Iba a realizar unos ejercicios de tiro, pero la pistola se le encasquilló y no se le ocurrió otra cosa que apoyar el cañón del arma sobre su abdomen para intentar arreglarla, con tan mala suerte de que se le disparó en el vientre. «Conducido a la Casa de Socorro y luego al hospital, falleció al poco rato tras recibir la extremaunción», confirmaba este periódico. Pero, ¿cómo pudo un militar tan experimentado y breado en mil batallas cometer un error tan básico?
Al día siguiente, ABC aportaba más detalles sobre el incidente: «Llegado al campo de tiro, utilizó una pistola Astra del calibre 9. Después de hacer varios disparos se le encasquilló. El general cogió el arma por el cañón con la mano derecha y se la apoyó por la parte delantera en el cuerpo, accionando con la otra mano sobre la culata. Entonces sobrevino el disparo y cayó al suelo. [...] En un momento de lucidez, dijo: '¡Maldita pistola!'. Y rogó que avisaran a su familia y a las autoridades militares y civiles».
Contra los mitos de la Segunda República: el debate «sesgado» por la izquierda y la derecha desde la Guerra Civil
Israel VianaEn su nuevo ensayo, Alejandro Nieto huye de las habituales versiones «sesgadas» de la izquierda y la derecha para diseccionar el polémico régimen, convencido de que «ni una ni otra son plausibles hoy»
Tan pronto como se enteró, según la misma noticia, Franco salió rápidamente para Las Palmas con el objetivo de presidir el entierro de su amigo desde los tiempos de la Guerra de Marruecos. ¿Seguro que este no sabía que iba a morir?, ¿seguro que no lo ejecutó al no querer sumarse al golpe de Estado?, se han preguntado muchos historiadores. Sea como fuere, el futuro dictador y gobernador militar de Canarias en ese momento reservó una habitación en el Hotel Madrid antes de acabar el sepelio, desde donde se comunicó con el resto de generales rebeldes y preparó su vuelo a Marruecos, en el Dragon Rapide, para ponerse al frente de la insurrección. No está muy claro todavía si Balmes estaba entre ellos.
La conspiración
En 2011, Ángel Viñas defendió la tesis del asesinato en su libro 'La conspiración del general Franco' (Crítica). El catedrático de Historia sostenía que el general gallego ordenó su muerte porque le dejaba «el camino expedito» para ponerse al frente del Ejército de Marruecos y tomar una posición de privilegio entre los sublevados. En cualquier caso, reconocía que no aportaba pruebas documentales sobre ello, a pesar de lo cual otros historiadores apoyaron la misma hipótesis, bajo la idea de que el entierro le dio al futuro dictador la excusa para desplazarse desde Tenerife a Gran Canaria y coger el avión, como apuntó en ABC, en 2014, el historiador Alberto Anaya de la Universidad de Las Palmas.
Un año después, Moisés Domínguez publicaba 'En busca del general Balmes', en el que aportaba documentos inéditos para defender la versión del accidente. Por un lado, la declaración del único testigo, el soldado Manuel Escudero, su chófer, tomada el 16 de julio de 1936 ante el juez que instruyó los hechos. «El arma se encasquilló con el último cartucho de la tercera pistola que probó. Entonces, empezó a manipularla para desencasquillarla, cuando, de repente, en un falso movimiento, teniendo la pistola apoyada contra el cuerpo, se disparó», insistía el informe.
Se trataba de una versión idéntica a la que aportó este periódico al día siguiente, a la que el historiador sumó también el informe de la autopsia, perdido desde entonces hasta ahora. Se trataba de una copia expedida «el 21 de abril de 1936» (sic, se considera que puede ser de 1937) por el Juzgado de Instrucción del Distrito de Triana de Las Palmas de Gran Canaria, que se encontraba en un archivo de las clases pasivas del Ejército en Madrid, entre los documentos del expediente de la pensión de su viuda, Julia Alonso.
La autopsia
Según esta, el cadáver presentaba una herida «pequeña, redondeada, de cinco milímetros de diámetro, de fondo sucio, bordes contusos y obscuros, como quemados», unos cuatro centímetros por debajo de las costillas, con una zona de piel alrededor de ese orificio «ennegrecida por la pólvora y el humo de un disparo». Los forenses determinaron que «la distancia a la que tuvo que producirse el disparo fue necesariamente corta, o a quemarropa, dado el tatuaje de la piel del orificio de entrada y el boquete con señales de quemadura de la guerrera que vestía». En cambio, no aprecian en el cuerpo «ningún otro signo de violencia externa, ni signos de lucha». «Parece probable un disparo ocurrido al mismo sujeto, dada la pequeña distancia a que fue efectuado», concluía.
Otra fueron los testimonios recabados por Domínguez entre los colaboradores y familiares de Balmes, que aseguraban que no pudo ser asesinado porque, como «monárquico y católico hasta las trancas», sí que apoyaba la conspiración. Según sus informaciones, de hecho, las pistolas que probaba en sus últimas horas de vida iba a dárselas a un grupo de falangistas para que participaran en el golpe.
En otro artículo para la revista de la Fundación Nacional Francisco Franco, además, el mismo historiador reconoce que habló con la única hija de Balmes, Julia, que le describió la buena amistad que ambos tenían desde los tiempos de Marruecos. Por lo tanto, la tesis del asesinato era más que improbable. «De hecho, Balmes salvó la vida a familiares políticos del general Franco en aquel aquelarre de 1934», escribe.
Un informe amañado
En 2018, Viñas volvía a la carga con un nuevo libro, 'El primer asesinato de Franco' (Crítica), en el que seguía apoyando la misma tesis, esta vez con pruebas analizadas por un experto en anatomía patológica, Miguel Ull Laita, y otro en aeronáutica, Cecilio Yusta Viñas, que firmaban la obra juntos. El principal argumento se basaba en la misma copia informe de la autopsia aportada por Domínguez, pero el historiador la invalidaba tanto por el error de la fecha como por la terminología coloquial usada. Por ejemplo, «pecho» en vez de «tórax» y «vientre» en vez de «abdomen», algo nada común entre los profesionales de la medicina.
Los autores exponían, además, la contradicción entre el orificio de entrada de la bala que menciona el informe y los destrozos que causó en el cuerpo. Si el disparo penetró por el vientre y con la trayectoria que dice la autopsia, las lesiones internas no pudieron ser las que señalaba el texto, sobre todo las del bazo, «que queda distante» del hipotético disparo. Los daños señalados, subrayan, solo podría haberlos ocasionado un disparo realizado desde más arriba, que habría entrado por debajo de la axila izquierda. Eso abriría la posibilidad de un disparo a quemarropa hecho por un asesino.
Hace cinco años, Viñas explicaba así la «chapuza de la autopsia» en otra entrevista a la web 7iM: «Había que ocultar lo que realmente pasó. Ese supuesto informe, que no fue ni autopsia ni informe, hubiera quedado durmiendo el sueño de los justos en los autos del juzgado militar que llevó el asunto legal. Sin embargo, se recuperó para confeccionar un expediente informativo que demostrara que el general Balmes falleció en acto de servicio. Era necesario, porque su viuda se movió con otros generales para solicitar a Franco que le concediera la pensión extraordinaria. Entonces se hizo ese expediente amañado, donde consta el 'informe' de la autopsia y las declaraciones del chófer… todo amañado».
El caso, no obstante, sigue sin esclarecerse del todo…
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete