La tensión política en España coincide con la interinidad en las instituciones europeas
Con el Parlamento inactivo en plena campaña se reduce la capacidad de reacción
La amnistía y las urnas sumen a España en la parálisis legislativa
Corresponsal en Bruselas
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Iniciar sesiónSi el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha escogido estas fechas para su última e inédita maniobra política, podría ser para aprovechar la recta final de la legislatura europea en la que sería muy difícil que las instituciones comunitarias pudieran poner en marcha mecanismos ... para proteger el Estado de derecho en España. Con el Parlamento Europeo ya desactivado, puesto que no volverá a reunirse hasta después de las elecciones europeas del mes que viene, y la Comisión Europea ya entremezclada con la campaña electoral, sería muy complicado que en Bruselas pudiera aprobarse cualquier decisión respecto a España.
Entre otras cosas, el comisario de Justicia, Didier Reynders, que ha intentado poner de acuerdo al Partido Popular y al PSOE en el asunto de la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), está fuera de la ecuación mientras se dedica a buscar apoyos para ser elegido como secretario general del Consejo de Europa y es bastante probable que no vuelva a Bruselas. Su sucesora en este papel, la comisaria de Valores, la checa Vera Jourova, no ha entrado todavía en el asunto y existen dudas de que vaya siquiera a intentarlo, teniendo en cuenta que falta prácticamente un mes para las elecciones. En la última ocasión en la que se ha referido a ello, esta misma semana, ha afirmado que antes de intervenir en la mediación esperaría a que las dos partes acerquen sus posiciones, que en estas circunstancias representa una completa utopía. «Estamos ahora esperando a las partes españolas para que resuelvan sus diferencias y, en el momento adecuado, probablemente volvamos a la mesa negociadora», dijo al entrar en el Consejo de Asuntos Generales cuando se le preguntó por sus planes sobre este asunto.
De todos modos, la misma presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, no tiene muchas razones para enemistarse en estos momentos con ningún Gobierno, porque sabe que la victoria electoral más que probable del Partido Popular Europeo (PPE) no puede ser suficiente para renovar su mandato, ya que necesitará el apoyo de una mayoría de los Gobiernos. Hace cinco años, en la primera ocasión en la que Sánchez participaba en el proceso de renovación de las instituciones europeas como primer ministro de un país miembro, aprovechó las reticencias del presiente francés, Emmanuel Macron, para confirmar al entonces candidato del PPE, Manfred Weber, para maniobrar con la intención de llevar al puesto a un socialista, el holandés Frans Timmermans, y en cierto momento pareció que podía tener éxito. La alemana tiene ahora una posición muy delicada porque no provoca el entusiasmo en las filas populares y no le interesa perder ni un solo apoyo.
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Sánchez ha dicho durante toda la legislatura que Von der Leyen era su candidata si se presentaba, como así ha sido, pero no sería la primera vez que cambie de opinión. Y, si la italiana Giorgia Meloni o Macron intentan llevar a cabo la idea de presentar como alternativa al ex presidente del Banco Central Europeo (BCE) Mario Draghi, todas las cartas podrían moverse.
La posición más conveniente para Sánchez es la del Parlamento Europeo, inactivo hasta después de las elecciones y por tanto sin la posibilidad de que los eurodiputados del PP o de Ciudadanos –tres de los cuales pueden estar en las filas populares en la próxima legislatura– presenten argumentos críticos para hacerlos públicos en el pleno. A pesar de que el episodio de los cinco días de reflexión ha deteriorado notablemente la imagen del presidente del Gobierno español, a efectos institucionales sigue siendo el representante de un país miembro y cuenta todavía con el respaldo del segundo grupo, el socialista. Y allí también puede ser necesario un pacto entre populares y socialdemócratas europeos para dirimir la elección de la presidencia de la Eurocámara.
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Cualquier decisión que fuera vista desde Bruselas como contraria a los principios y valores de la Unión Europea necesitaría de todas las instituciones en pleno funcionamiento para que se produjese una reacción contundente y eficaz. Y, aun en ese caso, la capacidad de la UE para intervenir en los asuntos internos de un país miembro está muy tasada y solo sería posible en casos extremadamente graves.
Más aún, Sánchez ha probado desde su primera etapa de liderazgo del PSOE, todavía en la oposición, que también es capaz de llevar a Europa sus obsesiones contra los partidos a su derecha y la primera de sus decisiones en este campo fue ordenar a sus eurodiputados españoles que se opusieran a la ratificación de Jean-Claude Juncker como presidente de la Comisión, lo que estuvo a punto de provocar una crisis. Es natural que algunos le teman en Bruselas.
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