Madrid, una ciudad entregada a la pasión por la música
La capital es un hervidero de lugares icónicos para una ruta melómana a la altura de las grandes metrópolis del mundo
Buenos Aires, de las tabernas arrabaleras a los conciertos callejeros
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEste verano ABC ha ofrecido una serie de rutas «musiqueras» por grandes ciudades de todo el mundo para que los melómanos que hayan tenido la suerte de viajar a lugares como Roma, París, Nueva York, Los Ángeles, Buenos Aires, Londres o Seúl ... pudieran descubrir fácilmente los monumentos, salas, tiendas, calles y museos dedicados a artistas, escenas y canciones. Pero ahora que ya hemos vuelto todos de las vacaciones, no está de más reivindicar lo nuestro. Y es que la capital, tanto para los turistas como para los propios madrileños, es una gigantesca coctelera de sonidos, escenas y sensibilidades que no tiene nada que envidiar a otras metrópolis famosas por su amor a la música.
Y por qué no empezar con los clásicos, sumergiéndonos en los casi 145 años de historia del Museo del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid (Santa Isabel, 53), la más antigua institución pública de enseñanza musical en España, de cuyas aulas han salido gran parte de los más importantes intérpretes y compositores españoles de los dos últimos siglos. Su colección incluye, además de instrumentos antiguos usados tanto en música popular como en música orquestal, pintura de caballete, dibujos, grabados, esculturas, algunas piezas de mobiliario, así como un conjunto de partituras y métodos de enseñanza procedentes de los fondos de la Biblioteca, y varios documentos provenientes del Archivo Histórico Administrativo del centro. Se puede visitar los miércoles, con acceso libre y sin visita guiada, de 10:30 a 14:30h; y los demás días laborales de la semana se puede solicitar una visita guiada a través del correo museo@rcsmm.eu.
Como las visitas a museos suelen abrir el estómago, se puede continuar la ruta en Bosco (Fernández de la Hoz, 78), la mítica tienda de instrumentos musicales fundada en 1980 por el dúo Ana y Johnny, reconvertida por sus hijos en una divertidísima tienda-restaurante donde los comensales degustan sus menús rodeados por docenas de guitarras y platos de batería colgados de las paredes y los techos, siempre con un hilo musical de categoría puesto de fondo. Además, las noches de jueves, viernes y sábado suele acoger actuaciones de músicos de todo tipo.
Nueva York, cuna de leyendas, meca de superestrellas
Nacho SerranoLa ciudad que nunca duerme acoge grandes templos de la composición, grabación e interpretación musical
Igual que en París se visita la tumba de Jim Morrison, o en Memphis la de Elvis, en Madrid se puede iniciar otra jornada melómana presentando respetos a los grandes héroes de la música española que ya no están entre nosotros. En el cementerio de La Almudena descansan Estrellita Castro, Enrique Urquijo, Cecilia, Marujita Diaz, El Fary o Antonio Vega, además de Lola Flores, El Pescaílla y Antonio Flores en su panteón familiar. En el de San Justo podremos dejarle unas flores a Sara Montiel, Luis Eduardo Aute, Manolo Tena, el cantaor Porrina de Badajoz o Manuel Fernández Aparicio de Los Bravos; y en el de San Isidro, a Concha Piquer, Enrique Salazar de Los Chichos o los compositores de zarzuelas Francisco Asenjo Barbieri y Cristóbal Oudrid.
Después de reponer fuerzas en otro restaurante tan melodioso como La Negra Tomasa (Calle Cádiz, 9), donde hay actuaciones en directo y una espectacular decoración en homenaje a los ídolos de la música cubana, los amantes del vinilo pueden echar una tarde entregada al coleccionismo en varios barrios de la zona centro.
Aunque la red madrileña de tiendas de discos ha sufrido una terrible sangría en los últimos años, en la zona circundante a la Plaza de las Descalzas sigue quedando un reducto de establecimientos de altísimo nivel. Allí están las legendarias La Gramola (Postigo de San Martín, 4) y La Metralleta (en el subterráneo de la misma Plaza de las Descalzas, aunque este verano ha abierto un segundo local en Esparteros, 5) para los buscadores de gangas de segunda mano, y otras tan exquisitas como Bangladesh y Babel (que comparten ubicación en Costanilla de los Ángeles, 5), Rock'nRoll Circus (Conchas, 4) o Escridiscos (Navas de Tolosa, 4), donde los coleccionistas podrán dar con autenticas joyas de cualquier género. En otros puntos de la ciudad también son muy recomendables Bajo El Volcán (Ave María, 42), Nakasha (Andrés Mellado, 24), Ziggy (c/ de los Estudios, 6), Ater Cosmo (c/ de la Puebla, 9), Liquidator (Dos Hermanas, 22), Lost Things (c/ del Barco, 43) y la que más de moda está últimamente, Marilians (Noviciado, 9), que además de vender discos organiza muchas otras actividades relacionadas con la cultura pop.
Cayendo la noche se puede empezar a tantear el inabarcable mundo de las salas de conciertos, que llena el calendario madrileño con tantas actuaciones que, especialmente en fin de semana, hay que elegir entre veinte, treinta o más artistas a los que ir a ver. Las hay muy veteranas como El Sol (Jardines, 3), Teatro Eslava (Arenal, 11), Clamores (Alburquerque, 14), Siroco (San Dimas, 3) o La Riviera (Paseo Bajo de la Virgen del Puerto, s/n), o más recientes pero ya clásicas del circuito como Moby Dick (Avenida de Brasil, 5), El Perro de la Parte de Atrás del Coche (Calle de la Puebla, 15), El Intruso (Augusto Figueroa, 3), Café La Palma (La Palma, 62) o Wurlitzer Ballroom (Tres Cruces, 12), y otras muy especializadas como Búho Real (Regueros, 5) para la canción de autor, o para el jazz, el Café Central (Plaza del Ángel, 10), que tristemente ha anunciado su cierre para el 12 de octubre, sin olvidar dos muy emblemáticos que este año celebran su aniversario, el 25º en el caso de Gruta 77 (Cuclillo, 6) y el 40º en el de Galileo Galilei (Galileo, 100).
Y por supuesto, tampoco hay que dejar de experimentar el mundo tablao, cuyos santuarios inexcusables son el Corral de la Morería (C. de la Moreria, 17), Torres Bermejas (Mesonero Romanos, 11), Cardamomo (Echegaray, 15), Tablao 1911 (Santa Ana, 15), Tablao de la Villa (Torija, 7), Las Carboneras (Conde de Miranda, 1), Zyriab (Paseo de la Esperanza, 17), La Quimera (Cuchilleros, 7) o La Carmela (Calle de la Victoria, 4)
Si aún quedan ganas de marcha, se puede terminar de madrugada en los mil y un garitos musiqueros de la ciudad. Desde el malasañero Vía Láctea (Velarde, 18), testigo de todo lo que ha pasado en Madrid desde 1979, al renacido Candela (Calle del Olmo, 2) y su leyenda flamenca, pasando por el MongoBar (calle del Tesoro, 5) y su exquisito gusto por el rock'n'roll o el Kurgan (Dos de mayo, 6) por lo mismo pero con el metal, la zona centro es un hervidero de bares para amantes de todos los géneros que, por supuesto, también tiene muchos dedicados a la Movida como Madrid Me Mata (Corredera Alta de San Pablo, 31), que tiene una pequeña exposición que de alguna manera cubre el hueco dejado por el proyecto de Museo de la Movida Madrileña, lamentablemente paralizado por falta de un local adecuado.
Y es que los madrileños tenemos, por otra parte, cuentas pendientes con nuestra propia historia musical que merece un tironcito de orejas. Por ejemplo, pocos saben que uno de los grandes compositores del siglo XX, el almeriense José Padilla, residió en la ciudad durante casi toda su vida. Es tal el desconocimiento que, cuando se conmemoró el 50º aniversario de su muerte en 2010, se organizaron conciertos y exposiciones de homenaje en medio mundo mientras en Madrid su casa-museo quedaba embargada por falta de financiación.
En la ciudad quedan, no obstante, huellas del paso de este pianista cuya música fue declarada de Interés Universal por la UNESCO, con pasodobles y cuplés tan míticos como 'El Relicario' o 'La Violetera' y otras canciones tan célebres como 'Ça c'est Paris' conocida como «la Marsellesa de los parisienses», o 'Estudiantina portuguesa', cantada durante la Revolución de los Claveles. Además del precioso Jardín del Maestro Padilla en la calle San Alejandro, hay un monumento precioso para hacerse el selfi musiquero más castizo: la estatua de 'La Violetera', que está en el mejor lugar posible para algo tan madrileño: la plaza de Gabriel Miró del parque de Las Vistillas.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete