Elecciones Galicia 18F
«Querido Santiago»: la carta de un decepcionado excandidato de Vox en Galicia a Abascal
Ricardo Morado
Querido Santiago.
La segunda llamada que recibí durante la mañana de aquel lunes 13 de julio de 2020 fue la tuya. Me llamaste para decirme que lo que había pasado era algo bueno, porque sólo era el principio de un largo trayecto lleno de trabajo ... y de esfuerzo, que daría sus frutos, puesto que lo que habíamos puesto en marcha en aquella campaña era más trascendente de lo que parecía, viniendo de la nada más absoluta y con todo en contra.
Nos conjuramos; tú y yo, para poner en marcha, a partir de aquel día, el engranaje necesario para obtener esos frutos, en forma de representación parlamentaria, con el fin de poder dar voz a aquellos que se sentían huérfanos dentro de un panorama político gallego que dejaba poco, o ningún espacio a la gente normal, a la gente de la calle y a los padres de familia carentes de artificios, pero repletos de voluntad, de algún que otro conocimiento, de experiencia en la empresa privada y de intenciones de mejorar las cosas.
Aquella fue la última vez que hablé contigo. Después de eso, sólo hubo hueco para algún mensaje por escrito, antes de que se «diera orden» de cancelarme internamente, precisamente por querer poner en marcha aquello que tú y yo hablamos aquella mañana.
Es curioso cómo suceden las cosas. A menudo una persona acaba sintiéndose culpable por esforzarse e intentar que algo salga bien, a pesar de que los (se supone) primeros interesados en que eso suceda en realidad no lo estén. O, mejor dicho, te hacen sentir culpable.
Han pasado casi cuatro años, cuatro años de la nada más absoluta, cuatro años de intrigas palaciegas internas en Galicia, que están lejos del conocimiento de los ciudadanos bienintencionados que creen que es necesaria una alternativa a «lo de siempre». Lejos de su conocimiento y de sus intereses.
Y aquí estamos, casi cuatro años después, a pocos días de la siguiente cita electoral, en una situación, como proyecto, mucho peor que la de entonces y con la sensación de estar escuchando violines al fondo (o gaitas), mientras el buque se sumerge.
Llegado el momento, desde un profundo sentimiento de tristeza, me di cuenta de que el mejor servicio que podía prestar al proyecto era alejarme todo lo posible de él, en lugar de ser un servil tiralevitas, para poder decir, abiertamente, que el rey va desfilando desnudo por Galicia. Una ingrata labor, pero muy necesaria, tal y como se ha podido comprobar y se sigue comprobando.
Y, hoy, desde la libertad de contemplarlo todo en la calle, observo con los ojos como dos platos soperos cómo la historia se repite. Una candidatura de subsistencia, improvisada fruto de las circunstancias, unas circunstancias sobrevenidas a base de no haber hecho absolutamente nada durante cuatro años en Galicia; que intenta hacerse un hueco en la opinión pública de X (Twitter), como si una red social (en la que menos del 10% del electorado en Galicia es activo) fuese un objetivo suficiente para poder optar a algo más que pasar desapercibidos.
«Los medios nos ignoran». Cierto. Pero seguramente habrá algún motivo más de carácter propio, que los esgrimidos habitualmente y que, para muchos, ya no son suficientes. Un buen amigo suele decir que para tener opciones en Galicia hay que conocer hasta el último nombre de la última vaca del último pueblo perdido en el monte. Y, aunque la sentencia es algo exagerada, tiene razón. Yo suelo decir que, si te pasas el curso faltando a clase y jugando al futbolín, cuando llega el día del examen, por norma general no sabes ni de qué asignatura te están hablando.
Por eso, cuando leo en tus redes sociales: «Provincia a provincia. Pueblo a pueblo. Por toda Galicia defendiendo el campo, la pesca, la industria el transporte…amenazados por el Pacto Verde y la Agenda 2030 que Sánchez y Feijóo votan en Bruselas…», me viene a la mente que todo eso es cierto, pero que no cabe en dos semanas de campaña. Y tú también lo sabes.
Dejaré a un lado que, en comunidades como Castilla y León, en la que Vox forma parte activa del Gobierno, se pueden encontrar fácilmente, en su web, las directrices de implementación de la Agenda 2030 en su guía de políticas públicas para implementar los Objetivos de Desarrollo Sostenible para que (y cito) «a todos los niveles, se conviertan en la guía de todas las políticas públicas de la Comunidad».
Obviando lo anterior, tampoco ha sido buena idea intentar ocultar el malestar de gran parte de la (escasa) afiliación de la provincia de Pontevedra con la situación de falta de actividad, ausencia de gestión y de trabajo en Galicia. Y digo que no ha sido buena idea porque ya es público que, tras la llamada que recibieron de la señora [María] Ruiz [responsable nacional de afiliación] para intentar desactivar las crecientes protestas internas, el señor [Enrique] Cabanas [mano derecha de Abascal y miembro del Comité Ejecutivo Nacional] dio marcha atrás a la reunión que iba a producirse para escucharlos.
Así que, con los deberes sin hacer, intentando mantener un relato que parece colocar la venda antes que la herida, cuando llegue la noche del 18 de febrero sólo quedarán, bajo mi punto de vista (y el de muchos), dos opciones. Dar por finalizada una etapa oscurísima en Galicia, asumiendo que se han hecho mal las cosas y destituyendo a todas y cada una de las personas de los cuatro Comités Ejecutivos Provinciales de la comunidad gallega, para poder empezar desde el cero en el que se encuentra Vox en esta tierra; o ponerse de perfil y esperar otros cuatro años a que «suene la gaita».
Yo ya sé lo que va a pasar y no es, ni de lejos, lo mejor para el proyecto, querido Santiago.
(Ricardo Morado fue número uno de Vox por La Coruña en las elecciones autonómicas de 2020; en 2022 dejó el partido)
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