FEria de VAlladolid

Roca Rey entierra sus huesos y vuelve a nacer tras un terrorífico percance

Corta una oreja a un toro digno de Cuarto Milenio, que se colaba y parecía reparado de la vista para sacar un fondo estupendo en la mandona muleta del peruano, al que le están haciendo pruebas en el hospital para descartar lesiones (le costaba respirar)

Marco Pérez forma un lío con un excelente toro de Garcigrande, que lidió una exigente corrida, un punto o dos más seria de lo que se estila en esta plaza

Emilio de Justo pedalea hasta la puerta grande

Roca Rey, a merced del toro Rubén Ortega

Rosario Pérez

Valladolid

Roca Rey volvió a nacer. Cuando enterraba sus huesos en la arena, un ángel apareció. ¿Cómo marcharse andando a la enfermería si no? ¿Cómo asentarse con tanto mando frente a un toro tan incierto, de comportamiento tan extraño? Digno de analizar en ‘Cuarto Milenio’ ... era el Colorido de Garcigrande, que se le coló por el derecho con el capote y lo arrolló contra las tablas como si estuviese reparado de la vista. Hasta tres veces lo prendió en una imagen dramática que hizo que la memoria reciente viajase a Santander. Hasta esa ‘Tarde de soledad’ en la que saludó a la muerte. Pero este 12S estaba señalado para vivir, para rendir homenaje a todos los que caen y se levantan aunque el cuerpo esté hecho añicos, aunque cueste hasta respirar. Porque el peruano tenía la piel magullada y le costaba coger el aliento tras los duros golpes. Pero siguió en la cara de Colorido: respirar podía esperar. El único pulmón que preocupaba al peruano era el del compromiso con el público que había abarrotado la plaza en el ‘No hay billetes’ de más reventón que se recuerda esta temporada.

Ni la ausencia de Morante frenó que se acabase el papel: apenas doscientas entradas se devolvieron, pero según llegaban se vendían. Superior la demanda para la tarde de la apoteosis taquillera de Tauroemoción. Solo las espadas impidieron que se culminara por la puerta grande. Porque motivos hubo. Toros, también. Un punto (o dos) por encima de los que suele lidiarse aquí era la corrida de Garcigrande, con algún ejemplar que serviría para Valencia. Exigente además, con fondo, teclas que combinar y ese paso adelante que dar.

Como el colorado Colorido de Roca, que rompió a embestir en la muleta como había apuntado en dos lances antes de la terrible secuencia. Aquel ‘aaayyy’ se extendía en el pecho como una sombra. La espeluznante cogida, en la que hasta tres veces hizo por él, sembró el miedo. Salvo en el torero peruano, un lobo con el cuchillo entre los dientes, dispuesto a competir consigo mismo tras la baja de Morante y el adiós al ‘agarrón’ de los dos gallos. Un titán el de Lima, con los huesos doloridos, con los moratones asomando, con la testosterona de la hombría regando la arena. Todas las miradas apuntaban hacia Andrés, en las gradas bajas y en las altas, en el tendido de sol y sombra... Hasta en el tendido del sastre, ese de los edificios altos que abrían las ventanas para palpar lo que allí sucedía. Y lo que ocurría era que una figura exhibía su raza y desafiaba al pitón derecho –por donde se le había colado– en una faena poderosa, de muletazos largos y a rastras, de esos que ligan mientras barren la tierra en series rotundas. Por ese lado de Colorido, que sacó un fondo de casta de enorme transmisión, se cimentó lo más macizo, pues por el izquierdo le costaba más.

En la misma boca de riego había caído la montera tras el brindis, sobre esa cal que había barnizado su terno noche y oro de manchas blancas. Eterno un cambio de mano en los terrenos de la proximidad antes del pinchazo, el espadazo y la oreja, que no paseó. Por su propio pie se marchó a la enfermería, donde llegaron noticias de que las placas en el hospital iban a esperar... El Cóndor quería rematar su tarde y dar cuenta de Treinta y Tres, que salió en último lugar tras correrse turno. Geniudo y sin clase, un garcigrande malo y duro de pelar. De los que quitan el aire. Pero ahí se mantuvo el torero, en su compromiso con el toro y con la afición.

Feria de Valladolid

  • Coso de Valladolid. Viernes, 12 de septiembre de 2025. Cartel de ‘No hay billetes’. Toros de Garcigrande, bien presentados, por encima de lo habitual en esta plaza, exigentes y de juego variado; destacó el excelente 3º, el 2º sacó un fondo encastado y humillador; geniudo y malo el 6º (de Roca, pues se corrió turno); el 5º(de Marco) se partió un pitón.
  • Emilio de Justo (sustituto de Morante de la Puebla), de corinto y oro:gran estocada (saludos tras aviso); dos pinchazos y estocada (saludos).
  • Roca Rey, de noche y oro: pinchazo y estocada (oreja); pinchazo y estocada delantera desprendida (ovación de despedida).
  • Marco Pérez, de blanco y oro: pinchazo y estocada (oreja con fuerte petición de otra); pinchazo (saludos).

También tuvo dificultades el primero de Emilio de Justo, sustituto del cigarrero tras su puerta grande del día anterior. La tardanza de Tramposo en doblar y el puntillero frenaron la petición de un trabajado premio y tuvo que conformarse con saludos. Más de una tarascada se llevó el extremeño en el inicio de los de pecho con el cuarto, un animal que, pese a ello, tuvo cosas buenas.

El toro de la bravura entregada, de la clase suprema, le correspondió a Marco Pérez, pletórico con este Cacharrero. Listo, capaz, torero. Haciéndolo despacio en su dorada faena. Conectando una barbaridad, especialmente por ese pitón diestro, con la ligazón que tanto cala, con una frescura necesaria y, a la vez, con madurez en su manera de dominar distancias, terrenos y escenario. Desde el saludo por bonitas cordobinas al quite. Hasta las luquecinas de su tiempo con el de Gerena. Ni el pinchazo enfrió la doble petición, pero el palco dijo que con una era suficiente. Imposible refrendarlo en el otro, mal picado y flojo, que para colmo se dejó la vaina en el suelo al hincar el pitón en el primer muletazo. No debió detenerse tanto delante del animal en ese lamentable estado. Claro que la gente se volcó con el salmantino con gritos de «¡torero, torero!» mientras abroncaba al palco sin comerlo ni beberlo. No merecía la interesante corrida esos dos capítulos finales y Justo Hernández, extraordinario ganadero, se marchó «disgustado».

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