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Los académicos piden explicaciones
El primer plenario del año, una acalorada petición de transparencia
Terminaba un plenario intenso en la Real Academia Galega. Los miembros habían abordado, entre otros asuntos, la elección de la que sería la quinta de las mujeres ocupando sillón en la institución, Fina Casalderrey.
El acta del día no recogía mención alguna a un asunto que, sin embargo, ocupaba las conversaciones de pasillo de la RAG en igual intensidad que en las redes sociales y en las charlas ciudadanas: la portada de ABC, que diez días antes informaba a los académicos del parentesco de dos de los empleados de la RAG.
Llegado el turno de ruegos y preguntas algunos académicos quisieron una respuesta mejor que la ofrecida por el presidente ante los medios: «No hay comentarios».
El asunto no fue menor. Lejos del silencio de la directiva las preguntas sobre los contratos de la hija y yerno de Ferrín fueron causa de un encendido debate en el plenario de la Academia. Las tesis defendidas por la dirección de la institución, apoyadas apenas por un puñado de académicos frente al clamor del resto de los presentes, fueron tres.
«Cosas de la extrema derecha»
La primera partió de boca de un significado dirigente, y apuntó al mensajero: «esas son campañas de desestabilización desde la extrema derecha», argumento que causó mayor indignación entre muchos de los presentes que lo que esperaban era una confirmación, un desmentido, o explicaciones concretas de las circunstancias en que se realizaron dichas contrataciones.
El segundo de los datos facilitados fue la confirmación de que «han trabajado aquí pero ya no están, y fueron contratados para una cuestión puntual». Lo cierto es que el pasado 8 de enero ABC realizó una llamada telefónica a la Academia en la que se explicó que Alberto Lema, pareja de la hija de Ferrín, sí trabajaba allí, pero que disfrutaba entonces de «unos días de vacaciones».
En la misma llamada, este medio tuvo la oportunidad de hablar con Oriana Méndez, hija del presidente, que atendió amablemente el teléfono para dar explicaciones de por qué la periodista era incapaz de encontrar la versión actualizada del Boletín da Real Academia Galega. La empleada no se interesó por identificar a su interlocutor.
El tercero de los «peros» esgrimidos por la dirección de la RAG , ya en plena batalla dialéctica con la gran mayoría del plenario, es que los salarios percibidos por estos contratados eran lo suficientemente exiguos como para darle tal importancia.
Ninguno de los ocho presentes consultados por ABC ha querido hacer sangre de lo acaecido, y se han limitado a confirmar los hechos. Consideran que es un asunto que se debe dirimir de puertas para adentro y echan de menos la transparencia en este y otros temas. En opinión de los consultados, que han preferido preservar su identidad porque «no se trata de un tema de nombres sino del prestigio y buen hacer de una institución tan relevante como la Academia de la lengua», no tiene sentido que «nos enteremos por la prensa de lo que ocurre en una institución para la que trabajamos con toda la seriedad que creemos necesaria».
«No es que se tengan sospechas de la gestión» -aclaran casi unánimemente los académicos consultados- «pero en cualquier empresa o institución la dirección debe dar cuenta de los ingresos y los gastos y someterlos a votación». El próximo plenario de la Real Academia Galega promete no ser un remanso de paz, toda vez que además de las pertinentes explicaciones la directiva someterá las cuentas al escrutinio de sus miembros.

