Soy alérgica al agua y así es mi día a día viviendo con esta enfermedad

A través de sus vídeos muestra sin disimulos las rojeces que le provoca su dolencia. Ella misma cuenta que fue a los 13 años cuando empezó a notar los primeros síntomas, su piel se irritaba cuando se bañaba en la piscina, la playa o en la ducha. Y con el tiempo esas reacciones se fueron incrementando.

Lo que siente es básicamente una sensación abrasadora. En medios de Atresmedia ha llegado a comentar que eso no le ha impedido seguir dando clases en la piscina, y si sus alumnos le piden que se meta en el agua lo hace por ellos. Aunque reconoce que llegará un momento en que tenga que buscar otro trabajo.

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Cristina Ortega Casanueva, pediatra y alergóloga de la Clínica Materno Infantil Senda y miembro de SEICAP, explica a ABC que la urticaria acuagénica es un tipo de urticaria que y la reacción se limita a la zona expuesta con ronchas que pican y están rodeados por una zona enrojecida. Esta reacción puede desaparecer de forma espontánea en menos de dos horas. Pero el cuadro varía según la gravedad de la alergia.

Casanueva señala que la alergia se desencadena cuando el agua entra en contacto con la epidermis y de ahí se difunde a la dermis. Provocando la liberación de la histamina de los mastocitos y haciendo que la piel se inflame. Es una afección incurable y la ciencia no ha conseguido dilucidar qué la desencadena. Solo en algunos casos se ha comprobado una predisposición familiar. Y se trata con antihistamínicos.

Además, afecta con más frecuencia al sexo femenino, durante la pubertad o años después. Y puede manifestarse de forma más exacerbada en otoño e invierno. Todos estos problemas, al final, pueden tener un gran impacto en la calidad de vida de quienes la sufren y en algunas situaciones generar depresión o ansiedad.

En el caso de María tiene que ducharse muy rápido porque enseguida se le pone la piel roja y le pica. Y puede beber agua siempre de la misma marca, pero solo dos sorbos porque si no tiene problemas para respirar y se le taponan las fosas nasales. Y si llora, se le hinchan mucho los párpados. Utiliza jabones y múltiples cremas especiales para conseguir aliviar la picazón, pero las rojeces siguen ahí y pueden llevarla al hospital en alguna ocasión.

Sin embargo, hay más ejemplos contados donde el problema se hace progresivamente más agudo. Es el caso de Alexandra Allen, de Utah, en Estados Unidos. Padece alergia al agua desde los 12 años. La idea de ser bióloga marina se acabó cuando le dieron el diagnóstico, porque para ella con el tiempo sentir el agua es como si la sumergieran en un tanque de ácido, «no por mucho tiempo, pero el suficiente para tener la percepción de que me han arrancado una capa de piel«, lo explicaba en una entrevista a 'Medical Daily'. Usa toallitas limpiadoras y sufre de media urticarias cada dos días que le provocan la irresistible necesidad de rascarse, aunque irrite más su piel.

«Cuando descubres que eres alérgico al agua, se produce una crisis interna más allá de cualquier otra cosa. Me asediaban preguntas: ¿Qué significa que soy alérgico a algo tan vital y común como el agua?, ¿Soy alérgico al mundo? Fue emocionalmente agotador tratar de encontrar una manera de explicármelo a mí mismo. Y por la noche tenía pesadillas en las que me ahogaba en el agua», indicaba.

Esa angustia también la vive Tessa Hansen, una californiana que ha confesado en redes que es alérgica a sus propias lágrimas, a su sudor y solo puede ducharse dos veces al mes porque su cuero cabelludo sangraba después de bañarse. «Yo sufro mucha fatiga muscular y náuseas. La enfermedad aparece cuando como algún alimento con mucha agua, como algunas frutas y verduras. Incluso beber agua puede causarme cortes en la lengua«, relata en redes sociales.

Le diagnosticaron la enfermedad con diez años y además de urticaria, su afección le provoca migrañas y fiebre. Y ha llegado a contar que tiene que tomar nueve pastillas al día. «Soy muy propensa al agotamiento por calor y tengo que evitar la actividad física. Incluso tengo que ser transportada por mi campus en la universidad porque, de lo contrario, llego a clase con fiebre, migraña y erupciones, lo que hace que sea muy difícil concentrarme», comenta en redes.

Su madre es médica de familia, así que, cuando salieron las erupciones, su primera suposición fue que era alérgica a un jabón. Luego aclaradas las causas tomaba una pastilla para la alergia, «pero la urticaria acuagénica empeora con la edad, por lo que ya no me funciona como antes».

Durante el Covid-19 tuvo que ser hospitalizada por su colitis isquémica, Tessa experimentó complicaciones y explicó que «esto provocó múltiples coágulos de sangre superficiales y al menos un coágulo de sangre profundo en su brazo derecho.

Y si bien cada vez que le dicen que su enfermedad es incurable siente una sensación de derrota, también apunta: «Si soy capaz de ver a mis amigos y seres queridos sin tener que irme pronto por sentirme enferma o de llegar a todas mis clases en un día, lo veo como una victoria».

Precisamente porque es una enfermedad rara, los escasos ejemplos que se hacen públicos destacan por sus detalles. La británica Rachel Warwick reconocía en la BBC que para ella la lluvia son como «gotas ardientes» que le abrasan la piel. Otros lo que hacen es ponerse una chaqueta y tres pares de pantalones de chándal para salir bajo la lluvia. Y para minimizar el sudor, viste ropa de color claro y evita hacer ejercicio. Y bebe mucha leche, ya que la reacción no es tan mala como cuando bebe agua.

Aunque la vida de los alérgicos al agua no ofrece tregua y sea como un juego mental para algunos, María a través de su cuenta en Tik Tok insiste en que lo lleva bien, mientras comparte su vida ante miles de seguidores a los que les enseña cómo sobrellevar el día a día para poder continuar diciendo: «Sigo sobreviviendo a mi vida».