El «truco del bocadillo» para bloquear las discusiones familiares en las comidas y cenas de Navidad
El psicólogo Tomás Navarro explica varias estrategias que ayudan a reducir los típicos desencuentros o malentendidos que se producen durante las citas navideñas con la familia
Estrés en Navidad: cómo escapar del agobio contagioso
MADRID
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesión¿Te agobia pensar que este año tendrás la misma discusión de siempre en Navidad con tu cuñado, tu suegra, tu hermano o tu madre? Te propongo estas tres técnicas sencillas que te pueden ayudar a reducir el riesgo de vivir situaciones incómodas con la ... familia durante las cenas y las comidas navideñas.
1. Busca la ayuda de los que conocen el conflicto
Plantea la situación a tu persona de referencia como mediadora en un conflicto concreto. Lo ideal, según plantea el psicólogo, es reducir al mínimo las posibilidades de que salte el conflicto. Y una de las cosas que se pueden hacer es hablar sobre aquellos que puedan ser potencialmente conflictivas con las personas que dentro de la familia puedan ser consideradas como mediadoras, es decir, si por ejemplo la persona conflictiva para ti es tu yerno, tal vez lo mejor es que hables con tu hija. O si es tu nuera, puedes hablar con tu hijo. O si es tu nieto, por ejemplo, puedes hablar, por ejemplo, con su madre o con su padre. ¿Y con qué objetivo habría que plantear esta conversación previa? Con la intención de pedirles que te ayuden a que esa persona tenga respeto en ese encuentro. «No estamos pidiendo nada raro ni una locura pues si vamos a estar juntos tres, cuatro o cinco horas juntos y es posible lograr que esa persona mantenga un ambiente de respeto«, explica.
2. Usa la técnica del bocadillo (halago-petición-halago)
Para reducir los conflictos también podemos hablar previamente con las personas con las que solemos tener conflictos utilizando el truco o la «técnica del bocadillo». ¿Y cómo se hace? Primero podemos decir algo bueno de la situación o un halago, luego podemos hacer la petición de respeto y después cerrar la conversación de nuevo destacando algo bueno de la vivencia. Pongamos un ejemplo: «Me hace mucha ilusión que vengas a la comida de Navidad porque siempre aportas muchas cosas positivas y siempre derrochas entusiasmo. Pero es cierto (aquí viene la petición) que a veces todos podemos ser muy vehementes sobre nuestros puntos de vista, así que te agradecería que intentásemos en esta ocasión bajar la intensidad de las discusiones o de la defensa de nuestro punto de vista. Como eres una persona inteligente, empática y agradable confío en que podrás hacer un esfuerzo y saldrá todo bien», aconseja. Esta sería una fórmula.
3. ¿Realmente es necesario estar todos juntos?
Otro recurso que puede contribuir a reducir lo conflictos en los encuentros navideños es analizar las motivaciones de cada uno para acudir a la cita. ¿Por qué viene? Si viene obligado y si además tú lo invitas por obligación, a lo mejor podéis hablar sinceramente sobre ello y os ahorráis el encuentro. No pasaría nada pues en este caso los dos saldríais ganando, pero aquí el problema es que las miradas ajenas pesan mucho. «Pero a lo mejor no tenemos que estar todos juntos y no pasa nada. Tal vez sea el año perfecto para abrirnos de miras en ese sentido y valorar de una manera amable y generosa si realmente hace falta que esté todo el mundo en ese encuentro», sostiene.
Los lugares en la mesa sí que importan
La distribución de los comensales en la mesa puede ser otro foco de conflictos y no es algo banal y casi habría que estudiarla como si fuese una boda. ¿Por qué? Hay algo sobre lo que quizá no hayamos pensado: no te sueles pelear con el que tienes al lado, ni te sueles pelear con el que tienes dos puestos más allá, pero sí te puedes pelear con el que tienes en frente. Cuesta poco enfadarse, así que lo ideal es no situar enfrentadas a personas que sean susceptibles de entrar en conflicto.
Pero además los temas de los que se habla en la mesa también suelen ser un foco de conflicto, así que lo ideal, según explica el psicólogo Tomás Navarro, es que en la mesa siempre haya un moderador. «Siempre asigno un papel de moderador que tenga la capacidad para reconducir la conversación si ve que por ejemplo se está yendo demasiado a la política, o demasiado a la religión o demasiado a temas que pueden ser conflictivos... Puede moverse la atención hacia otros temas más livianos para cortar de raíz el posible foco de discusión», comenta.
Además del moderador el psicólogo propone que también nos apoyemos en nuestra persona de confianza en la mesa, que puede ser tu pareja, por ejemplo, estableciendo un código secreto que solo entendéis los dos. ¿Por qué? Porque cuando uno discute lo cierto es que está convencido de que en ese momento quiere discutir pero cuando lo ve en perspectiva o echa la vista atrás se da cuenta de que no merecía la pena discutir por ese tema porque era una tontería. Uno que yo uso en casa es algo similar a esto: «Tomás, ¿quieres un poco de agua? Y eso no me lo dice mi pareja porque yo tenga sed sino porque es una manera de decirme que me estoy exaltando y de esa manera puedo salir de ese bucle y tomar perspectiva porque sé que me está haciendo ver algo de lo que no soy consciente en ese momento», aconseja. Pero claro, lo ideal es apalabrarlo antes porque tiene que ser un código que conozcáis los dos, no algo que te inventes sobre la marcha y también la idea es que sea algo que tenga sentido y que esté integrado en la dinámica, no una palabra que no venga a cuento porque si no tal vez sea algo raro, que no funcione.
«Odio la Navidad»: ¿por qué me veo obligado a parecer feliz?
Raquel AlcoleaLa presión social para mostrarse necesariamente alegre y festivo en esta época del año puede convertirse en una carga emocional abrumadora con repercusiones en la salud mental, así como en el entorno personal y laboral
Nada de sobremesas eternas
Y una cosa más que no es nada banal, según apunta el psicólogo, y que tiene que ver con el alcohol que corre por la mesa en este tipo de eventos, pues al beber corremos el riesgo de perder el autocontrol porque el lóbulo frontal, que es el de «control social», se desconecta o relaja y además se deprime el sistema nervioso. Y al deprimirse aparece mi personalidad sin control. Pero el culpable es el alcohol y también podemos echar la culpa al hecho de pasar toda la tarde sentados, pues eso produce incomodidad y hasta molestias físicas y corporales que nos pueden llevar a sentirnos molestos con cualquier cosa. «Hay que reducir las sobremesas. No hace falta que estemos todos de sobremesa toda la tarde. Lo ideal es que cada uno haga lo que le apetezca: unos a jugar al parchís, otros a ver la tele, otros con los niños a jugar o a abrir regalos... Y así, pues con eso de estar horas y horas en la sobremesa hay que ser más flexible pues parece que a veces uno cuando se levanta ya ves que el matriarca o la patriarca levanta la ceja y eso hace que inmediatamente esa persona se vuelva a sentar y que intente seguir la conversación. Pero eso no funciona. Digamos que durante un ratito podemos convivir en paz, pero si pasamos mucho rato pegados, quizá no tanto. Por eso lo ideal es que cada uno haga lo que mejor le parezca en ese momento de la supuesta sobremesa», explica.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete