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por carreteras secundarias

«Déjate desas sandeces –dijo don Quijote-, y vamos con pie derecho a entrarnos en nuestro lugar»

Llega un momento en que el viaje se estanca, que los ojos dejan de ver, que el cernedor de las emociones se satura. Llega un momento en que hay que regresar

corina arranz

alfonso armada

Llega un momento en que el viaje se estanca, que los ojos dejan de ver, que el cernedor de las emociones se satura. Llega un momento en que hay que regresar. Hoy empezamos a orientar la brújula hacia Madrid . Ya va siendo hora. ... Salimos del balneario de Chulilla después de haber tomado café en la plaza de la Baronía de Chulilla , otorgada por el rey Jaime I en el año 1274, de espiar las conversaciones de los vecinos. Vamos bordeando el Turia por una carretera entre peñascos y hoces, literalmente arrancada a la montaña centímetro a centímetro, con quitamiedos de piedra encalada. Pasamos Sot de Chera, escondida en la garganta, sin otra vía de entrada o de salida que esta carretera de montaña. Un lugar para quienes no sufran de claustrofobia y sepan acomodarse a los ritmos de la vida un pueblo alejado de los grandes nudos de comunicaciones, del ruido que hace el mundo. La pista se estrecha por momentos. Pero cuando alzamos la vista, reconocemos los paisajes de Duelo en Alta Sierra. Almería, Murcia, Alicante, Castellón y Valencia (sobre todo tierra adentro) parecen un anticipo de los escenarios del Far West , con sus balconadas de roca, sus cerros, vaguadas, gargantas y desfiladeros, idóneos para emboscadas y aventuras épicas. Pero a nosotros nos ha faltado una industria capaz de convertir el paisaje en epopeya, una sintaxis seductora de nuestra propia lucha por el lugar y la vida.

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