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por carreteras secundarias

Ermitas de Babia, puentes de la Luna

Vamos dirimiendo no solo el viaje, sino nuestra condición: las viejas preguntas sin respuesta siguen en gran medida intactas

CORINA ARRANZ

alfonso armada

Dejamos el hotel fantasma de Villablino con la sospecha de que éramos los únicos clientes. Desde luego, en el comedor, decorado de forma tan atrabiliaria como el resto del establecimiento, no había rastro de otros huéspedes. Al mal café y la parva bollería le ... agregaron El Danubio azul . Daban ganas de echar a bailar entre las mesas para convertir el pequeno almoço en otra cosa. Antes de abandonar este pueblo feo sin más paliativos que las montañas que surgen de pronto al final de casi cualquier calle intentamos conseguir un ejemplar del libro que nos recomendó el guardia jurado del pozo de Santa Cruz del Sil: «El señor de Bembibre» . Pero no hay nada que hacer. Como nos confesó un librero/perfumero que tampoco lo tenía, el único librero decente de Villablino estaba de vacaciones en Islandia: “Emigró su hija y ahora le siguen los pasos todos los veranos”. Acaso nuestro destino vuelva a estar fuera de aquí. Triste sino.

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