Cinco visitas imprescindibles de Grecia más allá de Atenas y sus islas

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Meteora

Una de las excursiones más populares desde Atenas es la que conduce hasta Meteora, un paisaje repleto de gigantescas rocas que se levantan sobre las llanuras de Tesalia, fruto de la erosión, hasta alcanzar alturas de más de 600 metros sobre el nivel del mar. Meteora significa 'suspendido en el aire' y es precisamente así como parecen estar los monasterios que sobre ellas se asientan. Los primeros templos en la cima de las rocas se construyeron alrededor del siglo XIV y rápidamente se convirtieron en importantes centros de culto. Desde 1988 este destino es Patrimonio de la Humanidad y no es de extrañar porque la estampa que ofrece es espectacular.

En su época dorada el territorio llegó a contar con 24 monasterios, de los cuales hoy solo seis siguen en activo y se pueden visitar: el de Gran Meteoro, el de San Nikolas Anapafsas, el de Roussanou, el de la Santa Trinidad, el de San Esteban y el de Varlaam. El primero de ellos es el más grande y el que se encuentra a mayor altura –613 metros–, para llegar hasta aquí hay que subir unos 300 escalones, pero el esfuerzo merece la pena. En su interior se pueden admirar grabados, tapices y otras imágenes que recogen la historia de este lugar. Para visitar los monasterios hay que tener en cuenta que cada uno de ellos cierra un día a la semana.

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Zona arqueológica de Delfos

Delfos, levantada en la falda del Parnaso, a unas dos horas de Atenas era en el siglo VI a.C. el centro religioso del mundo griego y el símbolo de su unidad.

En este santuario panhelénico se hallaba el ónfalo, el ombligo del mundo, y hasta aquí venían de todas partes del país en busca de los consejos de Pitia, la sacerdotisa más famosa de la época. La atracción más importante de esta zona arqueológica, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1987, es el templo de Apolo, considerado el hogar del oráculo. También destacan el teatro, con capacidad para 5.000 espectadores, y el estadio, considerado uno de los mejor conservados de toda Grecia. Además de esto hay un antiguo gimnasio, el manantial de Castalia donde los fieles se purificaban antes de consultar el oráculo y el santuario de Atenea Pronaia.

Aquí hay que visitar también el museo arqueológico al que se han trasladado muchos de los tesoros de la antigua Delfos. Cuenta con 14 salas y sus objetos de mayor valor son el Auriga, una estatua de bronce que celebra una victoria durante los Juegos Pitios del año 478 a.C., y la escultura de los Tres Danzantes en la parte superior de la columna de Acanto.

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El teatro de Epidauro

Situado en la región de la Argólida, al norte del Peloponeso, está este monumento que bien merece una visita. El teatro de Epidauro no es un monumento aislado, sino que forma parte de un conjunto monumental conocido como el Asclepeion de Epidauro que era en la antigüedad un santuario que se utilizaba además como centro terapéutico. El teatro se levantó en el siglo IV a.C. con una capacidad para 6.200 espectadores. La orquesta es circular, de unos 20 metros de diámetro, y en ella se movilizaba el coro, mientras que en el proscenio actuaban los actores. Sobre su parte anterior apoyaban 18 columnas jónicas y las superficies interpuestas entre ellas estaban pintadas. En los últimos años de la época helenística sufrió una remodelación en la que se agrandó la cávea aumentándose así su capacidad hasta 12.300 espectadores. Su acústica era y es excepcional, de hecho, si se tira una moneda se puede escuchar desde la última fila el sonido de esta golpeando el suelo sin necesidad de un micrófono. En la actualidad el teatro sigue utilizándose para representaciones y conciertos.

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Cabo Sunión

Ningún viaje a Grecia está completo sin disfrutar del que es unos de los atardeceres más mágicos del país, el que ofrece el cabo Sunión sobre el mar Egeo y, más concretamente desde el templo dórico erigido en honor a Poseidón. Situado en el extremo sureste de la Península del Ática, a unos 65 kilómetros de Atenas, se alza este templo con un pórtico frontal de seis bellas columnas dóricas de unos seis metros de altura. Los restos que se pueden contemplar hoy día datan del año 440 a.C., de los tiempos del dirigente ateniense Pericles. Además, este lugar es el mismo desde el que según cuenta la leyenda se lanzó el rey Egeo al mar, bautizando así sus aguas, al creer a su hijo Teseo muerto en combate frente al Minotauro.

Aquellos que vayan a recorrer el Peloponeso no pueden dejar de parar en la ciudad de Olimpia, lugar donde comenzaron los Juegos Olímpicos en el año 776 a.C. Estos estaban dedicados a Zeus y formaban parte de los cuatro Juegos Panhelémicos celebrados en la Antigua Grecia. Los otros tres eran los Juegos Píticos, celebrados en Delfos y dedicados a Apolo, los Juegos Nemeos, en Argos y en honor a Hera y los Juegos Ítsmicos, en Corinto y dedicados a Poseidón.

El recinto arqueológico actual que hoy día comprende Olimpia es amplio y cuenta con varios lugares de gran interés como La Palestra, centro de entrenamiento cuyo patio con columnas se ha convertido en la imagen del lugar, el estadio olímpico con sus 192 metros de longitud, el templo de Hera, lugar donde se celebra el encendido de la llama olímpica en la actualidad, los restos del templo de Zeus y el taller de Fidias. Además de esto, hay que visitar el museo Arqueológico, lugar que recoge las piezas encontradas en el transcurso de las excavaciones de la zona entre las que destacan los frontones escultóricos que decoraban el templo de Zeus y la escultura de Hermes con Dionisio niño.