El pueblo más pequeño de España que tuvo catedral y otras piedras preciosas del Alto Aragón
Cómo Alquézar, Aínsa, Roda de Isábena o Ligüerre de Cinca (Huesca) quedaron casi vacíos y cómo han recuperado su actividad a partir de iniciativas personales y actividades de éxito
En Huesca hay un 'milagro de la luz' único: el sol cruza un agujero natural, una ermita y una cueva

En Alquézar, en 1987, quedaban 140 vecinos. Incluso, al principio de la década, llegó a haber menos. Mariano Altemir, que aquel año ganó las elecciones municipales, lo recuerda muy bien. Gran parte del pueblo estaba en ruinas, y como sucedía en otros sitios, lo ... antiguo parecía feo y pobre. Los vecinos emigraban a la ciudad, sobre todo a Barcelona, o a pueblos más grandes con edificios más modernos. Altemir continuó como alcalde hasta estas últimas elecciones, cuando decidió jubilarse. Entonces volvió a hacer la cuenta: 380 vecinos, diecisiete restaurantes, cinco hoteles, tres albergues, dos campings, cincuenta apartamentos turísticos y un pueblo con casas restauradas o reconstruidas sin concesiones al disparate.
La Colegiata de Santa María la Mayor, en lo alto del cerro en el que ha resucitado uno de los pueblos más bonitos de España, asiste muchas mañanas -quizá con asombro-al paso de grupos de aventureros que se dirigen al cañón del Vero y de familias o amigos que pasean y contemplan fachadas de piedra caliza (esa piedra que no servía para otra cosa, arrancada de los costados de una carretera cercana), los espantabrujas en los tejados (piedras o pucheros que ahuyentaban a las brujas y las impedían entrar en las casas por la chimenea) o un sistema de regadío formado por pequeños canales que subrayan el centro empedrado de las calles.
Alquézar, donde todo parece perfecto, es una de las puertas de entrada a la Sierra de Guara, un reino del barranquismo en España que descubrieron los franceses a finales de los años 70. En realidad, los aventureros del país vecino siempre han amado estas montañas. Ramond de Carbonnières (1755-1827) coronó el monte Perdido (3.348 metros) en 1802, y el escritor, fotógrafo y explorador Lucien Briet (1860-1921) fue clave en la creación del Parque Nacional. En el caso de los cañones de Guara, una figura esencial fue Pierre Minvielle (1934-2018). Cuando publicó 'Los cañones de la Sierra de Guara' (1979) nadie en esta tierra parecía apreciar el tesoro natural que tenían en casa. A los franceses les llamaban estalentaus (atontados, bobos), recuerda el empresario Paco Lacau, pionero del turismo en la zona, ya jubilado. Ahí abajo, entre las piedras, solo podían encontrar la muerte.
Sin embargo, con el paso del tiempo, los cañones y el turismo activo han ayudado a resucitar muchos de estos pueblos. Alquézar es un ejemplo evidente. En el cañón que abraza el río Vero se han construido en distintas fases unas pasarelas metálicas convertidas en un éxito. Los más atrevidos suelen practicar el barranquismo en Rodellar; los que prefieren un trazado más amable eligen en cambio Alquézar para entrar al río, y los turistas que buscan algo de emoción sin mojarse se quedan con una ruta de dos horas por unas pasarelas sobre el Vero por las que pasan más de 120.000 visitantes cada año. La ruta fue a mediados del siglo XX un camino de piedras y hormigón utilizado por los trabajadores de la central hidroeléctrica. En 2003 se inauguraron los primeros tramos metálicos, y en 2015 se abrió el tramo más moderno, con las pasarelas fijadas a la roca a una altura de hasta veinte metros sobre el agua.
Barbastro, puerta de entrada
La primera parada en esta ruta de pueblos podría ser en uno de los más grandes de la provincia, Barbastro. Allí, algunos turistas se hacen fotos junto a las casas de colores que escoltan el río Vero. Otros visitan la tienda-restaurante 'Bodega del Vero', un viejo caserón lleno de encanto que a principios del siglo XX perteneció a la familia de la madre de Josemaría Escrivá de Balaguer (nacido en esta localidad en 1902). Y, en cualquier caso, nadie deja de entrar en la catedral, fruto de un esfuerzo de siglos por recuperar el estatus perdido de sede episcopal. Los pilares esbeltos, que acentúan la sensación de altura del templo, y el basamento del retablo mayor, de alabastro policromado, obra del escultor Damián Forment, hacen imprescindible la visita.



De Barbastro a Alquézar apenas hay media hora. Y de allí, tras las pasarelas, seguimos a Boltaña, un casco antiguo grande y poco conocido del Pirineo, donde se alza uno de los hoteles más lujosos de estas comarcas, el Barceló Monasterio de Boltaña, que ocupa un edificio del siglo XVII bien restaurado en un entorno bellísimo. A los pies del pueblo pasa el río Ara, que se unirá con el Cinca unos pocos kilómetros más allá, en Aínsa, otra joya de los Pirineos.
Un paseo por Aínsa nos traslada de nuevo a mediados del siglo XX, a un pueblo en franca decadencia, con las calles aún de tierra, con muchas casas a punto de ruina. En 1965, el casco antiguo fue declarado conjunto histórico-artístico; en los 70 se empedraron las calles, y a partir de ahí muchos particulares -también algunos franceses-invirtieron en la recuperación de casi todas las viviendas. Ahora, unos cien vecinos y miles de visitantes disfrutan de otro pueblo cumbre, lleno de encanto, con una plaza a la que llegan muchos senderistas procedentes de Ordesa, y la iglesia de Santa María (S. XII), declarada Monumento Nacional.
El pueblo de Comisiones Obreras...
Entre Aínsa y Abizanda hay otros dos pueblos recuperados… por sindicatos, CC.OO. y UGT. La historia del primero, Morillo de Tou, comenzó en 1985, cuando el sindicato le pidió encargarse de su rehabilitación a la Confederación Hidrográfica del Ebro, su propietaria desde que fue expropiado durante la construcción del embalse de Mediano. El proyecto fue (y sigue siendo) poco frecuente. Brigadas de voluntarios colaboraron en los años posteriores para recuperar las casas que se caían a pedazos entre las zarzas. Hoy, ya propiedad de CC.OO., el complejo está formado por dos albergues, dos hoteles, bungalós, algún apartamento y casas unifamiliares. Suele alquilarse a grupos, desde colegios a senderistas, o para reuniones del sindicato, aunque también lo reservan y utilizan turistas sin más.
...y el de UGT
Cerca de Morillo de Tou está Ligüerre de Cinca, otro experimento de éxito, en este caso a cargo de UGT. José Antonio Rufas, de cincuenta y tres años, ha trabajado allí toda su vida laboral. A mediados del siglo XX se despoblaron más de cien pueblos en el Sobrarbe, entre ellos este, después de que el embalse de El Grado inundara las mejores tierras de cultivo. En 1988, la Confederación Hidrográfica del Ebro le otorgó al sindicato cuatrocientas hectáreas para recuperar el pueblo -hoy pedanía de Abizanda-, una concesión por cincuenta años que pronto habrá que renegociar. En estas cuatro décadas se han invertido quince millones de euros (una buena parte subvenciones), se han rehabilitado las casas (hoy es un centro turístico en el que se celebran bodas, entre otros eventos, o se alquila por habitaciones) y se han plantado ocho hectáreas de viñedo y noventa de otros cultivos, lo que da trabajo a unas cuarenta personas. A media tarde de un sábado de la época de bodas suena música de baile en todo Ligüerre, mientras los novios y sus invitados ríen felices con el telón de fondo de las montañas.



Uno de los pueblos más bonitos y menos conocidos de esta zona es Roda de Isábena, donde apenas viven 40 ó 50 personas en invierno. Dice Joaquín Montanuy, su alcalde, que en los años 70 no tenían luz, ni carretera, ni agua. Era 'solo' un pueblo bonito en el que no había nada para ganarse la vida. Ahora, en el centro de Roda solo hay una casa sin recuperar debido a una herencia complicada. A unos metros está San Vicente Mártir, que entre el siglo X y el XII fue sede episcopal (el pueblo más pequeño de España con catedral), y hoy una iglesia que conserva un tesoro de una belleza que llega al corazón. Los ojos se van a la cripta central, del siglo XII, donde aún está el sepulcro con los restos del obispo San Ramón. La cripta está a la altura del suelo de la nave, con la que se comunica por tres arcos de medio punto. Sobre esta cripta está el presbiterio, en una posición elevada. Debajo, la roca sobre la que se asienta Roda, que obligó a optar por esa estructura.
Pistas
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Museo la Era de Vicen. Vicente Ballarín, miniaturista, ha creado en un pajar restaurado de Roda de Isábena un curioso museo de maquetas de barcos (más de cien) y aviones (más de cuatrocientos). www.laeradevicen.es
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Bodega Pirineos. Un buena opción para conocer y probar los vinos del Somontano. En Barbastro. 974 311 289.
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Hotel Villa de Alquézar. Su propietario es Mariano Altemir, exalcalde. Tiene 32 habitaciones, a partir de 90 euros. #www.villadealquezar.com.
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Proyectos sindicales. Morillo de Tou, gestionado por CC.OO.: 974 500 793. Ligüerre Enoturismo, de UGT: 974 500 800.
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Torreciudad. Enorme santuario construido en 1975 en la presa de El Grado por Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei. https://torreciudad.org
La antigua catedral conserva el coro, del siglo XVIII, y el claustro. Adosado hay otro edificio que fue el dormitorio de los canónigos que aquí vivieron hasta la desamortización de Mendizábal. Por ese claustro se entra a lo que hoy es un inesperado restaurante: 'La catedral'.
En los sesenta pueblos de los alrededores ejercen su labor tres párrocos, entre ellos Aurelio Ricou, que hace unos 1.400 kilómetros al mes en coche. Ricou oficia misa los sábados en esa cripta. Habitualmente asisten menos de diez personas, que prefieren ese espacio recogido. La tumba del obispo San Ramón sirve de altar. Otro sacerdote (y también albañil), José María Leminyana, fue hace décadas clave en la rehabilitación de muchas de estas casas, en el aspecto inmaculado que hoy vemos. De aquella época procede una historia negra que nadie olvida: en la madrugada del 7 de diciembre de 1979, Erik el Belga asaltó el museo de la iglesia que fuera catedral y se llevó, entre decenas de objetos, la silla de San Ramón, el mueble de madera más antiguo de la península ibérica. Las patas, recuperadas posteriormente, están expuestas en esta iglesia.
Desde Roda de Isábena hay un mirador con vistas a la sierra de Sis y al Turbón (2.492 m). Alrededor todos son pueblos rodeados de grandes montañas, entre ríos, embalses y cañones. Un paraíso que estuvo en ruinas y hoy es un lugar donde empezar una nueva vida -algunos lo han hecho tras la pandemia- o donde pasar un gran fin de semana.
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