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PÁSALO

El pabellón destruido

Treinta años después seguimos en el aserradero

Ni penséis morir en la orilla

Félix Machuca

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Estos días se celebran los treinta años de la Expo del 92 y se han ponderado pabellones, conexiones ferroviarias y monasterios recuperados. Pero se ha pasado por alto, quizás como prueba irrefutable de nuestro desapego, aquel hermoso vergel americano que llenó Sevilla de las especies ... que, quinientos años atrás, vieron por vez primera los colonizadores españoles. El Jardín Americano fue un fósil viviente de aquel tiempo, con especies de los territorios hostiles y desconocidos para nuestros viajeros, desde el Palo Campeche al Jabón de Palo, desde el Timbú colorado al Colpache, desde el Palo Mulato, a la Palma Real, desde el Roble virginiano al Cedro macho cubano. En los ojos de Colón, en la audacia de Alvarado, en la insurrección de Aguirre o en la ambición del gran Cortés, algunas de esas especies fueron parte de sus exploraciones en selvas profundas con banda sonora de pájaros habladores. Otras especies las descubrieron en los mantras ajardinados de caciques mesoamericanos que, para ser eternos como los dioses, se hacían espolvorear el cuerpo diariamente con polvo de oro.

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