quemar los días
Torrente da votos a Vox
Si la ultraderecha es el nuevo punk, el brazo tonto de la ley es su Johnny Ramone
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Iniciar sesiónDÍAS atrás, se produjo como ya sabrán una filtración del rodaje de la sexta entrega de Torrente, en la que se podía distinguir a Santiago Segura ofreciendo un mitin desde un balcón, acompañado de una parafernalia que recordaba mucho a la de Vox. De hecho, ... el partido se hacía llamar Nox. Me ha llamado la atención que el tono mayoritario de las reacciones en redes sociales de los simpatizantes del partido de Abascal haya sido de repulsa e indignación. Porque no conozco a un solo votante o afín a la ideología de Vox que, en petit comité, no simpatice y defienda a Torrente como símbolo gamberro de un sentimiento con el que se identifican.
Cuando se estrenó la primera película de Torrente, allá por 1998, el público español encajó aquella ficción como una crítica demoledora a un perfil de español decadente, casposo y muy repugnante: racista, machista, ultranacionalista, acopio de todos los lugares comunes del facha paradigmático. Pero también gamberro, outsider, underground.
Han transcurrido más de 25 años. Y en este tiempo, la figura de Torrente ha sido objeto de un proceso de resignificación que explica muy bien el ascenso de la ultraderecha en España y la eclosión de un partido como Vox. Los más jóvenes, entre los que cala especialmente el relato del partido ultraderechista, no ven hoy en el personaje de Segura a un ser repugnante sino a un simpático destroyer que se atreve a decir la verdad, y que es el único capaz de enfrentarse a todos los peligros que amenazan España: moros, maricones, podemitas, agenda 2030… Todo ello, además, regado con abundante alcohol y cocaína.
Se ha hablado bastante sobre si la ultraderecha es el nuevo punk. Desde luego, sí representa aparentemente cierta oposición al stablishment. Una oposición más que discutible, si se tiene en cuenta su vocación ultracatólica o el apego a tradiciones como el toreo o la caza, pero que adquiere en la práctica una materialización más bien antisistémica, a contracorriente.
Hablar de punk en Norteamérica implica aludir indefectiblemente a los Ramones. Conviene recordar que Johnny Ramone, miembro fundacional y uno de sus componentes más carismáticos, acabó convirtiéndose en un reaccionario recalcitrante, defensor a ultranza de las armas, convencido reaganista y militante en las campañas del republicano George W. Bush. Quién puede saber si Santiago Segura, no consciente del todo de la resignificación de su personaje Torrente, podría acabar contribuyendo con su nueva película a regar de votos a Vox. A fin de cuentas, su serie de películas familiares de Padre no hay más que uno ya favorecen, sin necesidad de gamberrismo y con escaso talento, el apuntalamiento de un discurso absolutamente rancio y conservador.
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