La Alberca

Los que votaron 'no'

La carguitis cofradiera es responsable directa de muchos enfrentamientos en las hermandades

El caso de la Macarena debe servirnos a todos para no tropezar dos veces en la misma piedra. Las cofradías, como la política, son un reflejo de la sociedad. Sevilla está articulada socialmente a través de las hermandades y eso las convierte en una aspiración ... de muchos para poder ascender. La carguitis cofradiera es la responsable directa de los enfrentamientos que se están produciendo en muchas hermandades, incluidas las históricamente serias, porque muchos mediocres creen que el poder de la vara dorada les permitirá tener acceso a un reconocimiento público que en sus vidas profesionales jamás alcanzarán. Sabemos que en Sevilla hay muchos que dan tarjetas con su cargo en la junta de gobierno: mayordomo, consiliario primero... Y defender ese estatus es una cuestión de vida o muerte para ellos. Pero esa banalización de las hermandades las está alejando de los principios cristianos que tienen la obligación de proteger y difundir. Así como entre el público está creciendo la afición a ver pasos en función de la banda de música que lleven, en el seno de las corporaciones vemos trivializaciones como los comunicados de cambios de capataz o los grupúsculos de captación electoral para un determinado candidato: los costaleros van con fulano, los diputados con mengano. Nada que ver con la filosofía que se recoge en las reglas.

A la vuelta del verano se van a celebrar cabildos de elecciones en varias hermandades con dos o más candidaturas, en algunos casos incluso con familias divididas. Hemos visto denuncias en Palacio contra adversarios por motivos nimios, enfrentamientos enconados entre hermanos que se han retirado la palabra, intentos de filtrar escombros a la prensa, tertulias con polemistas corraleros, bulos difundidos adrede por las redes sociales, insultos groseros en los grupos de Whatsapp y hasta manifestaciones como las de la Macarena. Un disparate. La crítica es necesaria y la exigencia de responsabilidades también. Yo mismo he sido severo en el análisis de lo que ha ocurrido en el Arco, que exige medidas a la altura de la historia y la repercusión de la hermandad. Pero la discrepancia o el reproche son una cosa y la animadversión es otra. Sobre todo si se produce por intereses tan pequeños como la batalla por un puesto en la junta. Los que votaron que no a la restauración de la Virgen evidenciaron una quiebra en la hermandad que hay que restaurar cuanto antes y que es responsabilidad de ambas partes, pero también dejaron en el ambiente una amargura difícil de asimilar. Y tal vez este hecho deba servirnos a todos los cofrades sevillanos para detenernos a reflexionar y a perdonar. Estamos asistiendo a una degradación pública de la vida de hermandad, a luchas de poder indignas de instituciones de la Iglesia y a un ejemplo denigrante de fraternidad que sólo beneficia a los anticlericales emboscados. Por eso apelo a la gran palabra de la Virgen en la Anunciación: sí. Sí al sacrificio por el bien común, sí al amor al próximo. Sí a la Esperanza siempre.

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