LA SUERTE CONTRARIA
El PNV y el rincón de pensar
No es un partido: es un gestor de aduanas con un jersey sobre los hombros
Melania
La noche americana
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Iniciar sesiónEl nacionalista no es de derechas ni de izquierdas: es nacionalista. Ese es el gen dominante, te llames Junts, PNV o Vox. El nacionalista no tiene una ideología, una cosmovisión ni una interpretación sofisticada de las cosas: simplemente se siente diferente, y no conozco ... a nadie que, al sentirse diferente, se sienta inferior. Ellos se sienten superiores, especiales y, como consecuencia, se instalan en un romanticismo delirante, en la melancolía mitificada de un paraíso perdido y en la nostalgia, que, según Luis Alberto, es «un burdo pasatiempo».
Todos los nacionalismos son despreciables desde lo intelectual. Y más desde lo moral. Pero no todos son iguales, ni mucho menos. No hay nada en España similar al PNV y dudo que exista algo así en el mundo. No existe un punto de vista tan cínico, un relato tan ventajista ni una manera de estar en el mundo tan manipuladora como la suya. El PNV no es un partido político: es un gestor de aduanas con un jersey sobre los hombros. No tiene ideología, administra chantajes. No defiende ideas, protege injusticias. Y lo hace con la habilidad del trilero que siempre sabe dónde está la bolita y con la astucia del que lleva un siglo practicando el arte del victimismo oportunista. Pero es el suyo un victimismo especial. No ponen pucheros: te perdonan la vida. No lloriquean: te observan como si, al destruirte, te estuvieran haciendo un favor.
El del PNV no es un nacionalismo cualquiera. No necesita gritar, su chantaje es silencioso. Si son ejemplo de algo no es de cómo proteger una identidad inventada, sino de cómo disfrazar el abuso de virtud. Por eso, no hay que tomárselos demasiado en serio: el cinismo deja de ser arte cuando todos te han pillado el truco. Y parece que el PP por fin lo ha comprendido. Los 'jeltzales' exigen que el estado les regale un palacete en Paris a cambio de su apoyo a Sánchez. Y que además se haga a través de un decreto ley, sin debate y enmascarado entre otras medidas. Se lo explicó Juan Bravo en el Congreso: «Traigan aquí su reivindicación, expliquen sus derechos y no permitan que el conjunto de los españoles piense que a ustedes les han comprado». La respuesta del PNV fue llamarlos «sinvergüenzas» y decirles que así no se hacen amigos, como diciendo que se olviden para siempre de sus votos.
Vean hasta dónde llega la falta de vergüenza. Fue el PNV quien eligió libremente traicionar a Rajoy, echarlo del gobierno y formar parte de una pandilla junto al PSOE, Bildu, ERC, Podemos y Sumar. Eso tiene consecuencias. Una de ellas es que el cumpleaños se te empieza a llenar de gentuza. Otra que, si dependes del PP, te quedas sin palacete. Pero mirad el lado bueno: siempre podéis pedir prestada una Herriko Taberna a Bildu o una Casa del Pueblo al PSOE. Y allí montáis el 'txoko'. Y, dentro de él, un rincón de pensar desde el que ir asumiendo que, si quieres un palacete, conviene cambiar de amigos. No pasa nada: se pide perdón, os dais un besito y a seguir jugando a las casitas en París. Eso es todo.
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